Bajo un extenso debate, algunos no dudan en afirmar que existe toda una generación literaria post 2001. Más allá o más acá, Héctor Kalamicoy pertenece a ese grupo de escritores que en todo el país asoma su pluma.
Héctor y su hermano Gustavo, rodeados de otros neuquinos como Diego Vigna, Tomás Watkins, Alfredo Jaramillo, Cristian Carrasco, Macky Corbalán, Verónica Padín, Cecilia Eraso y más, muchos más. Estos, junto a una camioneta llena de porteños, planearon y ejecutaron los "Villancicos Vrutales" 1 y 2. Algo que definieron como un espacio donde "el rock y la literatura se mezclan detrás de una fantasía marginal: hacer aparecer en la escena pública relatos, imágenes y sonidos que se producen de manera soterrada en el panorama artístico de la Argentina post 2001".
Se trata de una generación que se nutre, entra y sale de los blogs. Que se relaciona a través de Internet, pero que jamás pierde contacto con la sociedad. En la calle, si es Buenos Aires; en la barda y el río si es Neuquén.
Kalamicoy se definió desde su perfil blogger como "proletario". Y no miente.
Porque trabajó en la producción de fruta valletana. Porque anduvo por algún supermercado. Y desde allí escribe su poesía, en cursiva y lapicera. Desprolijo y caótico. Y se lamenta, cuando pierde una página, de no tener tiempo para pasar sus escritos a una PC.
Con un trazo grueso -con realismo brutal, dicen algunos- se lleva puestas a la política y la literatura, Héctor es, dicen sus colegas, el tipo que vive como escribe.
Es de la generación de la polémica, del cambio, de la poesía. Héctor Kalamicoy, como sus contemporáneos, son parte de la corriente que discute el símbolo cultural de la época.
FEDERICO ARÍNGOLI
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