Desde un punto de vista amplio, el desendeudamiento con el Club de París responde a medidas más políticas que económicas, que este gobierno y sobre todo el anterior han sostenido en el terreno de los hechos.

Afirmarse en el desendeudamiento le reporta al país una reivindicación en el plano financiero internacional de lo que hubo carecido desde hace mucho tiempo. Hay quienes en este aspecto creen que estos organismos acreedores desaparecen de la escena con voluntarismo político. Con ellos nos toca convivir y si bien desearíamos que los inspirara la Doctrina Social de la Iglesia, no es así. La medida no es buena ni mala en sí misma. Lo importante es que pueda sostenerse la posición de solvencia. Será bueno si se persiste en ella y será malo si se recae en nuevos endeudamientos especulativos, simples pases informáticos para financiar gastos corrientes o el pago de los intereses de una deuda que nunca se salda, como ocurrió en el pasado reciente.

Por otra parte, no podría negarse que la medida incrementa la posibilidad de tomar decisiones económicas más soberanas, como durante tanto tiempo se les reclamara a distintas administraciones. Tomar decisiones soberanas no implica aislacionismo o desintegración del mundo de la globalización. Soberano es el país que puede priorizar los gastos de su presupuesto, de elegir los oferentes de sus inversiones internacionales, según la conveniencia de la Nación, de contar con fondos para financiar su desarrollo, eligiendo las mejores ofertas del mercado y no las impuestas por quienes son los titulares de las acreencias y también de saber preservar sus recursos naturales de la depredación y el lucro. Materia esta última en que la gestión K está en deuda.

Las ventajas son manifiestas y llama la atención, hoy, que aquellos que reclamaban independencia política carezcan de visión a largo plazo y objeten aspectos formales que marginan el fondo de la cuestión. Si la política carece de credibilidad pública, creemos que en gran parte será por la incoherencia de sus protagonistas principales.

El otro aspecto, para nosotros importante, pasa por la ratificación de una política económica, aun en estado de grandes líneas; que aparece priorizando el mercado interno, la industria nacional, el consumo, el orden en las cuentas fiscales y el respaldo y solidez de su política monetaria.

Estas bases fueron reclamadas durante toda la década de los '90, cuando el país padeció la desindustrialización, la recesión y el déficit de las cuentas fiscales que lo llevaron a un endeudamiento que terminó desestabilizando la vida institucional del país.

Habrá que asumir, por esta vez, que la Argentina se resiste a ser un cliente disponible para tomar créditos condicionados por los organismos multilaterales. La Argentina, debemos creer que va dejando de ser un privilegiado lugar para que hagan negocio los capitales especulativos. El desendeudamiento con el Club de París puede ser una clara señal.

En el plano económico escuché argumentos repetidos. Después de todo lo que está escrito y dicho y de toda la información existente, como personas que se supone serias repitan las mismas cosas, es para suponer que es cierto lo dicho por Einstein: "Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, aunque del primero no estoy seguro" (menos mal, porque ahora sabemos que el universo es finito, no así la estupidez, como lo demuestran nuestros amigos). Aunque a esta altura uno llega a pensar que se trata de mala fe. Dicen:

1- Que con esa suma se podría acabar con la indigencia o reconstruir a nuevo el sistema ferroviario. Lo hemos dicho hasta el cansancio: las reservas se constituyen por los dólares que sobran a raíz del excedente comercial argentino; si el Estado no los comprara, bajaría el precio del dólar y se acabarían las ventajas del peso subvaluado. Por lo tanto, no se pueden gastar en el mercado interno. Al mandarlo al exterior, en lugar de depositarlo, pagamos una deuda con lo que no ganamos intereses de depósito pero no pagamos intereses por deuda. Mientras las reservas que quedan sean mayores que la base monetaria, no hay problemas en hacerlo (por ahora la relación sigue siendo alta: 1,4 a 1).

2- Tenemos los mismos endeudamientos que en el año 2001: mentira. La deuda pública es 144,5 mil millones de dólares, más del 90% en dólares y representaba el 166% del PBI (no importan las cifras absolutas sino las relativas) y las reservas eran casi inexistentes. Ahora, la deuda pública es de 144.000 millones de dólares, de los cuales 71.000 millones es deuda interna en pesos (la deuda pública externa es de sólo 73.000 millones de dólares) y el total representa el 51% del PBI, con reservas de más de 40.000 millones de dólares (una vez pagado al Club de París). Lo más importante: la deuda pública total crece al 6%, mientras que el PBI lo hace al 8%: prueba de una solvencia que la Argentina nunca tuvo.

3- La deuda con el Club de París es una deuda de Estado contra Estados (no tiene nada que ver con la deuda contraída por particulares y luego nacionalizada por Cavallo) y es el resultado de sucesivas tratativas de gobiernos constitucionales para lograr refinanciación externa. Es una deuda casi simbólica que abre la financiación por parte de las grandes potencias. Hay que tener presente que entre el 2008 y 2011 vencen aproximadamente 55.000 millones de dólares (producto de la renegociación de la deuda) y hay que prever cómo pagarlo: una cosa es tener responsabilidades de gobierno y otra cacarear porque el aire es gratis.

Con este pago se ratifica la independencia del país del FMI (exigencia institucional del Club de París) y se hace un acto de capacidad financiera en momentos en que los agoreros externos e internos nos hablan de posibles incumplimientos. Si esto no es nacionalismo auténtico, no sabemos cómo calificarlo.

HUMBERTO ZAMBÓN Y OSVALDO PELLÍN (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Pertenecen a la Corriente de Opinión Socialista del PS