Miércoles 03 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 08 y 09 > Regionales
Crudo relato de tormentos formularon Bravo y Paillalef
Fueron los primeros militantes políticos detenidos en la zona

NEUQUÉN (AN/ACE) - Benedicto del Rosario Bravo y Oscar Alberto Paillalef eran militantes de la Juventud Peronista, en Roca, y fueron los primeras víctimas de la región detenidas por motivos políticos-partidarios, que declararon en el juicio oral contra acusados de la represión en la década del 70. Hicieron ayer un crudo e impactante relato de las extremos castigos, físicos y psicológicos, a los que fueron sometidos en su paso por "La Escuelita" del Batallón 181 y los padecimientos sufridos en la cárcel de Trelew.

Paillalef ubicó en el centro de la escena como responsable de las detenciones al entonces mayor Oscar Lorenzo Reinhold. Si bien la mayoría de las víctimas y los familiares daban cuenta del militar "de intimidantes ojos claros" que los recibía en el Comando, ayer lo apuntaron como el directo responsable de ordenar detenciones y derivar a las víctimas, esposados y con los ojos vendados, al centro donde fueron sometidos a todo tipo torturas y vejámenes.

Junto a Luis Alberto Farías Barrera fueron citados también por los familiares de las víctimas, como quienes los maltrataban diciéndoles que los detenidos eran delincuentes subversivos y los amenazaban con recomendaciones intimidantes (ver aparte). "Esto que voy a decir nunca antes lo conté, ni mi a hijos. Porque no quiero infundir temor a los militantes, que pueda inhibirlos y, lo que es más grave, fomentar el odio. Yo no estoy aquí para impulsar el odio ni la venganza, sino para pedir justicia", dijo Bravo a poco de iniciada ayer su declaración, en algunas ocasiones interrumpida por la emoción.

"Cuando me llevaban a la tercera sesión de torturas, fue terrible. Como a lo largo de los días que estuve en 'La Escuelita', estaba con los ojos vendados. Me decían: ¡agachate que hay un alambre! Y me daban un tremendo patadón en el traste; me decían: ¡corré, corré...!, y me chocaba con las cuchetas; me decían: ¡saltá, que hay una acequia y me pisaban la cadena que tenía atada a las piernas.... A esa altura, sufría tanto, que ya prefería llegar de una buena vez a la sala de torturas...", relató.

Bravo era dirigente juvenil peronista y practicante católico en la parroquia. Desarrollaba actividades vecinales junto a otros militantes y cree que por eso lo detuvieron. "Lo único que hice fue firmar un comunicado repudiando el golpe (del 24 de marzo del 76)", señaló.

Comenzaron a hostigarlo con seguimientos y guardias en su casa y adonde fuera -idéntico relato hizo Paillalef-, por lo que optó por ir a la comisaría. Ahí le aconsejaron presentarse en el Comando del Ejército de Neuquén, donde quedó detenido y esposado y vendado lo llevaron a "La Escuelita". "La estrategia de ellos era que se supiera que había sido torturado, golpeado, para que la sociedad supiera qué le hacían a los que pensaban distinto", señaló. Relató, pausadamente, que lo colocaron en catre, esposado, le colocaron un cinto con botones en la cabeza y le conectaron dos cables o electrodos.

"Me mojaron y uno de los torturadores le decía al otro ¡dale máquina! Me preguntaban por el nombre de guerra... La lengua se va para adentro, se agranda y uno del dolor... ni siquiera grita, emite ronquidos...", relató ante el silencio total de la sala. A Paillalef lo citó Reinhold, a través de la policía rionegrina, a que se presentara en el Comando. "Estuve del 19 de setiembre del 76, por once días en 'La Escuelita", relató.

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