• Más del camino a Cochamó. Apenas asumió a principios de junio de 1911, en San Carlos de Bariloche, el Jefe de la Policía Fronteriza de Río Negro, Adrián del Busto, debió afrontar las consecuencias de las persecuciones que emprendió su similar del Chubut. Noticias exageradas daban como cierto la inminente llegada de 40 bandoleros al Nahuel Huapi. Inmediatamente y para salir a “batir la cordillera”, Del Busto fue en busca del sargento voluntario Cirilo Sosa, un tropero santafecino que, frente al lago, se había casado con la chilena Carolina Oyarzun. Sosa la dejó con su pequeña hija y fue a ensillar, sin saber cuándo volvería. Del Busto había dejado a su familia en Buenos Aires. Partieron. Pero no hay pruebas de que hayan cruzado desde El Manso hasta aquella población chilena bañada por aguas del Pacífico. Sí es cierto que Del Busto estuvo investigando en Puerto Montt y Cochamó en busca de la identidad de los bandidos fichados. Buscó acercar posiciones convergentes al interés común de perseguir el delito, y al regreso redactó un relato las gestiones que llevó a cabo en Chile, y enseguida la remitió al ministro del Interior. Lo hizo por medio de la carta que suscribió el 9 de agosto de aquel año 11. Estos temas fueron detallados en diferentes notas de esta página en años anteriores y sumaron no menos de 25 ediciones. Trataron de “las policías fronterizas”, pero ahora se evoca estrictamente un par de datos referidos al camino de Cochamó, solamente. Vale aclarar que Del Busto intentó combinar los esfuerzos de policías de ambos países para afrontar la proliferación del bandolerismo, pero fracasó. • Menudo y corto de vista. Del Busto, de físico menudo y corto de vista, objetado por sus subordinados de la Armada y enfrentado con su igual Mateo Gebhard, jefe del similar escuadrón del Chubut, le valió más tarde cierto descrédito y ser separado de su cargo. En Buenos Aires no se ahorró descalificaciones frente el ministro contra su igual Gebhard, pero no evitó su defenestración del cargo policial. Rogó, sí, mantenerse en algún puesto, aludiendo ser padre de familia. Fue remitido a un puesto burocrático en Misiones, a donde marchó con esposa e hijos. Por nostalgia de su familia mayor, desde Posadas escribía saludos en tarjetas postales enviadas a sus hermanas. Pero en 1915 renunció. • Expediente y precisiones. En su nota del 9/08/1911 al ministro del Interior Indalecio Gómez, Del Busto se propuso robustecer las justificadas razones existentes para que se le proveyera de personal, uniformes y armamentos (no le iba a ir muy bien). Aludía a la batida desde el lado argentino de cuatro bandidos en el camino de El Manso a Cochamó. Las precisiones son limitadas. Hay pocos documentos y cruzadas versiones orales. Es cierto que carabineros chilenos también acudieron a Cochamó donde sobrevino una balacera, es decir, al extremo del sendero que unía con El Manso. De la refriega cayó muerto el carabinero Abdón Romero. La nota de Del Busto a Indalecio Gómez con estas referencias se guardan en el expediente 7201 (del legajo 30, año 1911) de la sala Ministerio del Interior (Archivo General de la Nación). Otros muertos cayeron en el mismo sendero. • Bandidos de frontera. Las dos muertes de cada bando –bandoleros y policías–, que datan de la misma época, dejaron sus huellas. Quien esto escribe estuvo en los lejanos lugares donde cayeron. La tumba del bandido Basilio Pozas está cerca del hito limítrofe en el Paso El León, en la zona donde por muchas décadas vivió la familia Bahamonde, otros cuatreros cayeron “en lo de Aguilar”. En la tumba de Pozas, el chileno Luis Aníbal Monteros sostuvo que la tradición oral dice que fue enterrado vivo, ya que al día siguiente asomaba una mano del finado. Pozas pasó a ser objeto de tributos y ruegos, y considerado milagroso. Cordillera de por medio, en Cochamó, fue donde 7 temucanos se enfrentaron con la reducida patrulla chilena que se preparaba para cerrarles el paso. Cayó muerto el carabinero Abdón Romero, y durante años hubo una cruz que lo recordó en la casi agreste esquina de Cochamó y Catedral. |