Martes 09 de Septiembre de 2008 > Carta de Lectores
Una contienda atípica

Hace apenas un mes, los demócratas estadounidenses daban por descontado que su candidato presidencial Barack Obama representaba "el cambio" que reclamaban sus compatriotas mientras que John McCain, su rival republicano, encarnaba un statu quo intolerable, pero en apenas una semana éste logró modificar radicalmente la campaña. Al elegir como compañera de fórmula a la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, la que para alivio de algunos y asombro de casi todos consiguió cautivar a las bases republicanas con un discurso fogoso en que atacó sin complejos a Obama, McCain energizó una campaña que muchos creyeron destinada al fracaso. Por lo demás, en su propio discurso el senador habló como un opositor resuelto a librar una guerra sin cuartel contra la corrupción y el despilfarro que a su juicio se han visto alentados por el gobierno republicano actual. Según McCain, los que quieren un "cambio" genuino deberían votar por él, no por Obama que en su opinión no sólo está demasiado comprometido con el aparato demócrata para tener una posibilidad de limpiar Washington de políticos venales sino que también es partidario de aumentar el gasto público de tal forma que se multiplicarían las oportunidades para los corruptos. De no estar Palin a su lado, el escaso respeto de McCain por los jerarcas del Partido Republicano y las fuertes críticas que formuló le hubieran costado caro, pero parecería que la candidata a la vicepresidencia ya es considerada tan valiosa por sus correligionarios que están dispuestos a perdonarle sus palabras hirientes.

Además de asegurar que el año que viene Estados Unidos tendrá ya su primer presidente negro, ya su primera vicepresidenta, la carrera que está en marcha se destaca por la escasa experiencia ejecutiva de los cuatro participantes principales. De ellos, sólo Palin ha ejercido responsabilidades ejecutivas, primero como intendenta de un pueblo minúsculo y después en sus dos años como gobernadora de Alaska, lo que conforme a sus críticos es muy poco para una aspirante a lo que en teoría es el segundo puesto más importante de la superpotencia y que, por el estado de salud de McCain, podría cambiar en cualquier momento por la presidencia misma. También es llamativo el escaso interés que hasta ahora han manifestado Obama y Palin por la política internacional: antes de las convenciones partidarias que acaban de celebrarse, los republicanos intentaban aprovechar las presuntas deficiencias de Obama en este ámbito esencial, pero ahora son los demócratas que se afirman alarmados por las de la nueva estrella republicana.

Aunque la experiencia no siempre supone sabiduría -a través de los años, hombres políglotas que se dedicaron durante décadas a los asuntos internacionales, familiarizándose con una plétora de detalles, han provocado un sinfín de desastres-, es cuando menos sorprendente que el país más poderoso de todos pronto pudiera ser gobernado por una persona de visión decididamente provinciana. Que esto sea posible puede atribuirse en parte al hecho de que Estados Unidos es un país tan grande que a muchos ciudadanos les importa poco lo que sucede más allá de sus fronteras y en parte al sistema presidencial que ahorra a los aspirantes a ocupar posiciones electivas la necesidad de trepar por una serie de peldaños como suele ser el caso en sociedades en que rige el sistema parlamentario. Si triunfa Obama, mucho dependerá de quién nombre para ser el secretario de Estado, y lo mismo ocurriría si por algún motivo le tocara a Palin ser presidenta, o sea, su capacidad respectiva para elegir bien a sus colaboradores más influyentes determinaría el destino de su eventual gestión y, tal vez, el del mundo entero. Como McCain se encargó de recordarnos en el discurso que pronunció al aceptar la nominación republicana, vivimos en un mundo peligroso. El próximo presidente de Estados Unidos tendrá que encontrar la forma de hacer valer el poderío de su país para reducir al mínimo la posibilidad de conflagraciones destructivas a sabiendas de que la debilidad puede acarrear tantos riesgos como la agresividad excesiva. ¿Están a la altura de las responsabilidades que ellos mismos quieren asumir Obama, Joe Biden, McCain y Palin? Puede que sí, pero no es demasiado probable que lo sepamos antes de que dos de ellos se hayan instalado en la Casa Blanca.

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