El análisis de varios países exitosos que mejoraron sustancialmente su desempeño en las últimas décadas muestra que, en mayor o menor medida, todos éstos han construido una estrategia de desarrollo basada en cinco pilares fundamentales:

" Una visión o proyecto movilizador adoptado por la sociedad.

" Políticas de fuerte inversión en el desarrollo de sus recursos humanos.

" Políticas para favorecer el desarrollo del capitalismo local.

" Políticas para mejorar la competitividad del país como destino para los inversores internacionales.

" Políticas para asegurarse que el dinamismo económico también resulte en una sociedad mejor.

Por ello, nuestra reflexión acerca de la necesidad de construir una visión de futuro para la Argentina. Una que ofrezca un horizonte de realización a nuestra sociedad, un marco para el desarrollo de la producción y de la ciudadanía y, también, una base de acción para el contrato social que toda sociedad renueva para desarrollarse y expandirse.

En fin, ¿cómo lograr que, camino al 2020, la Argentina se encuentre en una clara trayectoria hacia el desarrollo? ¿Cómo avanzar? ¿Cómo pasar de la etapa de las aspiraciones a la de las realizaciones concretas? ¿Cómo poner en marcha un proceso de transformación continua como el de los países exitosos? He aquí las inquietudes centrales de la hora...

Por empezar, démosle a la visión una formulación más sistemática y tangible:

" Una Argentina con un ingreso per cápita de 14.000 dólares, equivalente al 75% del nivel promedio actual de los "países desarrollados recientes", como España, Portugal y Nueva Zelanda.

" Exportaciones del orden de 60.000 millones de dólares, con una gran variedad de oferta al mundo. La visión apunta a un país que no sólo es exportador de bienes primarios y recursos naturales, sino también un jugador activo en industrias de "agribusiness" (por ejemplo, alimentos de marca, vinos, pesca de calidad, especialidades de frutas), en actividades manufactureras (textiles y calzados con alto contenido de diseño, especialidades siderúrgicas, automotriz, bienes de capital, robótica), en productos y servicios intensivos en recursos calificados (ingeniería, diseño, software, educación superior), y también un territorio cuyo destino es altamente atractivo para el turismo de calidad.

" Una sociedad de calidad creciente, donde el 80% de los adolescentes completa los estudios secundarios, donde la mortalidad infantil se ha reducido a la mitad, donde el 20% más pobre de la sociedad recibe como mínimo 50% más de su participación actual en la riqueza nacional y donde se están reduciendo fuertemente las disparidades regionales.

" Un país con una economía dinámica, con 5 a 10 multinacionales argentinas de clase mundial, con 300 a 500 pymes que exportan regularmente el 30/40% de su producción y donde se recibe por lo menos un tercio de las inversiones extranjeras que llegan al cono sur.

Éstos son los indicadores fundamentales que le dan dimensión a esta oportunidad de desarrollo para la Argentina. Hemos analizado en profundidad los siguientes casos: Alemania e Italia en la posguerra, Francia a partir de 1958, España y Portugal desde la recuperación de la democracia; Australia, Nueva Zelanda, el Reino Unido e Irlanda en los años '80 y Chile a partir de 1989 (también se han estudiado mejores prácticas institucionales o momentos clave de transformación en otros países como Canadá, Corea, México, Brasil y Singapur).

Podemos expresar lo siguiente: partiendo desde situaciones de gran traumatismo o de crisis de insatisfacción profunda, los países que han logrado consolidar una trayectoria de alto desempeño en décadas recientes presentan una dinámica que, simplificando, se puede conceptualizar en tres tiempos:

Primero: "La sociedad decide qué necesita cambiar". A partir de una crisis profunda se abre una nueva etapa fundacional.

Segundo: "La sociedad fija una visión y se arma la coalición para el cambio".

Tercero: "La sociedad construye instituciones y procesos para darle vida a la visión y desarrollar una capacidad de transformación continua".

El momento histórico aparece cuando hace crisis una "insatisfacción profunda de la sociedad por la brecha entre su desempeño y sus aspiraciones", o sea cuando se pregunta: ¿por qué estamos cayendo tan bajo?

