La globalización demostró que los países no pueden hacer de todo. Dicho de otro modo, el proceso de globalización, al mismo tiempo que generaba una explosión de nacionalismos y un rebrote de las etnias, provocaba también una acentuación del esquema de división internacional del trabajo y una ola de asociación y complementación económica que irrigaba beneficios por doquier.
Esa revolución productiva demostró que en poco tiempo muchos países pudieron pasar de una situación de dificultad extrema a otra de envidiable calidad de vida.
De la misma manera, las asociaciones permitieron, cuanto menos, colocar a países dentro del selecto grupo de naciones con un ponderable nivel económico.
Finlandia es el caso emblemático de los resultados de la división laboral planetaria ocurrida a partir de los '90. España es el ejemplo de los beneficios de las asociaciones económicas. Irlanda, la síntesis y la sinergia de ambos. La Argentina es la consecuencia de no haber seguido ninguno de los dos procesos y en todo caso, la nave insignia de los negados y del fenómeno de liquidación generacional.
Nuevamente, como en la pos-guerra, como en los '70 y como en los '90, la dirigencia argentina construye sus fracasos sacrificando a una nueva generación. Deja pasar el reloj de la historia y se aferra a una utopía diseñada para pocos y a la que muchos deben mantener sin resultados positivos.
Debe de haber pocos países en el mundo que dejen pasar tantas oportunidades históricas en tan poco tiempo. También deben de ser pocas las naciones que con tantos recursos tengan tan pocos resultados. ¿Cómo explicarle al mundo que la dirigencia argentina diseña una política que perjudica al sector agroalimentario, principal motor de la economía? ¿Alguien imagina que Arabia Saudita perjudique al sector de hidrocarburos o que Alemania dañe a su sector industrial, o bien que Suiza ponga trabas al movimiento de capitales? El conflicto desatado entre la administración y el sector rural le costó al Banco Central unos 3.600 millones de dólares de su participación en el mercado cambiario. Pero eso es poco, el freno abrupto de las inversiones y del nivel de actividad ha provocado la virtual desaparición de los llamados "superávits gemelos", uno de los pilares del esquema Kirchner.
De no ser por la suba de los commodities, el saldo comercial mostraría números en rojo y de la misma manera, por el efecto de las retenciones, el resultado fiscal sería negativo. El gobierno gastó a cuenta y ahora comienzan los problemas. El proceso se podría sintetizar de la siguiente manera:
" La economía mundial entró en un proceso de ajuste luego de casi tres lustros de crecimiento sostenido a niveles desconocidos desde la última guerra.
" El sobrecalentamiento económico repercutió en sobreprecios que resultaron impagables, como las hipotecas.
" La crisis financiera en los Estados Unidos disparó a los fondos de inversión a buscar refugio en activos de alta calidad como el oro y el petróleo, mediante sofisticados mecanismos de apalancamiento.
" La suba del petróleo catapultó los precios de los carburantes y obligó a la búsqueda de combustibles alternativos, basados en etanol y aceites vegetales, lo que resume el fenomenal crecimiento de los commodities agrícolas que vende la Argentina, lo que generó una escalada inflacionaria mundial.
La situación se tornó insostenible porque detrás de la inflación asoma el fantasma de la recesión. De allí que se ha iniciado el proceso inverso de corrección de excesos. Para colmo, el fracaso de la Ronda Doha en la Organización Mundial del Comercio desvanece las posibilidades de una mejora en los flujos comerciales.
El petróleo ha caído un 20% y otro tanto ha ocurrido con los commodities agrícolas y el resto de los metales. Comienza a desarmarse el apalancamiento de los fondos de inversión que vuelven a comprar acciones y bonos con calificación de grado de inversión, luego de la aguda baja de cotizaciones con precios de verdaderas ofertas de liquidación.
De allí la advertencia del FMI de esta semana para los países emergentes: corregir la inflación, los desvíos fiscales y de balance de pagos porque las condiciones financieras internacionales no les dejarán margen para salir al mercado.
Mientras tanto, la dirigencia argentina intenta apagar el incendio echando más nafta al fuego. Aumenta impuestos provinciales, ajusta tarifas a productores de bienes y servicios, asume pasivos multimillonarios del sector privado, reduce haberes previsionales en términos nominales y en términos reales, castiga a las inversiones, reduce la oferta global, alimenta la demanda creando moneda espuria y liquida reservas en moneda dura.
La ilusión dura poco y ya comienza a desmoronarse. El aislamiento internacional diseñado desde el 2003 condujo a esta situación. El gobierno argentino se encapsuló y no miró lo que ocurría en el mundo. Mientras todo el planeta se preparó para afrontar la crisis financiera internacional y las correcciones de los mercados, la administración Kirchner siguió de fiesta. Fiesta para unos pocos, claro está, que ahora debemos pagar todos. Otra victoria del integrismo nihilista. ¿No será mucho?
MIGUEL ÁNGEL ROUCO
DyN