A pesar de -o a causa de- sus dificultades notorias para aprovechar debidamente sus recursos materiales y humanos, la Argentina ha creado una literatura que no pueden sino envidiar muchos países europeos que son más ricos y también más viejos. Puede entenderse, pues, el estupor que ha provocado la decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de hacer del Pabellón Argentino en la Feria del Libro de Frankfurt 2010, año del bicentenario de la Revolución de Mayo, una especie de show destinado a exaltar a cuatro figuras que a su juicio encarnan la argentinidad: las de Eva Perón, el "Che" Guevara, Carlos Gardel y Diego Maradona. Es como si el gobierno optara por enviar a una reunión de científicos internacionales a un conjunto de vedettes por suponer que representarían mejor el ser nacional que cualquier cantidad de meros físicos, químicos o biólogos.
Como ha señalado en una carta que ha sido ampliamente difundida, Isay Klasse, un especialista en temas relacionados con el libro que ha asistido doce veces a ediciones anteriores de la Feria de Frankfurt como editor, distribuidor, presidente del Grupo Interamericano de Editores y vicepresidente de la Unión Internacional de Editores, la presidenta -que se encargó personalmente de seleccionar a los representantes nacionales- parece creer que se trata de una versión alemana de nuestra Feria del Libro, con una gran concurrencia del público, incluyendo a muchos adolescentes, pero sucede que la de Frankfurt -la más importante del mundo entero- es una reunión netamente profesional en la que los asistentes se dedican a comprar y vender derechos de autor. La prioridad oficial, pues, no debería ser estimular un mayor interés popular en la Argentina, sino tratar de ayudar a los escritores del país a relacionarse con las grandes empresas editoriales y agencias literarias, para que la literatura producida a través de los dos siglos últimos por nuestros compatriotas reciba el reconocimiento internacional que sin duda merece. Es factible que algunos asistentes a la feria compartan la admiración de Cristina por la primera dama transformada en política, el revolucionario, el cantante y el futbolista que en su opinión constituyen lo mejor de la cultura argentina, pero incluso quienes simpatizan con los valores particulares de la presidenta sentirán extrañeza por la voluntad oficial de promocionarlos, ya que ninguno ha tenido que ver con la industria del libro. Aunque en un esfuerzo tardío por aplacar a sus críticos, el gobierno agregó los nombres de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar a su lista de "íconos" nacionales, es evidente que sigue sin entender que Frankfurt 2010 sencillamente no será un lugar apropiado para el despliegue de propaganda política populachera que tiene en mente.
Tampoco parece entender la presidenta que tanto aquí como en otras partes del mundo Eva Perón y el "Che" Guevara son personajes muy polémicos, que muchos atribuyen la ruina de la Argentina a la influencia de Juan Domingo Perón y su segunda mujer, y que el revolucionario marxista argentino-cubano, notorio por su gusto por los fusilamientos después de un juicio sumario de sus adversarios, es todo un símbolo de la violencia política. Al elegirlos como emblemas de lo argentino, nos recordó una vez más de su propia adhesión a una ideología minoritaria que le ha ocasionado mucho daño al país. Asimismo, reflejó nuevamente su falta de interés en la literatura -el 6 de junio pasado dijo: "Yo los desafío a todos a que lean El Quijote tal cual fue redactado por Cervantes, nadie lo entendería, era otra la lengua castellana a la que tenemos hoy", lo que es un disparate digno del Carlos Menem de "las obras completas de Sócrates- , puesto que de otro modo nunca se le hubiera ocurrido que sería una idea genial sustituir en Frankfurt a escritores argentinos presuntamente elitistas por personajes más "populares". Lejos de impresionar a los editores de todo el mundo que se reunirán en Frankfurt para la feria con la riqueza y variedad de la literatura de nuestro país, de resultar el Pabellón Argentino como quiere Cristina, muchos se irán convencidos de que nuestra cultura literaria es tan pobre que el gobierno creyó necesario enriquecerla con el aporte de un cuarteto de celebridades que nunca escribieron un solo libro.