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CONTEXTO: Desencuentros del encuentro | ||
MÓNICA REYNOSO El primer Encuentro Nacional de Mujeres se realizó en Buenos Aires en 1986, con unos pocos centenares de asistentes. El último, en Córdoba 2007, reunió a unas veinte mil participantes. Un número similar se espera congregar en Neuquén. Las cifras muestran la importancia de estas convocatorias por la libertad, la salud y el placer -cómo no- de las mujeres. Y también la prueban los progresos obtenidos en la adquisición de sus derechos. Es gracias a los profundos debates de las mujeres, que intercambian saberes y experiencias en estos encuentros, que se avanzó por ejemplo en la legislación sobre divorcio, patria potestad, cupos, violencia, responsabilidad de los padres, abuso y salud sexual y reproductiva. Como bien dicen las feministas, lo personal es político. Así que es cada vez más extenso el repertorio de aspectos que afectan la vida cotidiana de las mujeres y creciente el interés por hablar de ellos. A partir de ayer, miles de mujeres escuchan y son escuchadas en 55 talleres de, entre otros temas, ciencia y tecnología, medio ambiente, familias, re ligiones, tercera edad, barrios, trata, maltrato, lesbianismo y divergencia sexual, trabajo y desocupación. Y aborto también, claro. Existe, por miles. Aunque se practica en todas las clases sociales, es causa de muerte para las mujeres pobres. Su legalización no obliga a practicarlo. Por el contrario, contribuye a reducir la mortalidad y remedia un problema de salud pública. Reducir el formidable ejercicio de democracia y solidaridad de los Encuentros de Mujeres a los derechos conjeturales del nonato es un fraude intelectual que sustrae, deliberadamente, la realidad histórica del aquí y ahora. Y es simplemente inaceptable el agravio y los métodos terroristas, en nombre de la vida, contra quienes sostienen, con la palabra y la acción, un pensamiento honesto y razones humanitarias. De igual modo, irrumpir en una experiencia histórica de discusión horizontal con temas de actualidad, como el llamado "conflicto del campo", empobrece esa experiencia porque divide en forma artificial. Nelly Gamboa vino desde Perú a este Encuentro a pedir justicia por su hija, Sandra, violada y asesinada en un organismo público de La Plata a donde fue a buscar trabajo. Cuando relata los padecimientos que sufrió su hija, y los suyos propios en la búsqueda a la que fue dramáticamente empujada, no puede dejar de llorar. Hablarle de la soja y de la Sociedad Rural parece, por lo menos, impertinente. | ||
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