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Enérgico repudio de medio centenar de manifestantes | ||
Rostros desencajados por la indignación, gritos y lágrimas | ||
NEUQUÉN (AN) - "¡Asesinos! ¡Criminales! ¡Cobardes!" El medio centenar de personas que se agolpó sobre las vallas metálicas de contención y los dos utilitarios del Servicio Penitenciario Federal, descargó toda su bronca en gritos y lágrimas contra los ocho imputados en el juicio por "La Escuelita", cuando éstos transitaron, firmemente protegidos por los uniformados, los escasos metros que hay desde la puerta del tribunal al cordón de la vereda, de donde los subieron a los rodados. Rostros desencajados por la indignación, lágrimas en mujeres y hombres, y un nivel de tensión que superó al visto el día previo, también cuando los militares dejaron el lugar, se pudieron observar en la mañana de ayer cuando prácticamente a la carrera los imputados fueron sacados del lugar. Inés Rigo de Ragni y Lolín Rigoni, con los característicos e inconfundibles pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo en la cabeza, Oscar Ragni, padre de la única de las diecisiete víctimas de este tramo del juicio oral que está desaparecido; Francisco Ledesma, una de las víctimas que tras los tormentos sufridos en el centro de detención ilegal "La Escuelita" permaneció detenido más de cinco años, y varios familiares de víctimas y desaparecidos por la dictadura militar del 76, expresaron su dolor e impotencia al ver a los detenidos. Los imputados, que fueron saliendo uno tras otro, dudaban en trasponer la puerta al escuchar el repudio generalizado de la gente que los aguardaba. "¡Vamos! ¡Vamos!", les decían los carceleros para conducirlos hasta la combi que aguardaba con la puerta lateral abierta. "¡Cobarde, salí, no seas cobarde!", les gritaban cuando el grupo de efectivos se apretujaba para formar un cordón de protección para los militares.
Abandonaron el lugar
Una vez que los subieron a uno de los utilitarios los carceleros, rápidamente, en otros rodados similar abandonaron el lugar, menos rápido de lo que evidentemente querían, porque los manifestantes se lo impedían, con las balizas encendidas y las sirenas al máximo el lugar. "¡Hijos de puta! ¡Ladrones!", les gritaba la gente, mientras golpeaba con las palma de las manos las carrocerías de los vehículos penitenciarios. Una vez que se llevaron a los militares se observó las lágrimas en los rostros enrojecidos de los manifestantes. Fue un desborde emocional que elevó al máximo la tensión, pero sin derivar en agresión física ninguna, contra nadie ni nada. En la tarde del miércoles, al cierre de la primera jornada, los manifestantes les arrojaron agua, yerba y los vasos plásticos que habían sido utilizados a lo largo del día. | ||
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