Viernes 01 de Agosto de 2008 Edicion impresa pag. 28 y 29 > Internacionales
El asesino cortés

Radovan Karadzic dejó entrever algo de nerviosismo al ubicarse en el banquillo de los acusados en La Haya después de permanecer prófugo durante doce años.

Dejaba vagar la mirada intranquila por el ambiente, pero se mostró concentrado, se expresó con voz clara y fue amable y correcto, siguiendo el ejemplo de quien lo juzga, Alphons Orie.

Hasta se lo vio esbozar de vez en cuando una sonrisa fugaz, como cuando le preguntaron si se le tenía que dar parte a algún otro familiar de su extradición a La Haya. Karadzic contestó: "Creo que no hay nadie más que no sepa que ahora me encuentro aquí". El edificio del tribunal se encuentra rodeado por decenas de emisoras televisivas que informan sobre el caso desde hace días.

Sin embargo, el espectáculo que tantos esperaban no tuvo lugar. Karadzic no se sirve de su aparición en público para dar un giro serbio-nacionalista, como hizo hace siete años el ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic cuando se dio inicio a su enjuiciamiento. En dicha ocasión, incluso le fue apagado el micrófono.

Milosevic murió en 2006, antes de que su caso fuese cerrado. Ahora su lugar es ocupado por Karadzic, antiguo aliado al que Milosevic abandonó debido a que Karadzic seguía la idea de la "Gran Serbia" con un fervor despiadado.

Muy distintos son los términos en los que se expresa Karadzic, al menos durante su primer día ante la corte. Quien pudo comandar las fuerzas para dar muerte a miles de bosnios no serbios, haciendo uso muchas veces de métodos inefables, ante el tribunal despliega modales de gentleman.

Además, el acusado parece no querer tener nada que ver con el estrafalario curandero barbudo que representaba. Cuando se le preguntó cuál había sido su último domicilio, la primera respuesta aludió a la ciudad bosnia de donde proviene su familia, Pale. En segundo lugar, respondió francamente, la calle Yuri-Gagarin, en Belgrado. "Durante mi otra identidad", señaló. La única respuesta algo curiosa fue ante el interrogante de quién asumirá su defensa. "Tengo un asesor invisible", anunció.

Frente a Karadzic se encuentra otro principiante: el fiscal jefe Serge Brammertz, quien no pudo evitar vestir la toga. Ocupa el cargo desde enero, pero el papel que cumplió hasta el momento se destacó más bien a nivel interno. No tiene mucho que hacer: confirma que la acusación aún está siendo elaborada y las preguntas difíciles se las deja al fiscal Alan Tiger, un abogado de mayor experiencia . (DPA)

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí