Lunes 11 de Agosto de 2008 Edicion impresa pag. 13 > Regionales
LA SEMANA EN BARILOCHE: Hierro caliente

Hace años, muchos años, que no existe en esta ciudad un inicio de las clases sin sobresaltos. Algunas veces es la protesta docente por bajos salarios, pero muchas otras la precariedad de los edificios escolares y la demora en los arreglos lo que deja a cientos de chicos sin actividad hasta entrado el otoño.

El muestrario de excusas es amplio y variado, pero lo cierto es que la imprevisión, la falta de presupuesto o la incapacidad de las empresas contratistas suelen impedir que todos los pibes comiencen las clases a un tiempo, como debería ser.

Durante el año tampoco faltan los problemas. Es un penoso hábito el de los establecimientos que revelan las roturas de calefactores y calderas cuando son sometidos a un uso intensivo o la porosidad de los techos ante las primeras lluvias, como ocurrió este año en la señorial escuela 16.

En ese complicado panorama está decidido a sumergirse el intendente Marcelo Cascón, quien ya durante la campaña preelectoral anunció su propósito de municipalizar el mantenimiento de las escuelas.

La idea topó hasta ahora con la abierta oposición del gremio docente y de la Asamblea por la Escuela Pública, que integran padres y educadores interesados en garantizar los 180 días de clases. El SOYEM también se pronunció en contra y hasta ahora la única aprobación pública al proyecto de Cascón fue esbozada por el ministro de Educación, César Barbeito.

De ingresar en el nuevo régimen, el municipio recibiría de la provincia una suma fija de dinero mensual para hacerse cargo del mantenimiento y las reparaciones menores en los casi 80 edificios escolares de Bariloche.

Ante la catarata de objeciones, Cascón recapituló y dijo que no está dispuesto a "entrar en la casa por la ventana si el dueño no quiere".

Hasta aquí, más allá de que Barbeito reivindicó las "importantes inversiones" de los últimos dos años, está visto que la precariedad es generalizada y son muy pocas las escuelas sin carencias ni problemas.

A veces con la prevención no alcanza, porque las roturas, goteras, taponamientos y otras desventuras se suceden muchas veces en los edificios más nuevos. Signo éste de que en las últimas dos décadas la necesidad de sumar bancos de cualquier manera y al menor costo posible atentó contra la calidad de las construcciones.

Han existido casos en los que un simple reemplazo de calefactores deteriorados -que presupone invertir unos cientos de pesos y un par de días de trabajo- termina en el descubrimiento de pérdidas de gas, instalaciones no declaradas y la consecuente clausura de Camuzzi. La secuencia sigue con semanas de clases perdidas y costosos arreglos en gran escala para que la empresa de gas vuelva a habilitar.

Si Cascón aspira a tomar ese hierro al rojo debería asumir que el problema de fondo no es sólo la eficiencia operativa sino la estrechez presupuestaria.

Algunos de sus críticos han desconfiado con fundada razón de que el municipio pueda cumplir la tarea mejor que la provincia, cuando las calles bajo su responsabilidad están sembradas de pozos y abundan en la ciudad los espacios públicos de estética impresentable.

Más allá de la buena voluntad, son el contexto y los antecedentes los que tornan inviable el proyecto de Cascón. Hace cuatro años su antecesor Alberto Icare se empeñó en reparar dos escuelas a modo de "experiencia piloto" y terminó en fracaso completo.

La aprensión de la Unter y de algunos padres tiene que ver con un rechazo conceptual a la descentralización. En los hechos, la transferencia de escuelas de la Nación a las provincias en los primeros 90 fue el paso inicial de una degradación que no termina.

El riesgo de delegar una parte de la responsabilidad en los municipios es avanzar en la atomización y profundizar sus consecuencias sobre la calidad educativa.

¿Qué obstáculo habría entonces para dar un paso más y derivar el mantenimiento escolar a las directoras o a las cooperadoras, que están aun más cerca del problema que los municipios? Sería la mejor forma de asegurar un modelo con escuelas de primera y de segunda, como ya ocurre hoy -ausencia del Estado mediante- en barrios y comunidades con distinta capacidad económica.

La mejor manera de garantizar eficiencia es con recursos, transparencia y funcionarios idóneos. La provincia demostró pobres resultados en esa crucial misión, pero el municipio tampoco es garantía, porque no habrá solución mientras la única prioridad sea que cierren las cuentas.

La unidad estructural del sistema educativo, aun en asunto tan ajeno a los pedagogos como la de asegurar edificios dignos, es garantía indispensable para que la construcción del conocimiento no dependa de ningún voluntarismo y asegure la igualdad de oportunidades.

 

 

DANIEL MARZAL

dmarzal@rionegro.com.ar

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