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LA SEMANA EN SAN MARTIN DE LOS ANDES: Orín en la maceta | ||
Con inquietante frecuencia, vaya uno a saber por qué, se naturalizan comportamientos que debieran, cuando menos, causar vergüenza ajena. Se los acepta por costumbre. Y, lo que es peor, terminan por creerse inevitables... Por estos días, en la vecina Junín de los Andes están alarmados por la proliferación de jóvenes sanmartinenses que echan reales los viernes y sábados, se empapan de alcohol, provocan desmanes, se pelean entre sí y con los policías. Por cierto, no todos los que van de una ciudad a la otra, los fines de semana, se dedican a hacer tropelías, pero son los suficientes. Tanto, que sólo en los últimos 15 días hubo 22 arrestados por contravenciones en Junín y todos resultaron tener domicilio en San Martín de los Andes. Cuando el cronista preguntó los motivos de tan curioso fenómeno, las autoridades dijeron que obedece al cierre de una bailanta en San Martín. Ergo, especulan, el público entusiasta de esas veladas danzantes prefiere hacer 80 kilómetros (cuarenta de ida y otros tantos de vuelta), antes que quedarse en casa. He allí dos formas de naturalización de conductas, y una de ellas adquiere contornos de prejuicio. La idea preconcebida es la de suponer que el público bailantero está vulgarmente inclinado al lío y al alcohol, cualquiera sea el orden. Entonces, el cronista hizo una simple pregunta a las autoridades de San Martín: ¿Desde que cerró la bailanta, hay menos desmanes, contravenciones, jóvenes alcoholizados los fines de semana..? La respuesta fue: "Sí, pero no vaya a creer...". En otras palabras, mermó un poco el barullo porque hay un boliche menos y gente que antes estaba aquí ahora va para allá, pero a la salida de otros locales nocturnos sanmartinenses, supuestamente apuntados hacia un "target" de bolsillos más acomodados, sigue habiendo bataholas, muchachos y menores alcoholizados, sexo a la vuelta de una esquina y orín en las macetas. Si el lector cree que el detalle se lo inventó el cronista, se equivoca, pues está en la larga lista de denuncias que desde hace años vienen haciendo los vecinos de la calle Elordi, por ejemplo. La segunda naturalización es aquella que asume el asunto como inevitable. Los chicos salen de noche, muchísimos son menores de edad, se alcoholizan en los boliches o a la salida de ellos (incluso antes de ingresar a ellos), se agredan entre sí o a terceros. Todo como si fuese un ciclo que, por reiterativo, debe ser aceptado sin más, porque está probado que nada puede hacerse. Es como si toda prevención fuese en balde y, en consecuencia, no vale la pena hacer nada. Lo más triste es que, en efecto, se achica el margen de maniobra. Un hombre de uniforme, próximo al retiro, dijo al cronista cuando le preguntó por la conducta de los adolescentes y no tanto, antes, durante y después del baile: "Mire... líos hubo siempre, desde que me acuerdo. Pero lo que le puedo decir es que cada vez hay menos paciencia y más alcohol. Basta una mirada mal para que se arme. Y los chicos están cada vez más violentos". Para infortunio de todos, si no se hace algo, esa "impaciencia" también acabará por parecer natural en unos años.
FERNANDO BRAVO rionegro@smandes.com.ar | ||
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