ROCA.- Néstor En Bloque no habla. Pero al menos canta. Y eso es lo único que parece importarle a las miles de chicas que lo siguen semana a semana en vivo o a través de la televisión. Porque, convengamos, lo que este chico de 23 años hace es un verdadero apostolado. O incluso un ejercicio deportivo. Ayer cumpirá 3 recitales en Río Negro y Neuquén. Hoy al menos otros tres. Luego la fiesta seguirá y seguirá y seguirá a todo lo largo y ancho de la Argentina hasta que las velas no ardan.
Sería injusto decir que este chico es la última aparición del universo de la música tropical. Es una estrella de la canción de tintes villeros. Figura indiscutible de la era posbailanta. Por cierto que hace ya varios años que viene remando su gloria. Nadie sabe si será pasajera. No hay quien esté destinado a profetizar su ocaso.
Si es innegable que las grandes estrellas de este género musical han quedado marcadas por la desgracia. Rodrigo y Walter Olmos vieron apagadas sus vidas en el mejor momento de sus carreras. Uno en un accidente automovilístico fatal; el otro por mano propia en un juego de chicos duros.
Pero aquí está Néstor vivo y lleno de energía, vestido como si estuviera en el Polo Norte. Camperota de cuero. Forrada. Gorro negro que tapa buena parte de sus cejas. Jeans anchos de rapero. Zapatillas caras. Su rostro es agradable. Es un lindo pibe Néstor y su voz hace recordar a la de Juan Román Riquelme. Como apagada. Como sin ganas de pronunciarse en ningún aspecto. Por eso la entrevista con “Río Negro” es un salto al vacío. Un quimera.
El ambiente tampoco acompaña. A Néstor lo rodea parte de su equipo, algunos fans que lograron atravésar el umbral de la puerta del hotel y, más allá, un numeroso grupo de chicas que, pegadas a los vidrios como moscas perdidas por la luz, tratan de adivinar sus facciones.Ellas hacen sentir su presencia. Que duda cabe. Es alto Néstor, y a pesar de su extrema tímidez, trata de salir del paso lo mejor que puede. Néstor canta. No habla. Ya lo decíamos al principio.
-¿Cómo estás?
-Bien, estabas descansando.
-¿Estás acostumbrado a estos maratones?
-Si, es un trabajo. Yo lo tomo así. Duermo un poco en el hotel y el cansacio se me pasa.
-¿Siempre tuviste aptitud o ganas de cantar?
-No (se ríe). Yo era músico, tocaba instrumentos. Pero salió la oportunidad y empecé.
-Días atrás te vi en un programa de América, y tenías a toda esa platea hipnotizada. ¿Qué pensás de lo que genera tu persona y de lo que te sucede ahora?
-Que tengo suerte.
-Sólo eso.
-Si, hay que tener garra y ponerle y trabajar, pero siento que tengo mucha suerte. A cualquiera le gustaría estar en mi lugar.
-¿Dónde creciste?
-En Lanús Oeste.
-¿Lanús Centro?.
-(se ríe con cierta sorpresa) No, del centro de la villa.
La historia de Néstor no es distinta a la de muchos futbolistas. El también viene de una villa miseria y como ellos ha debido poner el cuerpo para hacerle el quite al hambre.
-Pero sos de San Lorenzo ¿no?.
-Si.
-Nada que ver con Lanús.
-No, nada.
-¿Cómo es tu vida habitualmente?
-Es normal. Lo mío es un trabajo. Me levanto, hago lo que tengo que hacer. Después tengo dos días para descansar y estoy con mi familia. Tengo dos hijos, juego con ellos. Es una vida normal, como cualquiera.
-Después arranca todo de nuevo.
-Todo de nuevo.
-¿Cómo haces para mantenerte al margen de tentaciones com oel alcohol o las drogas?
-Nunca nadie me ofreció nada. Si hay, no lo sé. Yo no soy de tomar.
-Si eso había leído.
-Por ahí una copa con los amigos pero muy poco.
-Sos un tipo tranquilo.
-Si.
Aquí es cuando los caminos se abren. La gente de Néstor ya no puede contener la pasión de las fans. ¡Chicas, chicas no entren! ¡Afuera!. Gritan todos y el recepcionista empieza a perder la paciencia aunque mantiene las formas. La chicas entran. Lloran como si vieran al Papa. Le dejan cartulinas para él se las escriba. Las chicas se van. Néstor firma, escribe lo que sea que escriba.
-¿Vas a salir Néstor?
-Si, si ahí salgo cuando termine la entrevista.
Pero la charla ha terminado hace rato. Néstor se refugia en su rincón. En su celular. Está pero en otro mundo.
“Es el amor de tu vida”, le grita una chica a otra. ¿Néstor puedo sacarme una fotografía? Si. ¿Puedes escribirme algo en la remera? Si. ¿Puedes darme un beso? Si. Néstor puede todo mientras no sea dar un discurso.
-Gracias, Nestor, por tu tiempo.
-De nada, todo bien.
Entonces Néstor se levanta. Sonríe con una mueca apenas perceptible y sale. No piensa. Sale, no más.
Afuera las fans, que un segundo antes se entretenían con un músico de la banda, comienzan a caer: ¡Es Néstor! Y Los gritos se roban la noche. Néstor dice que si a todo una vez más. Son apenas unos minutos de su tiempo. Luego camina lentamente por la calle hasta una traffic blanca, y sin violencia, cual Pantera Rosa por su casa, se sube al automóvil y desaparece.
Luis Leiva/Claudio Andrade