-¿Lo sorprendió el voto de Cobos?
-¡Sí! Creo que sorprendió a todos. En política hay que estar a la altura de las circunstancias y Cobos lo hizo. La situación fue tan tensa que excedió el reclamo del campo. Hubo una sociedad que se paralizó; estábamos ante el quiebre de las economías regionales, había una sensación de hartazgo y malhumor social que se percibía en todos lados. Y el vicepresidente se jugó por un voto de rechazo que implica sentido común.
-¿Ahora habrá que cuidar a Cobos?
-Bueno, sí, pero me parece que Cobos, y fundamentalmente nosotros, desde la UCR, siempre vamos a apostar por la institucionalidad. Esto también significa respetar al vicepresidente más allá de las diferencias que podamos tener desde el radicalismo; éste es un partido de valores, y creo que Cobos ha reflejado los valores que muchas veces representó el radicalismo. La división de poderes, el respeto y el freno al abuso de poder son todos valores de la UCR. Y su voto quizá tenga mucho que ver con esos valores.
-¿Cuál es su análisis sobre lo que ocurrió en el Senado?
-Creo que fue una jornada histórica. La tomo como un salto de calidad institucional en la Argentina. Es el recupero del Congreso como un poder del Estado. Los senadores actuamos con mucha convicción en defensa del federalismo. El mejor aporte que podríamos haber hecho para contribuir a la pacificación del país fue el rechazo a la media sanción del proyecto enviado por la Cámara de Diputados.
-Tras cuatro meses de conflicto, ¿qué cuestiones salieron a la superficie?
-El reclamo del campo ha puesto en evidencia que no estaban en juego dos o tres puntos de retenciones. El acompañamiento de los pueblos urbanos y de la ciudadanía a este reclamo sectorial ha expresado el hartazgo de la sociedad hacia un estilo de ejercer el poder. No hay hartazgo hacia la legitimidad presidencial sino hacia un estilo que apuesta a la confrontación, con eje en la intolerancia, el que piensa diferente es un enemigo, el que no suma resta, no hay lugar para tibios...
-Una Argentina sin debate.
-Claro, no hay lugar para la duda. Se trata de un estilo que impone y que reniega del diálogo y del consenso. Me parece que esto cansó porque la gente apostaba por otra cosa: sensatez, humildad y sentido común, algo que el gobierno no tuvo durante los 125 días de un conflicto absolutamente innecesario. Con sentido común se habría destrabado mucho antes, cuando la gente expresó su hartazgo con las primeras cacerolas.
-¿Se terminó entonces un modelo de ejercicio del poder?
-La senadora riojana Teresa Quintela (kirchnerista) fue muy contundente cuando expresó: "Necesito un gobierno que me convenza, no que me presione". Creo que puso en evidencia lo que pasó en el Parlamento con muchos senadores del propio oficialismo. Convencer es dialogar, comprender, interpretar y darse cuenta de que a veces es conveniente cambiar una coma. Pero el gobierno pretendió un acompañamiento y no lo consiguió.
-¿Y entonces?
-Todos necesitamos que Cristina encauce las cosas y para eso hay que darse cuenta del mensaje del Congreso y de la gente. Me preocupó la reacción que tuvo Cristina en las primeras horas. En el Chaco omitió el problema central y la única referencia que hizo fue hablar de traiciones y de defecciones en el oficialismo por no acompañar el proyecto. Si éste es el eje, la presidenta tiene una visión autista que nos debe preocupar a todos. Si Cristina interpreta el mensaje de la ciudadanía, del propio vicepresidente y del Parlamento, puede potenciar el gobierno y cambiar las cosas en el país. Esta semana va a ser clave.
-Al día siguiente de la negativa del Congreso, los mercados reaccionaron positivamente -subió la bolsa, bajó el riesgo país- y quedó desmentida la idea de un "golpe institucional". Entonces, la presidenta habló de traición.
-Eso tiene que ver con la lógica de un gobierno que siempre busca un culpable y confronta. Nunca mira para adentro ni reconoce los errores. Si analizamos el estilo del kirchnerismo vamos a recordar que Néstor Kirchner confrontó con los empresarios, con la Iglesia, con la prensa, siempre buscando un culpable y nunca reconociendo errores. Ahora no les alcanzó con culpar al campo sino que también responsabilizaron al campo y a la sociedad de un clima destituyente que nunca existió. El gobierno debe tomar nota de lo que ocurrió y darse cuenta, porque si insiste en este camino vamos mal.
