Decenas de miles de georgianos salieron a las calles de Tiflis para demostrarle a su gran vecina Rusia, el "agresor", su enorme enojo. La estrecha relación que unía a muchas personas de los dos países en épocas de la antigua Unión Soviética se ha visto duramente sacudida por la guerra con miles de muertos, heridos y refugiados.
Pero en Moscú, el proceder decidido del Kremlin fue seguido por muchos con satisfacción. La reacción más dura provino del nutrido grupo de la extrema derecha, que amenaza ahora con "atacar en sus viviendas rusas a los georgianos ilegales".
La cifra de georgianos en Rusia se estima en un millón aproximadamente, en su patria viven 4,5 millones. Tan sólo en la capital rusa tienen su hogar 400.000. Pero la diáspora georgiana en Rusia tiene ahora un miedo creciente por su futuro, pese a que el mundo intelectual, empresario y la elite cultural rusa y la georgiana están unidas desde hace décadas.
El pueblo caucásico de comerciantes consta tradicionalmente como el más unido a Rusia. Los rusos adoran el vino georgiano y el agua mineral sulfurosa de Bojorni. Con la guerra en el sur del Cáucaso, se frustran ahora las esperanzas de un próximo levantamiento del existente bloqueo comercial. Moscú había concedido, hace años, vía libre al tráfico aéreo, marítimo y de correo. Pero con el estallido del conflicto la semana pasada todo quedó parado.
"Es una catástrofe que nuestros gobiernos no se entiendan", comenta el artista Georgi Amiridse, quien vende sus cuadros en la Casa del Artista de Moscú. Desde allí se ve la Catedral del Cristo Redentor, cuyo "dueño de casa", el patriarca de Moscú Alexi II, condena los derramamientos de sangre que sacuden la república de Osetia del Sur.
Los cristianos han levantado "la mano" unos contra otros, dice Alexi II. Y exige que ambas partes se sienten a la mesa de negociaciones. Alexei II desea reforzar las gestiones con el líder eclesiástico georgiano Iliya II.
Pero el "catholicós", el máximo jefe de la Iglesia Ortodoxa georgiana, cuya influencia política en la antigua república de la Unión Soviética ha aumentado considerablemente en los últimos años, se limita a pedir por ahora oraciones de paz.
En Rusia, los representantes de la minoría georgiana intentan no seguir fomentando la tensión. Sin embargo, los restaurantes georgianos de la capital temen por sus parroquianos, después de que los diarios citaran meticulosamente los miles de millones de fortunas ganadas por algunos ricos georgianos en Rusia.
El diario "Komsomolskaya Pravda" comentó de forma envenenada: "No es ningún secreto que parte de la diáspora georgiana son ladrones profesionales". Si el movimiento de extrema derecha amenaza a la inmigración ilegal en Moscú, muchos georgianos están en peligro en Rusia. En las grandes ciudades muchos caucásicos y otros extranjeros fueron víctima este año de más ataques racistas que nunca. Los defensores de los derechos humanos se lamentan de que el gobierno no haga más en contra del creciente racismo.
Para los georgianos Rusia es, desde hace muchos años, una segunda patria, sobre todo debido a su conocimiento del idioma ruso desde la época de la Unión Soviética. "Rusia no es un socio para Georgia, sino el Iván que nos amenaza", comenta Tea, de Tiflis.
Georgia es un país europeo que quiere elegir libremente su futuro, subraya Tea. Muchos en Tiflis se preguntan por qué Occidente ha ofrecido "tan poco apoyo" durante la guerra.
ULF MAUDER
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