La difusión del intercambio comercial argentino del primer semestre no hace más que confirmarlo: no se explica la política económica kirchnerista sin la soja.

Los llamados "superávits gemelos", en alusión al saldo favorable en los frentes fiscal y de comercio exterior, pasarían a mejor vida si no fuera por el aporte que en los últimos años vienen realizando la soja y sus derivados, escondidos en la denominación de "Manufacturas de origen industrial", por más que en algunos casos se trate de desperdicios sólidos del procesamiento de aceite. En cuanto al superávit fiscal (primario o financiero), las retenciones e impuestos varios percibidos por la proliferación del denostado "yuyo" (presidenta Cristina Fernández dixit) también representan un invalorable aporte para evitar el déficit, sumados en los últimos meses los giros del Banco Central y, en el caso del financiero, la "morenización" de los bonos ajustados por CER.

Para expresarlo en números: en el primer semestre, el superávit comercial fue de 5.144 millones de dólares y la exportación de porotos, harinas, pellets y aceite de soja alcanzó a 7.484 millones. Sin ellos, el balance comercial habría sido deficitario en 2.340 millones de dólares. En los primeros cinco meses, el superávit financiero fue de 12.127 millones de pesos y los ingresos por derechos de exportación (entre los que la soja cobra un rol preponderante) llegaron a 14.158 millones.

En este caso, el soja habría sido de 2.031 millones de pesos. Como un adicto que maldice a la sustancia que no puede dejar de consumir, la sojadependencia de la política económica oficial queda en evidencia: pese a todas las declaraciones, los gemelos siguen vivos gracias al yuyo. (DyN)