Desde el saxo tenor y soprano, Carlos Lastra lidera melódicamente el power trío que completan Sebastián Groshaus en batería y el contrabajista Andrés Fuhr. En un alto, en medio de las clases que dicta por las tardes, Carlos dialogó con "Río Negro" sobre el trabajo de los roles en una formación tan reducida y sobre las presentaciones en el Alto Valle, ayer en Roca, y hoy en Neuquén. "En el trío de jazz se democratiza un poco el valor de todos los instrumentos. La situación se genera entre los tres todo el tiempo. Si bien hay un espacio individual, cuando tocamos en trío la mayor parte del tiempo, la importancia de los instrumentos es casi la misma.", dice él.
- ¿La melodía pasa de tu saxo al contrabajo, por ejemplo?
-En algún momento sí, pero generalmente el saxo lleva el canto. La interacción se genera en la improvisación, que es la mayor parte de una obra. Ahí se toma y se da, continuamente, no importa de quién sea el solo. Nunca es del saxo exclusivamente. Es del trío.
- Bastan miradas para ponerse de acuerdo.
-Básicamente, cuando se maneja el lenguaje desde hace años y se conocen los códigos, la situación es casi -te diría- automática o mejor, uno ya sabe hacia dónde van, qué puede suceder. En el peor de los casos, tenemos un par de salidas, opciones para que la resolución quede correcta.
- Imaginemos. Improvisando, te extendés más de lo habitual o tocás una frase nueva...
-Puede pasar que nos internemos en lugares inexplorados todavía; que entremos en situaciones rítmicas o armónicas que no abordamos antes. Sucede, quizás ahora con Andrés -a quien conozco mucho, sé cómo toca y por eso lo convoco- con el trío que conformamos hace más de un año y medio (con Cristian Bortoli en contrabajo); donde se dan cuestiones de conocimiento que permiten la confianza mutua, importantísima en esta formación. Al haber tocado tanto, cada uno
puede anticiparse a lo que el otro quiere hacer. Para mí, hay dos criterios fundamentales en el modo de transmitir esta historia. Uno, emocional... Si el público capta algo de nuestro discurso, tendría que ver más con lo emocional que con lo intelectual, porque esto es abstracto. ¿Sí? Y después, el trabajo y el juego rítmico que se plantea y da entidad al estilo. Son las dos cosas esenciales. La gente, por ahí no sabe si el saxofonista toca un ciclo equis o una sustitución determinada; no tiene por qué saberlo y no tiene importancia alguna, en definitiva. Importa el mensaje que le llega y se transmite a través de la sonoridad grupal, mediante la emoción que el grupo pone en el escenario; eso que te atraviesa cuando estás sentado escuchando música."
- ¿Es una percepción, primero de ustedes y luego del público?
-En general, tocamos para nosotros. Es la situación del lenguaje que manejamos en un ensayo, ante dos personas, una sala llena o un estadio. Da exactamente igual. El compromiso de ejecución es el mismo, casi una especie de comunión del grupo. La gente, creo yo, recibe más el discurso emocional que el intelectual en todos los casos. Hay una realimentación que suele suceder en los lugares nuevos a los que entramos, mayor que cuando estamos ensayando. Ocurre más cuando la energía va y viene. Pero, nuestra actitud es la misma. Ese ida y vuelta enriquece, potencia. Un publico receptivo y cálido, hace el mejor recital siempre."
Lastra egresó en 1985 del Berklee
College of Music y desde entonces tuvo intensa actividad musical y docente dentro del jazz. Tocó con Dave Kikosky, Pedro Aznar, Osvaldo y Hugo Fatoruso, Pepi Taveira, Hernán Merlo, entre otros, y se presentó en los festivales New York Jazz, de los Siete Lagos, Mar del Jazz, Montevideo Jazz. Fue docente de saxofón e improvisación en el EMC de Buenos Aires, en la EMU de La Plata, dirigió la Tecnicatura de Música Popular de la Escuela Superior de Arte de Bariloche. Actualmente integra el quinteto de Ernesto Jodos, es jefe de cátedra de saxofón en el Conservatorio Superior Manuel de Falla, y dirige la escuela Jazz Ensambles.
"Yo he sido también guitarrista, aparte de tocar otros instrumentos un poco", aclara Lastra. "El saxo, los vientos, tienen la posibilidad no sólo de hacer durar un nota sino de subir su volumen, cosa que en un piano, una guitarra, no puede lograrse. En cambio, en los vientos, con pocas notas se puede generar mucha intensidad. Hay allí una ventaja expresiva que lleva a generar cosas más ligadas al grito, al enojo; se pueden expresar esos aspectos de la condición humana.
- Dolor, deseo, amor...
-A alumnos que todavía no improvisan, es el primer ejercicio que les doy. Es la puerta de entrada, expresar sentimientos. Los dedos terminan haciendo lo que la musicalidad indica y eso es producto del tiempo de trabajo y del desarrollo conceptual. Yo no entiende el arte por el arte; debe tener algún tipo de contraparte que lo justifique, que lleve a tocar de un modo determinado.
- Hay un cómo y un para qué se toca.
-Exacto. Me pongo a tocar porque necesito expresar algo determinado. Después será lindo o no, ahí ya no me meto porque cualquiera tiene derecho de pensar estéticamente lo que le parezca ante cualquier hecho artístico. Para mí, necesita un basamento. El jazz es música social, siempre lo fue, sobre todo a partir de los elementos desarrollados en los 60, comprometidos con movimientos de la sociedad norteamericana, el black power, las luchas por los derechos raciales. Este jazz representaba ese grito y nosotros tratamos de ir por ese lado. Hay que ver qué se pone por delante: si la cuestión egocéntrica de mostrar qué tan difícil puedo tocar o si quiero decir algo y se acabó. Si lo digo con cinco o con cincuenta notas, me da igual.
Lastra Trío, formado por Carlos Lastra (saxo tenor y soprano), Sebastián Groshaus (batería) y Andrés Fuhr (contrabajo) se presentará hoy en el centro cultural Arpillera, ubicado en Alderete 511, de Neuquén.
La cita es a las 23.
EDUARDO ROUILLET