La situación a la que voy a referirme no es realmente un texto cortaziano, pero su final puede ser imprevisible. La primera noticia de un periódico chileno hace algunos días fue escueta: "El ex fiscal militar de Pinochet, Alfonso Podlech Michaud, fue aprehendido en España, en el aeropuerto internacional de Barajas, minutos antes de que el avión despegara con destino a la República Checa". Dicho personaje, actualmente empresario turístico y profesor de Derecho de la Universidad Mayor de Temuco, es requerido en Italia por la investigación que llevan a cabo los tribunales de ese país por la desaparición del ex sacerdote Omar Venturelli Leonelli, ocurrida en 1973, cuando Podlech era fiscal militar de la provincia de Cautín (IX Región). El caso fue derivado a un juzgado de Madrid y el juez Baltasar Garzón envió a este hombre de 73 años a una cárcel común ubicada en las afueras de esa ciudad. Por supuesto que no es una cárcel-hotel cinco estrellas como las de sus colegas de Santiago.
Esta noticia me conmovió profundamente. Con Omar fuimos compañeros y colegas en la Universidad Católica de Temuco y en el Liceo de Gorbea. Ambos formábamos parte del equipo de fútbol de la universidad y hacíamos diferentes trabajos comunitarios en las diversas poblaciones de la ciudad. Más allá de las diferencias ideológicas y estratégicas, coincidíamos en la transformación estructural de nuestra sociedad a través de las vías del socialismo y del presidente Salvador Allende.
Omar pertenecía al Movimiento Cristianos por el Socialismo y su prédica se centraba fundamentalmente en la apuesta por una indisoluble fidelidad a Jesús y al mundo de los oprimidos. Esta organización había surgido en Chile en 1971 en el contexto político ya señalado con el propósito de sumar la fuerza de los cristianos en esta instancia histórica trascendente. Se ponía en práctica una lectura diferente del Evangelio que alimentaba ideológicamente la lucha por un cambio de la historia a favor de los excluidos.
En relación con este tema, David Fernández, autor de "La Iglesia que resistió a Pinochet", escribió: "El Movimiento Cristianos por el Socialismo abre una etapa de dos años que ha marcado profundamente la historia de la Iglesia chilena, hasta el punto que la jerarquía todavía no ha terminado de procesar el trauma que para ellos supuso este movimiento".
Lo cierto es que la historia del ex fiscal militar es bastante complicada. Su accionar lo ubica como un puntal represivo importante de la dictadura de Pinochet. Él mismo se ha jactado de su encuentro con el jefe de la Caravana de la Muerte, general Sergio Arellano, cuando apareció por Temuco en octubre de 1973. Su paso dejaba tras de sí horror y muertes. Durante esos días desapareció Omar Venturelli.
En el período en que Podlech ejerció el cargo de fiscal militar en el regimiento Tucapel, la noche del 2 de octubre de 1973 fueron asesinados varios dirigentes políticos de izquierda y algunos funcionarios de la ciudad de Temuco; entre otros, Ortigosa, Daniel Mateluna, Pedro Ríos y Guido Troncoso.
En fin, el legajo del ex fiscal militar y hoy empresario turístico es llamativamente frondoso ; es de esperar que la Justicia internacional sepa juzgarlo como lo merece y que no se repita el show de Pinochet cuando fue detenido en Londres.
El sistema judicial italiano establece, en primera instancia, una denuncia penal a cargo de un fiscal quien, luego de un complejo proceso de investigación y recopilación de antecedentes, interpone una acusación formal que es recepcionada por un tribunal integrado por ocho personas, entre ellas, dos magistrados. Una de las singularidades de este régimen es que el juicio puede efectuarse por delitos cometidos en cualquier punto del planeta contra ciudadanos de ese país; es el llamado juicio por "derecho de sangre".
Omar había nacido en Chile pero sus abuelos eran originarios de la península. De frente amplia, atlético, franco en su expresión y en su actuar, siempre nos sorprendía con una frase irónica o un abrazo fraterno. Es doloroso recordarlo hoy. Todo parece una burda mentira. Lo terrible es que se trata de una terrible realidad. Sólo la memoria histórica tiene la posibilidad de redimir. Ella es algo más que un concepto historiográfico. Su reconstrucción es necesaria para el descubrimiento de la verdad y la aplicación de la justicia. "Quienes dicen que recuperar la memoria histórica es reabrir heridas tienen complejo de culpabilidad y no saben de lo que hablan", escribió Francisco Etxeberría Gabilondo, último galardonado del Premio Gipuzkoa de Derechos Humanos.
EDUARDO PALMA MORENO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Escritor y magíster en Ciencias Sociales