Después de que, al cabo de un par de años de silenciosa quietud, el juez penal Marcelo Muñoz proveyó hace algunos meses el pedido de instrucción de la causa Temux-BPN, elevado por el fiscal Pablo Vignaroli, desfilaron por el despacho de su señoría muchos testigos, la mayoría de ellos, si no todos, funcionarios del Banco Provincia del Neuquén. A la vez eligió para hacer la pericia contable -una prueba que puede ser, en un sentido o en otro, decisiva- a la jefa del servicio técnico contable del Tribunal Superior de Justicia, contadora Mirta Di Cicco.
Ella, esposa en tiempos idos de José Oser, quien en tiempos también idos, y por la voluntad de Luis Manganaro, fue gerente general del Banco Provincia del Neuquén, formó parte del triunvirato que allanó la casa del entonces enemigo público número uno Ricardo Mendaña. La acompañaron en la ocasión Pablo Vignaroli, fiscal, y Luis Vergesio, juez.
Muñoz, quien se postuló para juez con un currículum que en una línea no escrita decía "pariente", prefirió para el trabajo a Di Cicco antes que sortear a un contador de los anotados en la lista del Poder Judicial.
Tiene el magistrado, en la cabeza del expediente iniciado con motivo de que Temux se había llevado del BPN unos 20 millones de pesos de más, un pedido de indagatoria de Vignaroli contra doce imputados. Pero no parece que hasta ahora haya recibido, de los testigos que citó, la luz que alumbre el camino hacia una sentencia justa.
Hay una palabra de la lengua itálica que, traducida a la nuestra, significa olvidar. Es dimenticare, que en su origen etimológico es escisión de la mente. Con la ayuda de un psiquiatra yo diría que escisión de la mente es sinónimo de esquizofrenia.
Y ya que estoy, diría también que los testimonios aludidos son, en su mayoría, demostrativos de que la escisión de la mente puede darse a voluntad del portador, que por lo tanto no se acuerda de lo que, razonablemente, tendría que acordarse.
Escojo, para demostrar la presunta esquizofrenia testimonial de algunas de las personalidades convocadas por Muñoz, la declaración del doctor Martín Pío Elustondo, quien entre todos los comparecientes debe de ser el de más extensa trayectoria en la función pública de la provincia del Neuquén.
Durante el penúltimo gobierno de Felipe Sapag, en octubre de 1985, Elustondo asumió el cargo de vocal del Tribunal Superior de Justicia, en el que se desempeñó hasta el mismo mes del año siguiente. La Legislatura había dado su acuerdo al nombramiento en una sesión secreta a la que no asistió la bancada justicialista. Uno de los integrantes de este bloque, Oscar Parrilli, dijo que los nombrados -además de Elustondo, Jorge Osella y Mateo Fabani- eran "conspicuos" dirigentes del Movimiento Popular Neuquino.
Había que elegir entonces al presidente del cuerpo y, según Elustondo, el designado debía ser él, por mayor antigüedad. Pero como la decisión del TSJ favoreció a Nerio Bonifati, renunció y se fue.
En los fundamentos de su renuncia, dijo que la labor del Tribunal "como institución autónoma e independiente está muy lejos de ser la justicia-servicio que la comunidad de Neuquén aspira y quiere tener". Ya estaba lejos cuando Elustondo fue incorporado al cuerpo. Con sus más y sus menos, era como ahora.
Después, cuando Felipe Sapag gobernó por última vez (1995-99) después de derrotar a Sobisch en la interna emepenista, Elustondo volvió al sector público pero ya no en el Poder Judicial sino en el Ejecutivo, como secretario de Trabajo.
Tengo que citar nuevamente a fray Luis de León -lo hice en una entrega reciente-, quien en su "Oda a la vida retirada" escribió "Qué descansada vida/la del que huye del mundanal ruido/y sigue la escondida senda por donde han ido/los pocos sabios que en el mundo han sido". Pareció que Elustondo, a fines del 2001, optaba por esa vida porque decidió jubilarse por una ley de privilegio, la 859, que después fue derogada a raíz de una publicación de este diario.
Al parecer, el haber jubilatorio daba para llevar una vida no sólo descansada sino también placentera. Pero, ya con Jorge Sobisch gobernando, en el 2003 Elustondo fue convocado para un cargo de "asesor" en el BPN (se supone que de la presidencia). Y en diciembre de ese año, justo uno antes de que las autoridades del BPN fueran sorprendidas por la noticia de que una empresa llamada Temux no parecía dispuesta a retribuir la confianza que el banco había depositado en ella (valuada entonces en unos 20 millones de pesos), ancló en el cargo de síndico. Se supone que fue designado con la anuencia de Juan Pablo Bugner, quien para entonces era gerente general y poco después representante coordinador del Ministerio de Hacienda, Finanzas y Energía ante el BPN y el Iadep "en lo referente a todos los aspectos relativos a la gestión de los mismos". Lo nombró Sobisch en abril del 2004, mediante el decreto 445, refrendado por José Brillo, jefe de Gabinete, y Claudio Silvestrini, ministro de Hacienda.
En el testimonio de Elustondo ante Muñoz hubo muchos, tal vez demasiados "no recuerdo" o "no lo sé". Su renuncia a dar información se manifiesta en sus respuestas a las preguntas relativas a una reunión, de marzo del 2005, entre autoridades del banco (Racco, Bugner, Nogués, Seabastián Brollo) y tres representantes de Temux. "Yo asistí pero no participé, dijo.
Después volvió a decir lo mismo y que había estado en calidad de observador, aunque de sus respuestas se desprende que sólo había observado, pero no escuchado.
Dijo que con su colega de la Sindicatura, Ana Estévez, decidieron ir y que lo consultaron con Bugner (no con Racco), quien les dijo que "no había problemas".
Elustondo explicó que como no estaba en la mesa solo sintió "algunos comentarios, nada más" y, preguntado respecto de los planteos realizados por la empresa y por el banco, contestó "no lo sé, vuelvo a repetir, yo no participé". Sí recordó, aunque no dijo cómo lo supo, que "en las reuniones en Buenos Aires la impresión era que cualquier acuerdo que se fuera a realizar no se iba a cumplir".
Otra novedad que aportó a la causa fue la de que a principios del 2005 tuvo una reunión con Silvestrini y Bugner -no recordó si también participaron Jorge Lara y José Brillo-, a quienes intimó a que hicieran la denuncia, bajo apercibimiento de que si no lo hacían renunciaría a su cargo. Ajá.
JORGE GADANO
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