Las estadísticas indican que históricamente el mes de julio resulta el más frío del año. Es el que reporta los valores promedios más bajos de temperatura, la mayor frecuencia de ocurrencia de heladas. En el caso de la cordillera, junto a junio son los dos meses que tienden a reportar la mayor ocurrencia de nevadas.
Pero lo que llevamos transitado del presente invierno dista sobremanera de lo que se registró justamente en el año anterior. Hasta podríamos decir que son el día y la noche. Julio se ha ido con muy pocas situaciones que aportaron nieve consistente en la cordillera, heladas mucho menos intensas que años anteriores, y días con valores de temperatura por encima de los 18 a 20° C en varias oportunidades.
La pregunta, desde lo meteorológico, que podemos realizarnos, sería: ¿por qué este invierno ha sido sustancialmente más templado que el anterior?
En primer término se puede indicar que todas las irrupciones de aire frío que alcanzaron el norte de la Patagonia fueron de corta duración, extremadamente dinámicas. Con ello, los fenómenos asociados y el descenso de temperatura se han acotado a pocos días (por lo general no más de dos), y la recuperación posterior resultaba muy rápida.
Al ser tan rápidos los pasajes de aire frío ha ocurrido reiteradamente que los sistemas de alta presión, asociados a las heladas más intensas, se han movido también con rapidez sobre la región, no dando lugar a enfriamientos tan extremos como en el año anterior.
Pero para tener una magnitud real de lo cual ha sido la situación dominante durante lo que va del invierno, es necesario analizar el patrón de movimiento atmosférico con mayor perspectiva. Tanto en el océano Atlántico como en el Pacífico se ubican dos grandes sistemas de alta presión semi-permanentes que están relacionados con la circulación atmosférica a nivel planetaria. Estos dos sistemas de alta presión son muy importantes para el comportamiento climático sobre nuestro país. Su posición relativa es fundamental para permitir o no el ingreso de aire frío hacia el centro del país. Es interesante destacar que ambos centros de alta presión semi-permanentes tienden a seguir el movimiento aparente del Sol durante el año. Es por ello que hacia el invierno tienden a desplazarse hacia el norte. Con ello, permiten que el aire más frío que se mueve desde la zona polar pueda movilizarse hacia el norte y alcanzar la zona central del país y obviamente el norte de la Patagonia.
En esta temporada, estos dos sistemas de alta presión no han avanzado fuertemente al norte, y al mismo tiempo se han mantenido muy intensos. Con ello, hicieron que el movimiento de aire frío pocas veces alcance con fuerza la zona central del país, y se viera obligado a moverse rápidamente de oeste a este. De allí el dinamismo de las masas de aire que describíamos más arriba.
Sí se ha sentido un invierno muy crudo en el centro y sur de Santa Cruz donde se han reportado varias situaciones de heladas realmente muy intensas y persistentes. Por el contrario, la zona central del país, del río Colorado al norte, ha sido cubierta por masas de aire templado a cálido en varias ocasiones. Un detalle relevante es lo ocurrido en zonas como la provincia de Chaco o Santiago del Estero. Allí el año anterior se reportaron varias situaciones extremas con heladas que en algunos casos resultaron históricas con valores por debajo de los 7 grados bajo cero. Como contraste, este año, casi no ha helado, y de hecho se han reportado tanto en junio como julio varias jornadas con temperaturas por encima de los 30° C.
En el caso del norte patagónico, aunque el efecto es más difuso, ha tenido participación en toda esta situación, el fenómeno de La Niña. Si bien el mismo se ha retraído hasta su desaparición en los últimos meses, su influencia tiene una inercia que recién tenderá a desaparecer en los próximos meses. Es altamente probable que hacia el verano tiendan a reportarse más condiciones de inestabilidad que en temporadas anteriores.
Datos reales
Resulta por demás interesante recurrir a las estadísticas para poder comparar este pasado mes de julio respecto de años anteriores. Como ejercicio complementario, analizamos la cantidad de heladas reportadas luego en los meses de setiembre y octubre de años anteriores.
Los datos corresponden a la estación automática que opera en la Experimental Alto Valle del INTA.
El análisis de lo ocurrido en los últimos cinco años nos permite sacar algunas conclusiones, que no son para nada terminantes.
Claramente el 2007 representó un año mucho más frío que los anteriores. El promedio de temperatura resultó sensiblemente inferior a los demás, entre 2 y 3° C por debajo. Los valores de mínimas absolutas contrastaron con el resto de los años representados en la tabla.
Un detalle interesante es que el 2004 - el año con la temperatura absoluta más alta para julio en el período considerado - fue el año que más días con heladas tuvo en setiembre.
Volviendo a los valores de temperatura promedio, julio de l2008 ha sido el segundo más cálido después del 2006.
A la hora de analizar la realidad de este año, y apuntando hacia la cordillera, es relevante plantearse algunos interrogantes. Si el hecho de que la escasez de nieve, o su aparición en cotas cada vez más altas tendiesen a transformarse en una realidad recurrente con el paso de los años, ciudades como Bariloche o San Martín de los Andes estarían preparadas para rearmar su oferta turística.
Estos cambios pueden ser realidad en no muchos años más.
Tal vez es hora de planificar ante un escenario de esas características a destinos que históricamente, más allá de su gama de opciones, atrajeron por la nieve.
ENZO CAMPETTELLA