Sábado 26 de Julio de 2008 > Carta de Lectores
La pingüinera se encastilla

Alberto Fernández ha dejado en claro que abandonó la jefatura de Gabinete con la esperanza de que su renuncia brindara a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner una oportunidad para "relanzar" su gobierno, echando a aquellos funcionarios que más contribuyen a desprestigiarlo e incorporando a personas menos polémicas, pero parecería que su gesto ha tenido el efecto contrario, ya que todo hace pensar que los adversarios internos cuya presencia cree negativa se han anotado un triunfo. Aunque a primera vista el perfil del reemplazante de Fernández, Sergio Massa, es en cierto modo atípico en el mundillo kirchnerista y se afirma dispuesto a dialogar con virtualmente todos, ya es considerado no sólo un casi incondicional de Néstor Kirchner sino también un aliado del poderoso ministro de Planificación, Julio De Vido, y comenzó su gestión formulando un anuncio acompañado por éste y por otra figura emblemática de la llamada "pingüinera", o sea, el núcleo duro del kirchnerismo procedente de Santa Cruz, el secretario de Transporte, Ricardo Jaime. Puesto que los dos encabezan la lista de quienes en opinión del ex jefe de Gabinete deberían irse para "oxigenar" a una administración a la que le falta aire fresco, se prevé que los eventuales cambios que decida Cristina disten de ser los reclamados por una amplia gama de opositores, peronistas disidentes y otros que temen que el gobierno termine aislándose cada vez más del resto de la sociedad. De ser así, la crisis que se intensificó a raíz del largo conflicto con el campo, la rebelión del Senado y el voto antigubernamental del vicepresidente Julio César Cleto Cobos, no podrá sino profundizarse justo cuando el panorama económico ha comenzado a oscurecerse. Por lo demás, no es demasiado probable que aun cuando quisiera hacerlo Massa estuviera en condiciones de moderar los impulsos autodestructivos del matrimonio gobernante y limitar la influencia de los "pingüinos" en el manejo de la economía, puesto que contará con todavía menos poder del que tenía Alberto Fernández en las semanas finales de su etapa como jefe del Gabinete.

La serie de reveses, algunos de ellos demoledores, que la presidenta ha sufrido en las semanas últimas la ha obligado a pensar en cómo retomar la iniciativa. De acuerdo común, la forma más racional de hacerlo consistiría en someterse a la autocrítica recomendada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires y ex vicepresidente Daniel Scioli para entonces intentar ampliar la coalición informal que la respalda adaptándose lo mejor que pueda a la nueva realidad, pero a juzgar por lo que ha hecho y dicho a partir de la derrota en el Congreso, Cristina ha optado por rechazar la alternativa así supuesta. Al parecer convencida de estar rodeada de enemigos que ya incluirían al ex jefe de Gabinete, la presidenta está actuando como si a su juicio le fuera forzoso depurar el gobierno de funcionarios que ella y su marido sospechan son "traidores" en potencia, de ahí la purga de personas vinculadas con el vicepresidente Cobos.

En vista de lo que está en juego, el que el gobierno parezca estar preparándose para enfrentar un sitio político prolongado achicando todavía más su ya muy estrecha base de sustentación es preocupante. La situación difícil en que se encuentra no se debe a la presencia en su seno de quintacolumnistas de "la oligarquía", sino a la capacidad de sus propios integrantes para provocar conflictos y de este modo crearse enemigos. Además del campo, cuyos representantes no ocultan la irritación creciente que sienten por la escasa voluntad oficial de mejorar la relación del kirchnerismo con su sector que es absolutamente clave para el futuro nacional, el gobierno está perdiendo el apoyo de empresarios antes beneficiados por el "dólar competitivo", de peronistas conscientes de que la beligerancia oficial podría costarles caro en las elecciones legislativas del año que viene e incluso de aquellos "progresistas" que todavía creen que los Kirchner están sinceramente comprometidos con la justicia social. En cuanto a la opinión pública, conforme a las encuestas ha dado la espalda a la presidenta y su marido porque le molesta un "estilo" urticante que según parece no tienen la más mínima intención de suavizar.

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