Muchos mexicanos recibieron con consternación el reciente anuncio de que casi el 70% de los maestros de su país no había aprobado un nuevo examen nacional destinado a evaluar si tenían la preparación básica para ser educadores.
Yo, en cambio, celebré la noticia. Lo que está ocurriendo en México podría tratarse de una de las tendencias más esperanzadoras -y menos conocidas- que están teniendo lugar en Latinoamérica. Por primera vez, ese país ha empezado a exigir que todos los maestros que se postulan para enseñar en las escuelas públicas aprueben un examen nacional. Y los deprimentes resultados del primero de ellos, al que fueron sometidos 71.000 docentes el 11 de agosto pasado, han hecho que el país tomara conciencia de la profundidad de su crisis educativa.
Hasta ahora los maestros mexicanos conseguían sus cargos gracias a casi cualquier cosa salvo sus conocimientos académicos o su capacidad didáctica. En las escuelas públicas gran parte de los educadores era elegida por el poderoso sindicato de docentes, con frecuencia tomando en cuenta sus lealtades políticas, o compraba sus cargos -lo que les garantizaba un empleo vitalicio- por alrededor de 5.000 pesos.
No es sorprendente, entonces, que México ocupe el puesto 29 entre 30 países en una evaluación reciente realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), que mide los conocimientos de lectura, matemáticas y ciencias de los jóvenes de 15 años.
Pero el 15 de mayo, emulando experimentos realizados en Chile y en otros países latinoamericanos, el gobierno mexicano firmó un acuerdo con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación por el cual ambas partes convenían someter a un examen a todos los maestros que se postularan para cubrir un cargo. Según el acuerdo, conocido como la "Alianza por la calidad de la educación", todos los cargos docentes se cubrirán de ahora en más según la puntuación obtenida por los educadores en esa prueba.
Jorge Santibáñez, un alto funcionario de la Secretaría de Educación que supervisa el programa, me dijo que México tiene más de un millón de docentes y alrededor de 45.000 nuevos cargos por ciclo lectivo. Esto significa que cada año se renovará casi un 5% del plantel nacional de maestros con nuevos docentes que habrán tenido que aprobar ese examen de aptitud y conocimientos, lo que permitirá una mejora gradual del sistema educativo en las próximas dos décadas.
"Pero no podemos darnos el lujo de esperar tanto tiempo -dijo Santibáñez-. De manera que nos proponemos ofrecer cursos de capacitación a los maestros existentes para que pasen luego por un proceso de (re)certificación en los próximos años. Estamos pensando en capacitar a unos 150.000 profesores por año -explicó-. Entre los reemplazados y los reentrenados, podríamos lograr una profesionalización de todos los docentes en los próximos siete años''.
-Pero ¿el sindicato de maestros está de acuerdo? -le pregunté. Como casi todos los otros países latinoamericanos, México tiene un sindicato de maestros políticamente poderoso que, hasta ahora, se ha resistido exitosamente a cualquier reforma significativa. Santibáñez dijo que "en principio hemos llegado a un acuerdo" con el sindicato en lo que hace a la certificación.
-¿Cómo hizo el gobierno para convencer al sindicato? -les pregunté a otros funcionarios y académicos mexicanos.
Casi todos respondieron que al sindicato no le quedaba más alternativa que negociar, dada la creciente insatisfacción pública ante los desastrosos resultados de los estudiantes mexicanos en los exámenes internacionales estandarizados. Además, la dirigente histórica del sindicato docente, Elba Esther Gordillo, tiene ambiciones políticas y no puede permitirse que se la vea como la causa del retraso educativo.
A su vez, Gordillo puede vanagloriarse ante los maestros de haber logrado una promesa del gobierno de reconstruir o reparar 30.000 escuelas de todo el país que tienen problemas estructurales o carecen de elementos básicos como pizarrones o sillas.
Según expertos internacionales en educación, Perú, Colombia y El Salvador, además de Chile, han instituido exámenes similares recientemente para evaluar a sus maestros. "Se trata de una tendencia en crecimiento -me señaló Jeff Puryear, un especialista en educación latinoamericana del Diálogo Inter-Americano, de Washington DC-. Potencialmente es algo muy significativo, porque representa un control de calidad de los maestros, algo que ningún país latinoamericano tuvo antes".
Mi opinión: es cierto que los resultados de las pruebas de los maestros mexicanos fueron espantosos. Y también lo es que el acuerdo firmado entre el gobierno y el sindicato docente habría sido mucho mejor si hubiera incluido también a los líderes del partido gobernante y a los de la oposición para garantizar así la supervivencia del programa en futuros gobiernos.
Pero, en vez de lamentarnos de que tantos maestros desaprobaran el examen, deberíamos celebrar el hecho de que por primera vez México y otros países latinoamericanos estén tomando conciencia de la baja calidad de sus sistemas educativos y empezando a hacer algo al respecto.
ANDRÉS OPPENHEIMER (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Periodista argentino. Analista internacional. Miami