Miércoles 03 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 45 > Deportes
OPINION: Ojos cerrados, boca abierta y el arreglo

"El Mundial es la más elevada manifestación deportiva del planeta, más que las Olimpíadas, y ningún equipo sale a perder". Lo dijo ayer Joseph Blatter, presidente de la FIFA, al expresar que no abrirá ninguna investigación sobre la fuerte sospecha de partidos arreglados en el Mundial 2006.

Blatter, fiel a su costumbre, prefirió responsabilizar a la prensa de sospechar sin fundamentos y de tergiversar las declaraciones del periodista canadiense Declan Hill, autor del libro "The Fix" (El Arreglo), sobre supuestos resultados pactados en la Copa de Alemania.

El presidente de la FIFA, igual que muchos otros, hablan del tema sin siquiera haber leído el libro, que fue presentado el lunes pasado en Berlín y cuyo texto me fue anticipado por su autor, un formidable periodista de investigación que cubrió guerras en Irak y Kosovo, y realizó documentales en Bolivia y el Kurdistán, entre otros.

The Fix trata en realidad sobre la enorme penetración del mercado asiático de apuestas clandestinas en el deporte. Tras investigar la corrupción en el hockey sobre patines de Estados Unidos (la NHL), Hill se preguntó cómo se sabía tan poco sobre problemas similares en el fútbol, si éste es el deporte más popular del planeta.

Se fue a Asia, porque allí habían explotado los mayores escándalos de arreglos de partidos, especialmente en Tailandia, Malasia, Singapur y China, con cientos de arrestos y grabaciones judiciales que escuchó con atención para contar los modos más clásicos de corrupción.

Grande fue su sorpresa cuando Hill, en medio de su investigación, se encontró en Bangkok con un apostador chino que, delante suyo, le cantaba anticipadamente el resultado de un partido que se jugaba en ese mismo momento en Alemania. Peor aún, Hill casi cae de bruces cuando ese mismo apostador le dice que estaba arreglando partidos del Mundial de Alemania.

Hill viajó a la concentración de Ghana en pleno Mundial y se trasladó luego del torneo a Accra, para corroborar in situ los datos del apostador de Bangkok sobre el arreglo en el partido que Brasil ganó 3-0 a Ghana. Ese mismo hombre se vanaglorió también de haber arreglado las victorias de Italia 2-0 ante Ghana y 3-0 con Ucrania y el triunfo de Inglaterra 1-0 con Ecuador, aunque sobre estos partidos Hill aclara que no pudo efectuar el mismo seguimiento. La denuncia acusa al equipo perdedor, de caer por dos o más goles, según el acuerdo, para favorecer a los apostadores asiáticos.

Blatter se subió a ciertas confusiones en los cables de agencias de noticias para relativizar todo. Pero el libro es un documento gigantesco sobre cómo se han arreglado partidos. ¿Puede reproducirse sin más la declaración de ayer de Blatter de que jamás una selección se dejó perder en una Copa Mundial? ¿No estuvo acaso demasiado cerca la denuncia de otro libro-bomba publicado en Argentina por el periodista Ricardo Gotta sobre el escandaloso 6-0 a Perú de 1978? ¿Y el Camerún 1-Italia 1 de 1982? ¿Y, peor aún, el Alemania 1-Austria 0 también del '82, que fue publicado al día siguiente en las páginas policiales de un diario español?

Blatter, a veces, debería al menos aprender a permanecer callado.

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

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