Tanto el MPN como el gobierno que una mayoría de neuquinos -una vez también las Fuerzas Armadas- viene eligiendo desde 1963 están poniendo en práctica, en este octavo año del tercer milenio de la era cristiana, una política que en México es de uso generalizado, llamada "ninguneo". Con la privación de información como indispensable acompañante, esa política suele ser exitosa. Desde el poder político consiste en ignorar las críticas y guardar bajo riguroso secreto toda información que, para investigar eventuales casos de corrupción, se le solicita...
Dicho de otra manera, mirar para otro lado cuando, desde el periodismo verdadero o la oposición se denuncia -o simplemente se informa- acerca de algún desliz oficial vecino a la corrupción. Para no abundar en demasía, citaré solamente un ejemplo de esa política que sitúa en un lugar central al Banco de la Provincia del Neuquén.
Se sabe -porque la hemos escuchado, leído, visto hasta el hartazgo- que la consigna hoy desaparecida nos decía que Neuquén era confianza y que el BPN era "confiable". Ahora, en cambio, esta sufrida provincia es "tierra nueva", un mensaje cuya penetración subliminal querría -es una hipótesis- imprimir en la mente de los neuquinos la convicción de que Jorge Sapag llegó al gobierno de Neuquén tras un largo viaje hacia una tierra virgen, similar al que llevó a los Padres Peregrinos a los Estados Unidos en el Mayflower. O, antes, a Cristóbal Colón en la Santa María a una isla antillana.
Pero lo cierto es que, sea "confianza" o "tierra nueva" -y salvo que se trate de la reaparición de alguien tan popular como Zapallito Molina-, la autoridad enmudece.
El caso del banco oficial de la provincia es paradigmático. Su última y más gloriosa etapa se inició con la presidencia de Luis Manganaro y la definición de Jorge Sobisch de que no se privatizaría "ni una baldosa".
Y así fue. Una rigurosa inspección practicada "in situ" dio como resultado que todas las baldosas del BPN siguen perteneciendo al Estado. Lo que ya no pertenece al Estado es el dinero que, por decenas de millones, voló hacia los cuatro puntos cardinales -o, quizás, hacia un solo punto- mientras el ex gobernador Jorge Sobisch, encandilado por su delirio de ser presidente de la República, hacía la campaña electoral más cara del país, si se relaciona el gasto con la escuálida cantidad de votos que obtuvo. Suele decirse que el dinero no da la felicidad, pero ayuda. Pero en este caso, ni lo uno ni lo otro.
Las baldosas, en efecto, están. Pero lo que se ha ido es una gran masa de plata. De tal magnitud que el Estado debió subsidiar al banco con varios aportes de capital, el último para tapar el agujero que dejó el grupo Temux, de 20 millones de pesos en cifras provisorias.
Respecto de este fraude, nosotros y otros navegamos en la inseguridad respecto del destino del dinero. Compartimos las sospechas de muchos, pero no podemos hacerlas públicas porque si bien nos han hecho llegar nombre y apellido del destinatario y de los valijeros, no tenemos pruebas suficientes. Apenas presunciones, basadas en que al banco le ha faltado plata y a otro ente le ha sobrado. Entonces, la suerte que tenga la investigación del caso Temux dependerá del juez Marcelo Muñoz y del fiscal Pablo Vignaroli, ambos designados por la administración anterior.
Otro caso es el que hemos denominado Temux-Damovo. Resulta que la contratación de la empresa Damovo para el plan de seguridad impulsado por el tándem Sobisch-Manganaro fue inicialmente objetada porque se eludió la licitación pública para un presupuesto que, en total, sumaba 50 millones de dólares. Ya entonces se habían impuesto el secreto y el ninguneo. Pero después, cuando tuvo estado público el fraude de Temux, se sumó al escándalo la noticia de que Damovo había depositado entre siete y quince millones de pesos en cuentas corrientes del BPN pertenecientes al grupo Temux.
Pero la empresa, que ha dicho que esos depósitos se hicieron en pago de trabajos confiados a supuestas -y desconocidas- subcontratistas, lo niega. Y la autoridad bancaria, que podría aclararlo todo, guarda el secreto y ningunea.
Es como para sospechar, porque la máxima autoridad bancaria, el contador Omar Gutiérrez, fue designada por la administración anterior y confirmada por la actual. El gobernador Sapag cambió a casi todo el elenco gubernamental que acompañó a Sobisch, pero al presidente del banco provincial, lo dejó. Es algo que, por así decirlo, llama la atención. Algo como para pensar que, a la vez, Gutiérrez reporta a Sapag y a Sobisch.
¿Sólo Gutiérrez? La pregunta vale porque si bien él reemplazó a Félix Racco a mediados del 2005, cuando el fraude de Temux ya se había consumado, el elenco de Manganaro continuó hasta ahora, aun en posiciones superiores como la alcanzada por Adriana Velasco, hoy gerenta general.
Por debajo siguen haciendo carrera el vicepresidente del banco, Marcelo Rodríguez, quien con su ascenso está señalando la incorporación a los cielos emepenistas de una nueva familia, que él integra junto con su hermana, la ministra de Hacienda, Esther Felipa Ruiz, y su cuñado, virtual jefe del departamento de seguros del banco, Rolando Pino.
Entre los más notables del elenco -incluidos en una lista del BCRA datada en mayo de este año- figuran el responsable de las áreas de administración y seguridad, Sergio Pintado; el de tesorería y finanzas, Carlos Maidub; el del área de comercio -y ex interventor en la sucursal del escándalo- Pablo Nogués; el del área de riesgo, Gustavo Fernández; el de recursos humanos, Gustavo Cartier.
Sería injusto no nombrar a quienes, sin estar en esa lista del BCRA por una simple omisión o porque partieron hacia otros destinos, también se han destacado en el elenco. ¿Cómo olvidar a José Oser, a Juan Pablo Bugner o a ex directores como Carlos Sandoval o Raúl Oliva?
Tampoco sería justo omitir los nombres de la síndica Ana Esteves (integrante de otra familia emepenista que no cesa de crecer), del subgerente de contaduría Néstor Pizzi, de Gabriela Naimo (trasladada de la gerencia de créditos hacia no sé dónde), del ex gerente de sistemas Julio Ruiz Rueda, del responsable del área de lavado de dinero Ricardo Sabatini, del ex gerente general Pablo Prenna.
En suma: que no se advierte en este banco ningún "cambio positivo". Ni siquiera negativo, porque todo sigue igual. Nos gustaría que nos contestaran demostrándonos que estamos equivocados, pero las esperanzas de que así sea son mínimas. Desde el interés del poder, es mejor ningunear.
JORGE GADANO
jagadano@yahoo.com.ar