El bloque kirchnerista del Senado pelea con fuerza para mantener la mayoría absoluta, la mitad más uno del total de integrantes, después de que la peor derrota política de los últimos años liquidó las ilusiones de mantener por más tiempo los casi dos tercios de los senadores que le daba la tranquilidad de aprobar todo lo que se propusiera.
Esta desesperación por reconstituir aliados tiene un urgente desafío: que el Congreso ratifique el acuerdo que el gobierno firmó con Marsans para la reestatización de Aerolíneas.
La gestión Kirchner, al presentar prácticamente un hecho consumado, apuesta a que la oposición no permitirá que se paralice la empresa. Así imagina que no reeditará un nuevo fracaso como el de las retenciones.
Pero entre no pocos legisladores crece la preocupación por escandalosos valores que terminaría pagando el Estado por esta "recuperación" de la línea de bandera, entre el dinero que se deberá inyectar en Aerolíneas Argentinas y Austral y los canjes de pasivos y subsidios. Nada está claro: ni el monto de deuda a asumir, los fondos de reparaciones eventuales a Marsans, la cantidad de empleados que pasarán al Estado (de los 10.000 que hay), la magnitud de los subsidios a destinar, los alcances y responsables de los controles a asignar, etcétera. Por si fuera poco, en el medio de todo este engranaje tienen papeles fundamentales Julio De Vido y Ricardo Jaime, dos grandes cuestionados. Tanto el radicalismo, como la Coalición Cívica, el macrismo y el socialismo no parecen estar dispuestos a conceder votos a libro cerrado, sin un debate tan amplio como el generado por la Resolución 125. Como también espera la población. Algunos opositores ya sospechan que en la "bicameral" de Seguimiento de las privatizaciones -con mayoría oficial- termine cocinándose esta operación con perfiles de escándalo.
Desde el gobierno, ayer intentaron transmitir tranquilidad. El jefe de Gabinete, Sergio Massa, afirmó que "si el Estado debe hacer una erogación por Aerolíneas Argentinas, será el Parlamento el que fijará ese valor y no un funcionario". En el mismo sentido, el ministro de Planificación Federal remarcó que "el Congreso va a tener un protagonismo singular" en la transferencia de Aerolíneas a manos del Estado, y se mostró confiado porque "los legisladores no van a apostar a que nuestra línea de bandera quede inactiva".
Pero se sabe que no hay tranquilidad dentro del oficialismo tras su fracaso en el Congreso.
En el Senado está el mayor drama para el kirchnerismo. Con los comicios de octubre del año, el bloque oficialista pasó a constituirse con 42 legisladores, de un total de 72, que concurrieron en las boletas del FpV, a los que se sumaron dos de partidos aliados.
Con una mejor política de alianzas, la bancada justicia
lista oficial podría haber sumados a tres radicales K -el ex gobernador de Río Negro, Pablo Verani, el santiagueño Emilio Rached y la correntina Dora Sánchez-, con lo que hubiera totalizado 47 integrantes, a un voto del mágico número 48, la cifra que marca las dos terceras partes de la Cámara. Pese a este cómodo despliegue, el 16 de julio, en el histórico debate sobre las retenciones móviles, el oficialismo sólo pudo cosechar 36 adhesiones, una dramática pérdida de 11 senadores para una cuestión de importancia estratégica.
A este panorama realmente dramático se agregaba que en el lote de los resistentes estaban varios de los referentes con peso propio en el bloque oficial, como los ex gobernadores Carlos Reutemann (Santa Fe), Rubén Marín (La Pampa) y el vicepresidente segundo de la cámara, el salteño Juan Carlos Romero, a más del industrial aceitero, mimado por la Casa Rosada, Roberto Urquía.
Parece un hecho, según los indicios y las conversaciones privadas, que del grupo de ocho justicialistas que votaron contra las retenciones, cuatro podrían mantenerse en la bancada, pero los otros cuatro se irían.
Una mayoritaria corriente del oficialismo se muestra comprensiva con los senadores de provincias sojeras que prefirieron no enfrentarse con los productores, que son Reutemann, su coequiper, Roxana Latorre, y Rubén Marín, además de Elena Corregido.
En cambio será difícil que puedan sobrevivir Romero, que enfrentó a Pichetto en la noche fatídica del debate en la Cámara, la también salteña Sonia Escudero, Urquía y también una sorprendente Teresita Quintela, quien fue a la Casa Rosada en los días previos a la votación con su hermano, el intendente de la ciudad de La Rioja y cuando parecía que había sido "convencida", se plantó y votó en contra.
Si el oficialismo consigue retener a los cuatro miembros del primer grupo, puede reemprender el trabajo legislativo con un cupo de 40 senadores, tres más de los que exige el reglamento para el quórum y la mayoría absoluta. (Redacción Central y DyN)