En estas crisis de insatisfacción, las instituciones del país no están en discusión; se producen como resultado de la divergencia creciente entre la autoimagen de la sociedad y la realidad frustrante que le depara la vida cotidiana. Sobreviene entonces una crisis puntual que lleva a un recambio de conducción y surge un liderazgo compartido, que representa una recuperación de la sustancia y la viabilidad de la sociedad como tal.

En el segundo tiempo, la sociedad fija, de modo más o menos estructurado y explícito, una visión y se construye la coalición para el cambio. ¿Qué es una visión? Un conjunto de propuestas alrededor de algunos temas clave como la posición que se quiere lograr en el mundo, qué tipo de sociedad se quiere construir, qué reglas de organización y de comportamientos básicos se quieren cumplir, cómo la sociedad se va a organizar para la búsqueda de la competitividad o cómo se va a definir el contrato entre las generaciones.

Ahora bien, la visión como documento o expresión de aspiraciones puede resultar un ejercicio estéril si no se genera una "coalición para el cambio" que, generalmente, se ha construido sobre la conjunción de:

" Algunos liderazgos unificadores que representan la garantía y el significado de todo el proceso.

" Líderes políticos que llevan adelante el proceso político y líderes técnicos que desarrollan el proceso concreto de transformación.

" Una generación que comprende y asume su responsabilidad histórica y trabaja para superar las ambiciones del pasado y consolidar el proceso de cambio.

Habiendo construido una visión y la coalición para el cambio, se torna imprescindible el avance de la sociedad hacia un tercer tiempo, en el que se construyen instituciones y procesos. Es necesario, a esta altura, construir capacidades para precipitar el cambio en cinco niveles de acción:

" A nivel de los fundamentos, o sea construir y reforzar permanentemente las instituciones fundamentales de la democracia y las que contribuyen a la racionalidad macroeconómica (moneda, Banco Central, continuidad jurídica), así como los valores y la cultura de la sociedad (llamado el "capital social", que constituye un determinante fundamental del desempeño de una sociedad).

" En la calidad y el financiamiento del sector público, o sea, tenerlo con funcionarios de prestigio, honestos y con procesos de gestión y financiamiento que, en el respeto de la propiedad privada, aseguren un desempeño alineado con los objetivos de la sociedad.

" En las instituciones para la calidad de la sociedad y de las instituciones que contribuyen a la creación en una primera oportunidad a los ciudadanos (salud, educación, vida asociativa) y otras que promueven la flexibilidad y movilidad social o segundas oportunidades (políticas de promoción, vivienda, urbanización).

" En las instituciones para la calidad de los mercados de factores y la infraestructura necesaria para su funcionamiento, como por ejemplo el del mercado de trabajo, la calidad y versatilidad del sistema financiero y del mercado de capitales, la infraestructura física, la seguridad y el ágil ejercicio de la Justicia.

" En las políticas/instituciones para promover la creación de riqueza o la competitividad de las empresas, donde deben diferenciarse tres segmentos objetivos que tienen necesidades específicas: los grandes grupos nacionales que requieren consolidarse, salir a competir al exterior y pasar a ser multinacionales de clase mundial; las pequeñas y medianas empresas que deban nacer, consolidarse y agruparse para crear racimos competitivos; las empresas multinacionales que necesiten un mercado doméstico interesante y la pertenencia a un área regional ampliada para justificar sus inversiones.

También reviste alta importancia, en este capítulo, la calidad de la política exterior del país y sus organismos y procesos para promover los intereses económicos de las empresas en el exterior.

Por último, es importante recordar siempre que este proceso en tres tiempos no es estrictamente lineal y que requiere de capacidades para el diálogo social o conversación estratégica, para asegurar su actualización continua y la vigencia del contrato social a medida que las condiciones del país y las aspiraciones de la sociedad vayan evolucionando. Vamos, vamos a entendernos.

ALBERTO FÉLIX SUERTEGARAY (*)

Especial para "Río Negro"

(*) DSc. Ingeniería de Producción