Con un 99% de musulmanes, las minorías religiosas son muy apreciables en Afganistán. Entre ellas se cuentan algunos siks y un par de hindúes, así como un pequeño número de cristianos conversos. La comunidad más pequeña de la república islámica no es siquiera una comunidad, porque está formada por una sola persona. Sabolon Simantov es el único judío que queda en Afganistán. Y a sus 48 años no tiene pensado abandonar su solitario puesto. Simantov vive solo en la única sinagoga de Kabul, que también custodia. Por fuera no hay nada que indique que se trata de un templo, una estrella de David ni un cartel que marque este edificio en la calle Flores, en el centro de la capital afgana.
En el edificio gris, que vivió mejores tiempos, Simantov ocupa una habitación al lado de la cocina. Sobre la alfombra tiene un colchón y una caja de cartón sirve de mesa a una pequeña televisión en una esquina. Sobre la mesa hay una vieja radio a transistores.
En la pared vacía de adornos cuelgan dos objetos que reflejan las dos caras de la vida de Simantov. Hay un calendario que sigue la tradición afgana, según el cual estamos en el año 1387, y a su lado uno religioso judío. "Soy el último representante de la comunidad judía aquí", afirma. "Pero a la vez soy un auténtico afgano". Y es un experto en sobrevivir.
Simantov nació en 1959 en Herat, una ciudad del oeste de Afganistán donde en ese entonces vivían -relativamente- muchos judíos. Pero con los años, la mayoría emigró a Israel o a Estados Unidos.
Afganistán vivió tiempos peligrosos. En 1973 fue derrocado el rey Sahir Shah, en 1979 llegó la invasión del Ejército Rojo, cuya misión era proteger del colapso al régimen marioneta comunista. Simantov fue el último de su familia en abandonar el país poco antes de la caída en 1992 del presidente comunista Mohammad Nadshibullah, admirado por él pero odiado por la mayoría de los afganos y más tarde colgado por los talibanes.
Simantov se trasladó al vecino Turkmenistán, donde vivió y se casó con una judía local. El matrimonio tuvo dos hijas y las tres se marcharon en 1998 a Israel. Simantov las visitó ese mismo año, pero desde entonces no las ha vuelto a ver. Su familia tenía miedo de la inseguridad en Afganistán, pero él volvió a su patria y se mudó a la sinagoga en Kabul. Los talibanes habían tomado el poder e instaurado un régimen que fue el peor de todos, según Simantov. En aquellos tiempos lo arrestaron y golpearon muchas veces.
"He sobrevivido a todos los regímenes", dice orgulloso. Su opinión del gobierno democrático de Hamid Karzai, surgido tras la caída de los talibanes, es mala, pues lo considera débil. Pero Simantov no tiene miedo de ser perseguido por sus creencias. La nueva Constitución garantiza la libertad religiosa también a los no musulmanes, al menos mientras no sean musulmanes conversos. Su soledad le da además a Simantov una cierta fama. "A veces me siento solo", asegura. Pero ya se ha acostumbrado a ser el último judío.
Era mucho peor cuando eran más. Isaac Levy, otro judío afgano, se había atrincherado también en la sinagoga y acomodado lo más lejos posible de la habitación de Simantov. Ambos se peleaban por ser los guardianes del templo y algunos dicen incluso que cada uno denunciaba al otro ante los talibanes. Que se odiaban queda claro en cualquier caso por las expresiones no publicables que manifiesta Simantov sobre Levy. Y no lamenta que haya muerto hace más de tres años por una enfermedad.
Desde entonces Simantov es el único custodio de la sinagoga, inaugurada el 29 de marzo de 1966 para las más de 80 familias judías que había entonces en Kabul. El último rabino del templo predicó hace 23 años, explica Simantov.
CAN MEREY
DPA