La escena parecía la de una guerra civil: destellos de luz iluminaron el cielo nocturno sobre Kuqa, mientras fuertes detonaciones hicieron temblar los cristales de las ventanas. Una y otra vez se oía fuego de armas. "Aquí hay algo fuera de control", ilustraba asustado el drama vivido en la ciudad del norte del desierto del Taklamakan un huésped extranjero en un hotel durante una conversación telefónica con Pekín.
Las fuerzas de seguridad chinas en la convulsa región en el noroeste del país están totalmente sorprendidas por la costosa preparación, la cuidadosa planificación y la dimensión de los ataques con bomba en esta ciudad-oasis. Los objetivos principales de los ataques fueron una gran estación de la policía y otros edificios de las fuerzas de seguridad y administrativas.
La histórica ciudad de Kuqa se encuentra en el borde del desierto Taklamakan y en el pasado fue un importante centro comercial de la antigua ruta de la seda.
Pese a que oficialmente se quiere quitar importancia al incidente, el shock es grande.
Como creen los responsables de los Juegos Olímpicos en Pekín, y también los grupos uigures en el exilio, no existe necesariamente una relación entre los incidentes en Xinjiang y la cita olímpica. El pueblo turcomano de los uigures no tiene nada contra los Juegos Olímpicos, sino contra los dirigentes chinos, como anunció su líder exiliado.
Así, el portavoz de los uigures, Dilxat Rexit, no se mostró sorprendido por la violencia, incluso aunque la rechace: las causas son la discriminación política, económica y cultural de los uigures en Xinjiang, dijo en un Congreso mundial de los Uigures en Munich. "El gobierno y las empresas están en un 90 por ciento en manos chinas". Antes de 1949, cuando los comunistas incorporaron a esta región tras la fundación de la República Popular China, apenas había chinos en Xinjiang. "Hoy los uigures parecen una minoría, sobre todo en Ürümqi", afirma Rexit. "La tasa de desempleo es alta. Los uigures no pueden encontrar trabajo tras terminar sus estudios universitarios".
En los años '60 Pekín culpó a la vieja potencia colonial, Gran Bretaña, tras la resistencia uigur. En los años 70 situó en esa posición a la Unión Soviética, en los '80 a Occidente y tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, a los radicales islamistas.
"Tienen explicaciones distintas para los disturbios en Xinjiang", afirma Rexit. "Pero desde que los chinos dominan a los uigures el pueblo nunca dejó de resistir", señala. (DPA)