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Un golpe de efecto | ||
Puesto que en las semanas últimas se han intensificado de manera alarmante las dudas en cuanto a la capacidad del país para honrar sus obligaciones en los años próximos debido a su aislamiento financiero, puede considerarse positiva la decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de cancelar toda la deuda, la que según ella alcanza los 6.706 millones de dólares, con el llamado Club de París -es decir, con los gobiernos de los países ricos- con reservas del Banco Central. Se trata de una medida que algunos integrantes de dicho Club han estado reclamando, no porque la creyeran idónea sino porque entendían que les permitiría a los Kirchner soslayar el obstáculo, que es tan psicológico como político, supuesto por la necesidad de contar con el aval del Fondo Monetario Internacional antes de intentar reestructurar la deuda. Ya que Néstor Kirchner hizo del FMI el enemigo público número uno, blanco de una multitud de arengas, resignarse a que sometiera las finanzas nacionales a un chequeo le hubiera supuesto al gobierno una humillación que ha preferido ahorrarse. Asimismo, no puede sino entender que los "inspectores" del FMI se negarían a tomar en serio las cifras difundidas por el INDEC, en especial las relacionadas con la tasa de inflación, lo que dificultaría cualquier intento de llegar a un acuerdo razonable con los acreedores reunidos en el Club de París. Además de mostrar que la Argentina está resuelta a pagar por lo menos una parte de sus deudas pendientes -aún no hay señal alguna de que el gobierno esté dispuesto a negociar con los "holdouts" que no aceptaron el canje propuesto por Néstor Kirchner, aunque tarde o temprano el país tendrá que hacerlo-, es evidente que Cristina quiere restaurar la relación con la comunidad financiera internacional por entender que sin inversiones privadas cuantiosas de la clase que dependen de la voluntad de los gobiernos de los países ricos de garantizar cierto grado de seguridad, y sin más préstamos que los ofrecidos a tasas de interés usureras por el caudillo venezolano Hugo Chávez, nuestras perspectivas económicas seguirían siendo ominosas. Con todo, aunque es de suponer que la decisión de pagar la deuda con el Club de París con las reservas ayudará a abrir algunas puertas que hasta ahora se han mantenido bien cerradas, de por sí no resultará suficiente como para convencer al resto del mundo de que la Argentina se ha transformado en un país confiable. Mal que le pese al gobierno de Cristina, será necesario más que gestos espectaculares para restaurar la confianza perdida. Mucho dependerá de la forma en que "los mercados" interpreten la iniciativa del gobierno. Si la atribuyen más que nada a la resistencia a dejar que el FMI examine la realidad económica nacional, los beneficios, si es que los hay, serán modestos, puesto que lejos de hacer pensar que la economía argentina está disfrutando de buena salud, creerán que hay mucho que el gobierno preferiría ocultar. Si bien las primeras reacciones han sido mayormente positivas, el que el gobierno haya optado por abonar la totalidad de la deuda a los países del Club al contado en vez de reprogramarla, como suelen hacer otros en la misma situación, habrá recordado a muchos que cuando de las finanzas se trata la Argentina no ha dejado de ser un país excéntrico en que los factores políticos, ideológicos y personales pesan más que la lógica económica. Así las cosas, no sabremos si la decisión fue acertada o no hasta que comiencen a hacerse sentir las repercusiones concretas. De llegar a la conclusión los gobiernos de los países avanzados y, desde luego, los mercados de que a pesar de su heterodoxia un tanto extraña el gobierno se ha propuesto reconciliarse con el mundo financiero internacional y que pronto se anunciarán más medidas en el mismo sentido, no habrá duda de que en esta ocasión Cristina obró bien. En cambio, de predominar la sospecha de que lo que más interesaba a la presidenta era mantener a raya a los antipáticos técnicos del FMI para que no tengan una oportunidad para hurgar en los libros de contabilidad nacional, la decisión de pagar una parte de la deuda pendiente con las reservas no bastará como para hacer de la Argentina lo que los voceros oficiales mismos suelen calificar de un "país normal". | ||
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