Cuando acabe la temporada turística, habrá al menos un par de certezas: el invierno fue de lo más veleidoso, y los caprichos climáticos les importan un bledo a los ladrones.
El invierno está próximo a ceder protagonismo en el almanaque, y a estas alturas uno no sabe bien si darle gracias o reproches. El año pasado congeló a la región con fríos polares, pero este año deja la sensación de que el otoño no se terminó nunca de ir. La nieve se hizo de rogar hasta bien entrada la temporada de esquí, pero en apenas 48 horas de la pasada semana se precipitó de una vez, como si todas las puertas del cielo se hubiesen abierto para descargar su furia blanca.
Es probable que a la hora del balance, los empresarios reflejen esa misma irregularidad, ya sea por efecto del "tiempo loco" o por la marcha de la economía, que ilustra con enigmas el INDEC. La temporada se muestra hasta aquí llena de vaivenes.
Ahora bien, los únicos que parecen mantener la regularidad son los que trabajan con capucha. En los últimos meses, en sintonía con el inicio de la temporada, se han venido sucediendo los atracos en barrios de alta calificación y cabañas de alquiler turístico. En varias ocasiones, el robo fue acompañado de una violencia infrecuente en la zona.
Desde luego, cada temporada de verano o de invierno recrudecen los delitos en villas turísticas como esta, pero lo que inquieta es que el fenómeno adquiere nuevos contornos.
Lo que hace algunos años podían ser mayoría de asaltos al boleo o "por la pinta", se muestran ahora como el resultado de una inteligencia previa, con entregadores que marcan las casas vulnerables y chequean el poder adquisitivo de sus ocupantes, el movimiento en la viviendas, la iluminación, las alarmas, las vías de escape, la proximidad a las comisarías...
¿Cómo se explica que hayan escogido varias residencias en las que había cuantiosas sumas de dinero en cajas fuertes?
¿Cómo se explica que en varios atracos hayan escogido casas con mujeres solas o matrimonios de cierta edad, que de seguro suponían más fácilmente reducibles e impresionables?
¿Cómo se explica que en una misma noche se hayan producido dos atracos con cuatro horas de diferencia por los que, se presumen, son los mismos individuos (fueron descriptos con las mismas ropas en un hecho y en otro), yendo desde Potrero Alto a barrio Bickel sin ser vistos y sin despertar sospechas, cuando la policía ya debía estar sobreaviso? ¿Es que quizá idearon otra ruta por las estribaciones del Chapelco Chico, burlando la vigilancia?
¿Cómo se explica que los robos más sonados coincidan con fechas que distraen policías en tareas de control, como la Fiesta del Montañés o el Tetratlón Chapelco?
Parece claro que los ladrones están exhibiendo un nivel de organización que aún no encuentra su paralelo en la policía local, a pesar de los últimos y bienvenidos anuncios sobre más agentes y más móviles. Se necesitan, como también se necesita revertir esa percepción que deja en ocasiones la justicia, cuando la policía logra hacer su trabajo. Esa sensación que les hace creer a muchos vecinos que los ladrones atrapados hoy serán los mismos de mañana.
FERNANDO BRAVO
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