En el vestíbulo del Centro Cívico se ha colocado una primorosa urna, para que los sanmartinenses depositen sugerencias con vistas a la reforma de la Carta Orgánica de 1989, y cuya elección de convencionales se hará el próximo 26 de octubre. Sospecho que no reventará de cartas, aunque sería deseable.
Es que la reforma no parece hoy un tema de debate público. No está en las agendas políticas ni en las discusiones vecinales, a dos meses del cierre de presentación de listas.
Pero esta aparente falta de interés contrasta con lo que cabría esperar, si se hurga en la encuesta 2005 de Auditoría Ciudadana (última disponible), cuando el 67% creía que sus derechos eran "poco o nada" respetados en la ciudad. El 59% decía que los vecinos "hacían mucho" para exigir sus derechos, pero sin respuestas. Cabría suponer, entonces, fuerte interés por el debate sobre las formas de gobierno, organización y representatividad en el municipio, pero de momento el asunto se maneja entre márgenes estrechos. Parecería que los vecinos no están desesperados por aportar temas a la Convención, quizá porque los antecedentes inducen peligrosamente al descreimiento.
Hace algunos años, cuando Ejecutivo y Deliberante se escocían en cíclicos enfrentamientos (lejos de la calma actual), a un edil se le ocurrió hacer un muestreo casero sobre la opinión de los vecinos por la tirantez entre ambos poderes. Para su asombro, comprobó que un importante número de los sondeados no tenía clara idea de cuál era la función del Concejo. Decididamente, se asociaba el ejercicio del gobierno con la figura de la intendencia, muy común en los sistemas de fuerte impronta presidencialista. Pero el dato es que ambos poderes son gobierno, y naturalmente debe agregarse a la justicia, como juzgado de faltas en el caso municipal. Lo que hagan o dejen de hacer afecta al vecino.
Desde luego, ni aquella consulta podía tener rigor más allá de un simple sondeo, ni la especulación sobre la motivación de los vecinos puede tener más firmeza que la de una simple observación. Pero aun con esas prevenciones, no resulta descabellado arriesgar que el ciudadano medio se siente ajeno a la intimidad de los mecanismos institucionales de gobierno, como no sea por los padecimientos que éstos le provocan cuando busca respuestas y no las encuentra. Así lo dejaba entrever -en ese caso sí con solidez técnica- la encuesta de Auditoría Ciudadana.
El gobierno municipal ha convocado a unas jornadas con destacados especialistas, para exponer y debatir sobre la reforma de la Carta Orgánica. Enhorabuena; se necesita. Pero queda poco antes de la elección y quizá habría que redoblar esfuerzos, involucrando a escuelas y colegios -aun cuando los alumnos no voten-, y a los vecinos desde sus organizaciones, llevando el debate al barrio. Es que si el centro cívico y el Deliberante son el corazón institucional de la ciudad, los barrios son los pulmones.
Más que esperar sugerencias en las paquetas urnas -opción que nada tiene de reprochable- habría que salir a buscar opiniones con docencia cívica desinteresada, involucrando al vecino como verdadero protagonista. Sería una pena que la reforma de la Carta Orgánica se sintiera como una "cosa de políticos".