-Uno de los tantos errores del gobierno fue llevar una discusión económica a un terreno ideológico.
-Sí. Montó una batalla ideológica y se equivocó de diagnóstico. Ésta es otra Argentina, no es el país de
las discusiones ideológicas de los '70. El gobierno debe darse cuenta, porque si no vamos por mal camino.
-¿Qué significa el "no" de Cobos para un gobierno acostumbrado al "sí" y que no acepta disidencias?
-El vicepresidente actuó con plena convicción y de buena fe con su voto negativo. Me parece que Cobos escuchó más a la gente que al microclima generado en el gobierno. La gente pedía por favor la pacificación y el destrabe del conflicto. Cobos, con mucha sensatez y fuerza, le dijo que no a una media sanción pero también le dijo que sí a la pacificación. Y eso tiene mucho valor.
-¿Cómo se entiende que en medio del conflicto el gobierno decidiera enviar ministros a las carpas?
-Hace eso en vez de ponerse a gestionar. Es su lógica. Se intenta reproducir el modelo de Santa Cruz en el país. Pero el país no es Santa Cruz. Para darnos cuenta del estilo kirchnerista tenemos que recordar el reclamo de los docentes en esa provincia. ¿Qué pasó? Un gobierno que no quiso retroceder ante un planteo legítimo de un sector terminó con la destitución de gobernadores, con el ex ministro Daniel Varizat atropellando manifestantes... es decir, nunca se miden los costos. Todo es una cuestión de confrontación constante. "Quien hace un planteo es un enemigo y no podemos retroceder", piensan. No pueden trasladar a la Argentina un modelo de gestión que quizá puede cerrar en un esquema feudal. Debe haber un profundo replanteo en el gobierno.
-¿Qué quiere decir?
-Néstor Kirchner realmente le hace mucho daño a la presidenta. Ojalá la deje actuar a ella, porque su presencia opaca la figura de Cristina. Néstor tuvo un protagonismo absolutamente exagerado en estos cuatro meses, con actitudes paranoicas, acusando de golpistas y desestabilizadores al campo y a la oposición. En un discurso expresó que detrás del reclamo del campo están los grupos de tareas del '76 y los comandos civiles del '55. Yo soy un hijo de la democracia. En el '76 tenía ocho o nueve años, ya no recuerdo. Muchos no fuimos parte de ese país y queremos construir una Argentina sin antinomias. Creo que en esto Kirchner se quedó en el tiempo. Algunos quizá lo puedan entender desde lo discursivo, pero no el ciudadano común. Cuando uno se equivoca de diagnóstico creyendo que ante cada reclamo sectorial hay un intento desestabilizador terminan las cosas así: fracturando no sólo su propio bloque sino generando una crisis en su propio gobierno.
-Está instalada la idea de que el poder real lo tiene Néstor Kirchner y el formal, la presidenta.
-Sí, es así. Eso desdibuja la imagen y es peligroso. Ojalá interpreten que estamos ante una inmensa oportunidad para la política en general y también para que el gobierno relance su propio gabinete. Porque de acá hasta al 2011 falta mucho y todos necesitamos un gobierno que retome el rumbo y que se preocupe de los problemas que nos afectan a todos: la inflación, la crisis energética... hay problemas cotidianos que necesitan de un gobierno que se aboque a ellos.
-¿Por qué piensa que en la política argentina últimamente no se debate?
-Por el disciplinamiento. Éste un gobierno que te impone. El Congreso lastimosamente actuó durante los últimos tiempos como una escribanía general , que se dedicó a refrendar disciplinadamente los proyectos del Ejecutivo, que reniega de la división de poderes. Hay una gran hipocresía discursiva en el gobierno nacional. No quiere que se discuta en el Parlamento pero sí apuesta por mayores superpoderes al jefe de Gabinete y por un mayor manejo de la Justicia con la composición actual del Consejo de la Magistratura. El gobierno quiere el disciplinamiento de todos y que se haga lo que piensa el Ejecutivo. Y al que no le gusta pagará las consecuencias.
-¿Cuál es el panorama a futuro?
-La gobernabilidad está garantizada. Las instituciones están fortalecidas. Pero éste es el único gobierno que en plena bonanza económica dilapidó capital político innecesariamente. Debería aprender a escuchar y tomar nota de por qué no acompañaron este proyecto muchos legisladores del oficialismo y ex gobernadores como Rubén Marín, Carlos Reutemann, Rodríguez Saá y Juan Carlos Romero.
JUAN IGNACIO PEREYRA
ipereyra@netkey.com.ar