| En “Leonera”, su quinto filme, Pablo Trapero vuelve sobre aquello que lo distingue y que con tanta solvencia resolvió en “El bonaerense”: la historia de un destino cruzado por el contexto social que lo determina y reduce su margen de maniobra. La cinta, que se estrena hoy en los cines de la región y viene de participar en el Festival de Cannes, cuenta la historia de Julia (interpretada por una solvente Martina Gusmán en su primer protagónico cinematográfico), una joven de 25 años que despierta en su departamento junto a dos hombres ensangrentados, uno de ellos muerto, sin conciencia de lo que sucedió la noche anterior. Encarcelada en una unidad penitenciaria para mujeres con niños, el relato de “Leonera” comienza tras las rejas y narra la relación de Julia con su hijo recién nacido y los modos y las características de su crianza en cautiverio. El realizador, que surgió en 1999 con “Mundo grúa”, transformándose en uno de los símbolos del Nuevo Cine Argentino, retoma el nudo de los planteos que con tanta claridad resolvió en su segundo filme luego de películas más alcanzadas por otros intereses: la dinámica familiar en uno de ellos (“Familia rodante”) y la soledad en otro (“Nacido y criado”). Aunque ahora, a diferencia de “El bonaerense”, lo hace no sólo tras rejas sino planteando un universo exclusivamente femenino, una suerte de mundo sin varones, un gineceo marginal y autosuficiente, donde lo masculino es, muchas veces, una característica propia o un mal recuerdo. Historia densa y cargada la de “Leonera”, la tensión narrativa de Trapero parece afilada al máximo para ir describiendo un proceso que no evita etapas sino que va cumpliendo los ritos esperados pero sin caer nunca en lo obvio o el cliché y manteniendo la particularidad de los personajes y las situaciones a salvo. La orfebrería del realizador alcanza una particular destreza tanto para ir dando cuenta de los cambios que se van produciendo en la vida de su protagonista, como para ir pintando el mapa completo de un drama de alcances más generales. El mundo de la cárcel no parece de estampa ni de registro sensacionalista sino que se transita con sus fisuras y quiebres, atento a los pequeños gestos que revelan la complejidad del fenómeno. Si Gusmán se luce en su papel de una chica de clase media que debe acomodarse y aprender a vivir en un contexto impensado sosteniendo sus marcas de origen, es también notable el papel de Laura García como Marta, su partenaire y protectora en el pabellón. (Télam) | |