Saiz es hoy un hombre solo y preocupado. Su fidelidad al kirchnerismo lo dejó atrapado en el peor conflicto y ante los protagonistas más insensatos.
El embrollo rural cayó en el Senado y su desenlace derivó en un problema para el gobierno rionegrino.
Siete de cada diez pesos que gasta la provincia dependen -directa o indirectamente- de la voluntad de la Nación.
Por necesidad y creencia, Saiz amarró su gestión estatal a la suerte y antojo kirchnerista.
Él quiso un voto positivo y gozar hoy de otro lugar, pero Verani se lo impidió cuando marchó en el Senado en oposición a las expectativas de los Kirchner en su intento de consolidar las retenciones agrarias.
Emergió como casualidad y el senador lo transformó en oportunidad. Era la ocasión de cambiar rumbos. Insistió -ajeno al planteo provincial- en una visión independiente. Amenazó con irse si su posición afectaba la gobernabilidad de Río Negro. Fue la mejor forma de decir que nada cambiaría en su dirección. Ya había negado una posición intermedia: la abstención. Aludió a su conducta institucional para esquivar el pedido de Saiz. Hay que bucear otras motivaciones. Esa argumentación se derrumba con recordar la disciplina legislativa que imponía el ex gobernador cuando ejercía el Ejecutivo provincial.
¿Qué razón priorizó en su decisión?
Verani piensa en el comando de un proyecto para el 2011. Sueña con su candidatura, traza un acuerdo con Alberto Weretilneck, y confía en la proyección de su sobrino, el ministro Pablo Verani, en la intendencia cipoleña. Un primer diseño. En realidad, el senador forja la reorganización de su "grupo político", incluyendo a Saiz.
Las acciones de Verani responden a esa pretensión. Su paso se orienta a reubicarse y fijar un dominio anti-kirchnerista. Esa marcha también comprende la vuelta a la estructura orgánica del radicalismo. Ya recogió señales del presidente del partido, Gerardo Morales.
Ambas decisiones -paradójicamente- lo ubican en el presente en un sendero distinto al gobernador, quien prevé seguir en el abrigo K. Lo mismo, Saiz captó en esta crisis una inusual mirada propia del kirchnerismo. Ese reflejo que traslada a un poder que tiene una visión extraviada de la realidad.
Una vaga sensación del mandatario que disuelve en sus urgencias gubernamentales. Cae en el desvelo por el futuro que fijará el kirchnerismo para su gobierno en la revisión de aliados y críticos. El gobernador detectó una tenue señal. Su hoy único referente en el Congreso -el diputado Hugo Cuevas- fue invitado el viernes al cónclave con la presidenta en Olivos. Esta semana será él convocado con los mandatarios leales.
Es la divisoria entre kirchneristas y opositores. La Concertación no sobrevive, pero el gobernador rionegrino continúa en la vereda K.
Incierta y fortuita se mantiene la perspectiva provincial. Saiz afronta el costo de parte del fracaso presidencial. Lo recuerda en los dichos del mandamás del PJ, Néstor Kirchner.
"Verani es inmanejable. Lo sé. Pero si vota en contra te va a afectar a vos", fue una ecuación que el ex presidente le trasladó telefónicamente cuando se insinuaba esa pulseada. El nivel de ofrenda recién lo advirtió cuando Kirchner lo escuchó -sin reparos- sobre la opción de que Verani renuncie. Faltaba otro capítulo. Era la madrugada del jueves, asomaba el revés legislativo, y el santacruceño llamó. Saiz receptó más pedidos de devoción, alcanzando a la oferta de dimisión del roquense. El gobernador ya no pudo hablar con el senador, pero trasladó aquel pensamiento a través de las dos personas que lo acompañaban en el Senado: el ministro Verani y la ex diputada Cinthya Hernández. El ex gobernador mantenía apagado su celular.
El pedido K se diluyó en la tensa mañana. Al otro día, Verani transmitió su pensar en una nota del "Río Negro". "No iba a renunciar en la noche del miércoles. ¡Ni loco! ¡No hubiese tolerado que dijeran: ese cagón se fue!". Fue la respuesta demorada.
Los efectos políticos son siempre enmarañados, pero hay necesidades en el Estado más complejas. La preocupación está instalada en el gabinete. Una reciente reunión de ministros concluyó con certezas y plazos de desfinanciamiento si Río Negro cae en desgracia en su relación nacional. Un frente que reactualizaría las culpas y desatinos de un cuarto de siglo de gobiernos radicales. Igual desazón cultiva el mandatario.
Esos peligros explican que un cauto gobernador, como Saiz, recogiera una jugada audaz como el alejamiento de un parlamentario.
Río Negro -como las otras provincias- somete su funcionamiento estatal a los recursos de la coparticipación federal.
De los 2.600 millones de pesos de sus ingresos anuales, 1.700 millones pertenecen a aportes federales. Más de un 65 por ciento. Cualquier demora afectaría el cumplimiento de elementales servicios públicos.
En las gestiones positivas de Nación conviven aún más la concreción de obras, subsidios y el pago de la deuda pública de Río Negro.
Para dimensionarlo, la provincia tiene una asistencia anual de más de 500 millones. Sólo en auxilio para la deuda registra 260 millones y el año próximo necesitaría una disponibilidad mayor. Otros 200 millones suma Río Negro en planes de viviendas o soluciones habitacionales y proyectos escolares. También se alistan subsidios o fondos productivos, o la continuidad de obras viales, como las Rutas 22 y 23. En cada caso, estas asignaciones y sus transferencias quedan subyugadas a los afectos nacionales y a la sumisión de las provincias.
Además, subsisten préstamos internacionales que penden de avales nacionales. El ministro de Economía, Carlos Fernández, debe firmar la garantía del crédito del BID por más de 58,5 millones de dólares para Educación. Mayor dependencia recae en otro crédito de la misma entidad, destinada a infraestructura y solicitado por 150 millones de dólares. Resta que la Nación lo incluya en sus obras prioritarias.
No es poco lo sucedido en el país en esta semana de vértigo y Río Negro quedó aprisionado con sus necesidades y contradicciones.
Verani defendió la independencia y la institucionalidad, que tantas veces erosionó, y otros radicales detectaron la oportunidad para explorar nuevas experiencias políticas.
Como tantas veces, este gobierno transita y depende de causas extrañas. Y Saiz es un hombre que espera.
ADRIÁN PECOLLO
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