La arrogancia que los desplaza provoca una sensación que sólo emerge en los recitales de Babasónicos: los tipos saben que ganarán el juego sin esfuerzo, por personalidad, carisma, por una cuestión de sospechada naturalidad. Lo hacen sin más, con la ayuda de un par de buenas canciones y el impacto visual que se descarga sobre un escenario que explota en una catarata de luces, poderosa y sugestiva.
Ahora bien, jamás se sabrá si es un cuestión de naturalidad, o si el secreto de la banda quizá se esconda en letras como las de "Yo anuncio", uno de los diez temas de "Mucho", el disco que presentaron los desfachatados de Lanús el lunes por la noche en el Club Pacífico de Neuquén. Dice la canción: "Por eso no quiero, que me conozcan/prefiero que inventen". Posiblemente la quintaesencia de la banda se sostenga en esta atractiva disyuntiva entre ser y parecer.
El golpe visual, el enérgico big bang lumínico explota en forma de tubos fosforescentes que amplifican la psicodelia, y se transforma en la gran atracción de un recital ajustado y meloso, encantador por momentos y cautivante.
Adrián Dárgelos, jugado a ser un galán diminuto y arrogante, larga con el potente "Estoy rabioso" y le adhiere inmediatamente su antecesor "Sin mi diablo" en un combo rockero donde se luce el Carca, el longuilíneo y trepidante cuerpo que ocupa el sitio (que no se llenará) del fallecido bajista Gabo Manelli.
"Mucho" es como un viaje retrospectivo conducido por Dárgelos y su secuaz histriónico Diego Rodríguez. Si bien el ritmo redujo su condición electrónica y baja sus pretensiones en cuanto al glamour, al menos desde los parámetros de "Infame" y "Anoche", en varios pasajes nada parece haber cambiado. Un lado B con ciertas modificaciones.
Eso sí, lo que se intensifica es esa caprichosa y personal actitud de Dárgelos de exponer ante sus súbditos cuestiones amorosas.
"Te da miedo enamorarte/perdida y locamente de mí/ Sabiendo que también me gustan las demás", canta desde "Las demás", una baladita que mezclada con "Como eran las cosas" suben al podio de lo melódico y no ahorran en melosidad poética.
Dárgelos habla poco y nada con su público, pero se comunica desde lo gestual, con señas y contoneos corporales tan sensuales como desorbitados.
Las cuerdas susurran buenas melodías y muestran el camino hacia un paraíso musical exclusivo del pueblo sónico. Un espacio donde se salta y se abraza, donde ellas mueven las cinturas adheridas al de atrás, donde las cámaras digitales toman vida propia, y donde Dárgelos es amo y señor, el último patriarca de un estirpe decidida a permanecer. Allí se escucha "Y qué", emociona "Patinador sagrado", enloquecen "Irresponsable" y "Carisma".
Y entre "Todo dicho" y "Nosotros", temas con variada dedicatoria (a Manelli y seguro que a una amante de Dárgelos), las luces se apagan para coronar al ganador.
El atractivo dilema seguirá siendo aquel de ser o parecer.
SEBASTIÁN BUSADER
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