La semana pasada Boca vio cómo su tridente ofensivo se desgranaba y era reemplazado por otro de juveniles. Nadie se puso nervioso por eso. El entrenador Carlos Ischia lo confirmó con naturalidad y los chicos lo asumieron con la obviedad de saberse sustitutos naturales de las figuras.

Nicolás Gaitán-Ricardo Noir y Lucas Viatri no son lo mismo que Juan Román Riquelme-Rodrigo Palacio-Martín Palermo. Pero sin ellos Boca le ganó 3-0 a Huracán en la cancha de Argentinos, esa que nadie quiere visitar porque, dicen, allí no se puede jugar de lo chica que es. Pues bien, allí fue donde Boca ganó.

Viatri se parece demasiado a Román en su aspecto, pero es el reemplazante de Palermo. El domingo estrenó esa condición con un gol. Noir se parece demasiado a Palacio, en su aspecto y en su juego. No en vano es su sustituto. Y Gaitán, que ingresó en el segundo tiempo para reemplazar a Leandro Gracián, es el futuro.

No fue por azar que Boca haya jugado con tres chicos arriba ganará donde nadie (casi) gana. Es que Boca juega de la misma forma desde hace diez años. Y mal no le fue: ganó más que ninguno, acá y allá. Sumó torneos locales y copas. Nadie, salvo Ricardo Lavolpe, discutió el sistema de cuatro defensores, tres volantes, un 10 clásico y dos delanteros, uno por afuera y otro adentro.

Hace diez años, los chicos del domingo apenas daban sus primeros pasos en el mundo xeneize. Crecieron viendo cómo Guillermo, el Chelo Delgado o Palacio alimentaban la voracidad goleadora de Palermo. Lo mismo les ocurrió a Ever Banega y Fernando Gago con Mauricio Serna y primero y Sebastián Battaglia, después.

Cuando se dice Palermo, se habla de toda una década boquense. Palacio va por el mismo camino. Eso es identidad. Bianchi, Brindisi, Benítez, Tabárez, Basile y ahora Ischia la construyeron y la sostienen ¿Cuántos equipos pueden decir lo mismo?

JUAN MOCCIARO

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