Por estos días, en que se ventila en Neuquén el primer juicio oral y público a ocho militares acusados de delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar en la región, no se puede menos que recordar aquella reflexión de Hanna Arendt sobre "la banalidad del mal", a propósito de los crímenes cometidos en los campos de concentración por los nazis.
Durante las audiencias celebradas la semana que concluye, los militares que están siendo sometidos a proceso en Neuquén permanecieron impasibles ante las graves acusaciones formuladas por la fiscalía y sus rostros se mantuvieron impávidos ante los gritos y reclamos de los familiares. La lectura del listado de hechos terribles -secuestros, torturas, vejámenes, desapariciones-, en apariencia no logró conmover en lo más mínimo a ninguno de los imputados.
Cuando les tocó declarar, como si se hubieran puesto de acuerdo, todos ellos se negaron y se limitaron a expresar evasivas como "nunca hubo detenidos en el batallón"; "nunca ordené una detención"; "nunca torturé, ni maté". Nada nuevo en los juicios contra los represores de la última dictadura militar.
En 1961, la filósofa alemana cubrió para una revista estadounidense el juicio realizado en Israel contra Adolf Eichmann y utilizó la expresión "banalidad del mal" para referirse a los crímenes cometidos fríamente por aquel responsable directo del Holocausto y sus pares en nombre del Nacional Socialismo. A su conducta imperturbable frente al tribunal que lo condenó.
Lo hizo para marcar el contraste entre la actitud desaprensiva de los verdugos que ejecutaron crímenes masivos y la magnitud del genocidio que llevaron adelante. Su indiferencia frente a la fría, implacable maquinaria de muerte y horror. El carácter criminal y masivo del exterminio contrastaba -y contrastó, también en la Argentina- con su índole administrativa, rutinaria, casi burocrática.
No se ha visto hasta acá, en los pocos juicios realizados hasta ahora contra los militares y sus cómplices del Proceso, mínimas muestras de arrepentimiento por parte de los protagonistas y, sin perjuicio de que en Neuquén las audiencias recién comienzan, hay motivos para dudar de que vaya a ocurrir lo contrario.
El padre de un desaparecido, Oscar Ragni, se salió de las casillas el miércoles frente al desfile de militares imperturbables, y por un instante gritó, insultó y lloró.
Frente a la magnitud de la tragedia argentina un solo gesto de dignidad humana por parte de los responsables, por limitado y aislado que fuera, ayudaría a restañar en alguna medida las heridas. Pero aunque eso nunca vaya a ocurrir, el hecho de que los juicios lleguen hasta las últimas consecuencias es vital para que esta sociedad recupere la fe en sí misma.
No luche y vuelve
Sapag ha dejado transcurrir ocho largos meses de gobierno antes de comenzar a ocuparse de su partido. Como si de golpe recordara que existe el MPN, en los últimos días el gober
nador ha mantenido una serie de encuentros con concejales, diputados y militantes. Con todo, se ha ocupado de restar importancia al tema: "Yo gobierno independientemente de las banderas partidarias", ha salido a aclarar.
En realidad, suena muy amplio pero a duras penas logra ocultar la creciente preocupación del gobierno por las movidas que comienzan a insinuarse en el frente interno. No es para menos: aunque Sapag tiende a relativizar la importancia del partido es evidente que no lo controla, prueba de ello es que desde allí han salido a censurar en más de una oportunidad sus políticas, particularmente su acercamiento al gobierno nacional y su postura durante la denominada crisis del campo.
Quien no tiene pelos en la lengua para decirlo con todas las letras es la intendenta de San Martín, Luz Sapag. La hermana del gobernador salió esta semana a advertir que "la conducción (del MPN) es una expresión opositora al propio gobierno"; que quien mueve los hilos por detrás es Jorge Sobisch y que para el 2009, cuando se renueve la conducción, él será el verdadero adversario, vaya o no como candidato.
De paso, denunció que la candidatura de Brillo a la presidencia del partido "podría ser el continuismo de la actual conducción", digitada por el ex gobernador.
Si bien Jorge Sapag ha denunciado que recibió la finanzas provinciales quebradas y no ha dudado en realizar algunos cambios sensibles -como el desmantelamiento del Tribunal Superior de Justicia sobischista- en los hechos se ha cuidado de enfrentarse abiertamente con Sobisch, con el resultado de que éste comienza a recuperar lentamente terreno.
Puede que suene exagerado, pero bastaría echar una mirada a lo que está haciendo Sobisch desde las sombras para darse cuenta de que no lo es tanto.
Según fuentes muy cercanas al ex gobernador éste dedica sus jornadas a reunirse con pequeños grupos de simpatizantes que buscan "una contención política que el actual gobierno no les proporciona". Si bien sus colaboradores admiten que desde el asesinato de Fuentealba la calle sigue difícil para él, destacan que cada vez aparece más seguido en público. Aunque no lo dicen, seguramente confían en que la amnesia de los argentinos hará el resto.
Sobisch piensa -afirman sus allegados- que Sapag se equivocó al ceder rápidamente frente a los pedidos de aumento de los estatales y que eso le traerá más de un dolor de cabeza. Destacan que el monto de dinero que obtendrá de la prórroga de las concesiones a YPF es muy pobre, y que "parte de esa plata ya la gastó y el resto se la van a sacar los gremios".
Sobisch tiene claro -confían- que para volver necesita revalidar títulos a través de una elección y ha decidido participar de la puja por la conducción del partido "acompañado por alguna figura más joven". Dicen que, en lo que respecta a la gobernación, se siente amortizado, pero no renunciará a hacer política y a convertirse -al estilo de Duhalde- en un factor de poder en la provincia y, si puede, en el país. Para eso, el partido será una excelente plataforma de lanzamiento.
Aunque aclaran que Sobisch "no está contra Sapag", advierten que éste crítica el equipo del actual gobernador, al que considera "flojo", y a su estilo de conducción: "Hace falta que asuma que es gobernador", aseguran que dijo, en síntesis, el ex mandatario provincial.
Sobisch, en fin, sigue pensando que por el momento no es oportuna su rentrée, por eso no apareció durante el conflicto del campo, que le venía como anillo al dedo para florearse como referente de centro derecha. Pero piensa que los tiempos se precipitan y no ve tan lejano el momento de volver.
En los '70, luego de muchos años de proscripción, el peronismo acuñó la consigna "luche y vuelve", que describía el sentido de la resistencia contra la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse. En el Neuquén actual, podría invertirse el primero de los términos. En su estilo contemporizador con los fantasmas del pasado Sapag podría verse confrontado más temprano que tarde con su retorno.
HÉCTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar