Viernes 15 de Agosto de 2008 Edicion impresa pag. 46 > Deportes
OPINION: La tregua olímpica

"China -afirmó este miércoles ante el Senado de París el Dalai Lama- ha violado la Tregua Olímpica". Chocolate por la noticia.

El líder espiritual de los tibetanos, que es elegido por mandato divino, tal vez tenga más motivos para creer en la Tregua Olímpica, una de las tantas ilusiones que nos vende el Comité Olímpico Internacional (COI). La Tregua Olímpica, siguiendo la costumbre de la Antigua Grecia, que detenía las guerras para celebrar sus Juegos, es firmada en la ONU por casi todos los países y significa, en teoría, que no habrá conflictos bélicos mientras duren los Juegos. Una tontería. ¿Acaso el COI sancionó como miembros olímpicos a Rusia o a Georgia por la guerra que estalló en la región separatista de Osetia del Sur? Los Señores de la Guerra, en realidad, son invitados especiales del COI. Se los vio en el Palco VIP del Estadio Nido de Pájaro durante la increíble ceremonia de inauguración de los Juegos. Al lado del líder ruso Vladimir Putin, estaba, entre otros, George W. Bush, hablándole a los chinos de libertad y derechos humanos. "¿Justo él? ¿Es que Occidente no tiene otra persona más creíble?", me dice por correo electrónico desde Pekín un colega chino.

El COI, cuyos miembros ingresan por cooptación y tiene apenas quince mujeres entre sus más de cien integrantes, no es un ejemplo de democracia. El COI pretende un mundo unido y fraterno. La democracia, justamente, consiste en aceptar el disenso. El COI no los niega. Pero exige que, mientras duren los Juegos, todos juguemos a que somos buenos vecinos, pensamos lo mismo y terminaremos siempre abrazados luego de la competencia. El dopado con el honesto. El millonario de la NBA con la atleta iraquí. El de zapatillas personalizadas con la que va a los Juegos justamente para que al menos le regalen zapatillas de marca. Total, al podio subirán siempre los mismos. El club de las potencias al que ahora ingresa definitivamente China sabe que tiene reservado los mejores podios. Y que, cada tanto, subirán algunos pobres para confirmar la idea de universalidad.

Leo en estos días "Berlin Games", del inglés Guy Walters, sobre la complicidad del COI al darle a Hitler la organización de los Juegos de 1936 en la Berlín nazi. Hay un patético intercambio de cartas entre un funcionario nazi y Avery Brundage, que entonces era presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos y luego lo fue del COI. Parece que se pelean. Pero luego ambos terminan abrazados en el ideal deportivo. La raza de los deportistas es tan pura, tan higiénica, tan hermosa, dice Coubertin en una carta, que entonces, responde el funcionario nazi, entra en plena línea con el nazismo y su idea de la raza superior. El COI se tapó los ojos ante Hitler como se los volvió a tapar ahora con China. Aún así, el movimiento olímpico se erige en una instancia superior de la humanidad. Y pretende que todos juguemos sus Juegos. Y que mientras todos miramos y nos conmovemos con el esfuerzo de los atletas, aún con los de cuerpos de laboratorio, ellos aprovechan la distracción para contar billetes y coquetear con el poder.

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

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