Lunes 11 de Agosto de 2008 Edicion impresa pag. 10 > Regionales
"Buscábamos a los desaparecidos con vida"
Recordó el accionar de los represores. La APDH ofrecía una puerta donde golpear.

NEUQUÉN.- "Todo el tiempo buscábamos a los desaparecidos con vida", dijo Noemí Labrune, una de las fundadoras de la APDH en Neuquén, en un diálogo franco con "Río Negro" en el que explicó quiénes son los imputados que están a las puertas del juicio oral y público.

Los acusados el teniente coronel (r) Oscar Lorenzo Reinhold y el mayor (r) Luis Alberto Farías Barrera, eran los interlocutores militares ante los cuales reclamaban en el Comando por las víctimas de la represión; mientras que otros, como el teniente coronel (r) Mario Gómez Arena, el médico y los oficiales y suboficiales de inteligencia, eran los "tapados", que "sabíamos que estaban y lo qué hacían, pero no sabíamos quiénes eran", dijo.

Jefes militares ante los cuales debieron ir ante situaciones más complejas para dejarle un reclamo por escrito, como el general José Luis Sexton, ya fallecieron. "El tema nuestro era pesar que supieran que no teníamos miedo, que sabíamos de los secuestros, y que la población estaba tratando de pararlos".

Describió que "cuando en junio (de 1976) hubo ese gran operativo en Cutral Co con muchos detenidos, varios desaparecidos y torturas espantosas, ya éramos la filial Neuquén de la APDH. Recibíamos la denuncia de las víctimas, acompañábamos a hacer el hábeas corpus e íbamos al Comando. Allí nos recibía Farías Barrera, que era un tipo ladino y apocado, que nos trataba de conformar y que ocupaba una de las cuatro jefaturas de la brigada: tenía poder y responsabilidad, pero decidía no aparentarlo", dijo Labrune.

Cuando a Farías Barrera parecía no importarle el planteo, la comisión buscaba hablar con el jefe de inteligencia, el mayor Reinhold. "Allí era el despliegue de prepotencia, y de toda la técnica aprendida como parte del terror: nadie podía estar exento de tener mucho miedo, porque el miedo les ayuda", detalló.

Labrune, su marido Cristian y una mujer española que era de Cipolletti iban a las entrevistas con Reinhold "que nos atendía con el arma encima del escritorio, y nos fulminaba

con la mirada: parecíamos nosotros los acusados. Preguntábamos dónde estaban los que se habían llevado y recibíamos una serie de arengas de este hombre de ojos azules, criminales, de mirada penetrante que ahora está gordo y esposado y que no parece el mismo, pero que nos daba miedo. Con mi esposo nos dábamos la mano por debajo del escritorio de Reinhold, para que no se diera cuenta; porque él trataba de perforarnos con la mirada", dijo.

Labrune recordó haber ido al menos tres veces a interceder ante Reinhold para que le diera un medicamento esencial a un joven de 16 años que los militares habían secuestrado y estaba detenido en la U9 hasta que se le curaran las heridas de la tortura. "El decía con tono marcial: no se preocupe, se le suministrará; y luego su mamá lo iba a ver y nunca le habían dado los medicamentos".

En 1984, el adolescente ya hecho hombre, dio su testimonio ante la Justicia.

Detalló que con el respaldo del obispo Jaime de Nevares, lograban llegar a Sexton para dejarle un memorando o un reclamo por escrito; quien como si fuera un rector universitario "nos decía en tono doctoral: esos muchachos han tomado el mal camino".

El miedo no les paralizó. "Había un montón de compromisos tomados: todo ese tiempo buscábamos a los desaparecidos con vida: había amigos, los que conocíamos y los que no habíamos conocido. Teníamos en claro que no había que aflojar, ni un paso atrás, hasta que aparecieran con vida. Creo que hay una diferencia entre tener miedo y entregarse al miedo, entre tener miedo y dejarse aterrorizar; por una cuestión de personalidad, pienso que la actividad otorga una defensa mayor contra el miedo que si te quedás en tu casa esperando que pase lo peor", dijo.

Esta mujer decidida y de apariencia pequeña tornó su rostro amable al tono adusto sólo cuando describió los encuentros con los represores en 1976. Recordó que 20 años después en Bahía Blanca, llevaron las pruebas para presentar en la Justicia, y durante la instrucción supieron de los otros responsables.

"Sabíamos de Reinhold y de Farías Barrera, pero había una cadena de mandos que existía y a los que no le conocíamos las caras (durante la dictadura) los conscriptos se acercaban al Obispado a decir que estaban pasando cosas horrorosas, que escuchaban gritos y quejidos cerca del alambrado" del Batallón 181, dijo Labrune en referencia a los primeros indicios que tuvieron del centro clandestino de torturas.

Un fotógrafo uruguayo guardó para la APDH una foto de un hombre de barba, que vestía de civil, pero era un militar importante. Luego los ex-conscriptos lo describieron como el jefe del destacamento de Inteligencia. "Era el responsable directo del centro clandestino, era un tapado", dijo Labrune al hablar de Mario Gómez Arenas.

 

SHIRLEY HERREROS

diariorionegro@neunet.com.ar

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