Sencillamente espectacular por donde se lo mire. Desde el corazón de un disminuido Andrés Nocioni hasta ese goleador implacable que fue Carlos Delfino, pasando por las decisivas apariciones de Paolo Quinteros y Leonardo Gutiérrez, desde eso y el silencioso trabajo del resto, la Argentina derrotó hoy a Lituania por 87-75 y se colgó la medalla de bronce en el torneo de básquetbol de los Juegos Olímpicos.
Con su principal figura, el bahiense Emanuel Ginóbili, fuera de la cancha por lesión, el seleccionado dirigido por Sergio Hernández cosechó un nuevo logro en una rica historia, la que incluye el subcampeonato en el Mundial de Indianápolis 2002 y la presea de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Impecables, así podrían definirse los primeros 20 minutos que jugó la Argentina.
El primer paso para lograrlo fue la defensa, individual durante todo ese lapso, para neutralizar la peligrosa capacidad de Lituania para ejecutar tiros de mediana y larga distancia (apenas consiguió 3 triples sobre 11 intentos).
Después todo dependió del ataque, y allí el seleccionado argentino fue bastante efectivo en la pintura, primero con Luis Scola (10 puntos), después con Fabricio Oberto (4) y algunos tiros del perímetro de Carlos Delfino, quien además durante algún lapso fue el conductor.
Sin embargo, la Argentina no pudo despegar en el marcador, porque si bien Lituania se quedó sin tiro exterior, complicó mucho con sus hombres altos en la zona de la pintura argentina, y entonces ese primer cuarto cerró con un 24-21, en favor de los de Sergio Hernández. Parejo también resultaron los primeros pasajes del segundo cuarto, en parte porque la Argentina ya no tuvo a Scola en cancha y el armado no resultó tan claro.
Pero el partido dio un vuelco a partir del tercer minuto de juego, cuando la Argentina se vistió de Lituania y comenzó a bombardear a los europeos con tiros desde la zona de los tres puntos. Leonardo Gutiérrez, con dos triples consecutivos, Andrés Nocioni, con uno, pero sobre todo Paolo Quinteros, con 3, en un lapso de tres minutos llevaron a la Argentina a sacar una diferencia de 13 puntos (44-31), que provocó la tranquilidad propia y la desesperación del rival, que a lo largo de esos 20 minutos nunca pudo encontrar su ritmo de juego.
Los primeros ocho minutos del tercer cuarto fueron espectaculares y decisivos. Durante ese lapso, la Argentina borró literalmente de la cancha a Lituania en base a una defensa asfixiante, que provocaba que los jugadores europeos no pudiesen llevar la pelota con comodidad y mucho menos llegar a posiciones de tiro efectivas.
En ataque, a diferencia del segundo cuarto, el goleo fue mucho más repartido y no se necesitó tanto del tiro de tres puntos, pero Scola, Nocioni y Delfino, fueron los que volvieron a encestar con mayor asiduidad. A un minuto 40 segundos para el final de ese tramo del partido, el tablero electrónico no sólo marcaba un resultado impensado, 68-44, sino también a una Lituania cabizbaja, entregada.
Sin embargo, en el arranque del último cuarto, la Argentina ingresó en el único bache del partido, que lo llevó a marcar sólo 3 puntos (un triple de Delfino) en casi tres minutos, mientras que Lituania gracias al goleo de Kaukenas y Maciulis comenzaba a acortar la diferencia.
Lituania llegó a ponerse 71-59, con mucho tiempo en el reloj, pero después de un tiempo muerto, la Argentina recuperó el ímpetu defensivo (resultaba conmovedor el esfuerzo de Nocioni, Prigioni y Delfino, tirándose al piso para disputar una pelota) y volumen de juego, para volver a despegarse en el marcador. Cuando el tablero electrónico marcaba un claro 80-64, a falta de 3 minutos para el final, el partido comenzó a cerrarse.
A Lituania volvió a cerrársele el aro y la Argentina fue inteligente, cuidó el balón y convirtió cada vez que se acercó al aro rival. La Argentina hizo fácil, ante un rival que había hecho un muy buen torneo, un partido que asomaba como muy complicado, ganó y se llevó, merecidamente, la medalla de bronce.
Fuente: DyN