Jueves 24 de Julio de 2008 Edicion impresa pag. 38 > Deportes
OPINION: El bomberometido en un "Lío"

Numerosos aficionados argentinos, igual que Julio Grondona, despotrican estas horas contra Barcelona, pero el club español, aunque duela decirlo, parece tener la razón reglamentaria de su lado para seguir negando la cesión de Lionel Messi a los Juegos Olímpicos.

La nueva advertencia formulada ayer por presidente de la FIFA, terminó tal vez por definir el cuadro: Joseph Blatter habló de "obligatoriedad" pero agregó que, si hay incumplimiento, sólo se estaría "violando el espíritu olímpico". Demasiado poco como advertencia.

Algunos medios sugirieron en Buenos Aires que, ante la indefinición de los dirigentes, Messi debería seguir los pasos del brasileño Diego, la mejor figura de la última Liga alemana, pero que se animó igualmente a dejar unilateralmente al Werder Bremen para unirse a la selección olímpica de su país. Pero tampoco Messi parece dispuesto a semejante audacia.

Barcelona le mejoró el contrato sólo semanas atrás, el club está bajo llamas y con peligro de salida del propio presidente, Joan Laporta, y, una eventual derrota que lo deje afuera de la Liga de Campeones, será una catástrofe no sólo deportiva, sino también económica.

Es cierto, será un rival menor, acaso tan menor como algunas de las selecciones que enfrentará Argentina en los Juegos y esto, hay que decirlo, sabiendo siempre que el fútbol es uno de los pocos deportes que todavía se dan el lujo de la sorpresa, en el que al menos una tarde un equipo infinitamente más débil puede ganarle al más poderoso.

La ya casi segura baja de Messi era una fuerte posibilidad semanas atrás y quizás se convirtió en certeza cuando Real Madrid, clásico rival de Barcelona, invocó el argumento de una lesión para no ceder al brasileño Robinho, aunque el argentino, a diferencia de éste, es menor de 23 años.

Grondona lució las últimas horas resignado. Acaso traicionado por Laporta, el mismo presidente de Barcelona con el que un año atrás había acordado un proyecto de intercambio de inferiores para su querido Arsenal, luego cancelado. Ambos hicieron migas en las reuniones de la FIFA. Pero ahora a Laporta se le quema el rancho. Y no quiere dejar partir a su bombero número uno: Lionel Messi.

Barcelona, en rigor, no hace más que aprovechar la política eternamente ambigua, y a veces hostil, que tuvo la FIFA hacia los Juegos Olímpicos, consciente de que el fútbol es un reino aparte, que no precisa tal vez de compañeros de ruta, porque ya tiene un lugar asegurado en el gran palco.

El acuerdo, no escrito, habla de una amistosa cesión de jugadores. Pero Barcelona, por más pequeño que sea su rival, no tendrá que afrontar justamente un amistoso durante los Juegos. Se jugará su boleto a la fase final de la Liga de Campeones. Necesita iniciar con buen pie el ciclo del nuevo DT Josep Guardiola, especialmente después de la última temporada sin títulos de Frank Rijkaard, algo imperdonable para el que se jactaba de ser el plantel más poderoso del planeta. Ya sin Ronaldinho, la estrella número uno de ese plantel se llama Lionel Messi. Y Barcelona tiene razones para no regalarlo.

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

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