MOSCÚ.- La cumbre extraordinaria que la Unión Europea (UE) celebró en Bruselas para analizar sus relaciones con Rusia quedó desplazada ayer a un segundo plano en Moscú, donde el centro de atención fue copado por las imágenes de Vladimir Putin ataviado con traje de camuflaje y acariciando una tigresa en peligro de extinción que previamente había dormido con un dardo.
"Putin pone el collar al tigre", elogia el popular "Komosomolskaya Pravda" al primer ministro en su edición de ayer. La escalada de tensión en la crisis del sur del Cáucaso queda relegada a las últimas páginas. El mensaje es claro: Moscú responde con indiferencia a la cumbre en Bruselas.
El viaje de Putin a una reserva natural en el lejano oriente ruso, a más de 6.000 kilómetros de Moscú, no podría ser una señal más clara hacia Europa, según los analistas: La orgullosa economía rusa no teme sanciones.
¿Sanciones? "No sería grave", cita el diario "Isvestiya" al "líder nacional" Putin. Rusia lleva tiempo confiando en la profunda división que reina entre los 27 en esta cuestión: "La UE es cautiva de sus complejos" o "La UE duda con sanciones", se ríe en sus titulares el diario ""Nessavisimaya Gaseta".
La posibilidad de que la UE apruebe sanciones de peso sigue quedando casi descartada: los expertos advierten que ese paso podría influir en diversas crisis internacionales como la mediación en Cercano Oriente o la misión de paz en