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  Domingo 20 de Julio de 2008  
  Edicion impresa pag. 40 » Cultura y Espectaculos  
  Humphrey, ¿puedes apagar el cigarrillo?  
La cruzada antitabaco llegó hasta los papeles de Hollywood. Pero muchas veces la realidad es otra. A pesar del acuerdo que impide a las tabacaleras pagar para que sus productos aparezcan en la pantalla, las estrellas de cine siguen fumando en los filmes. Los especialistas aseguran que su influencia es decisiva en los chicos y los jóvenes. ¿Se puede pintar en la gran pantalla un mundo sin vicio? La polémica continúa.
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Sólo por un momento dejemos de pensar en Humphrey Bogart y su inmortal cigarrillo encendido. Hagamos otro esfuerzo y olvidémonos también de James Dean. No es fácil, pero resulta vital si queremos comprender cómo es el escenario contemporáneo sobre el que la imagen del actor fumador continúa perpetuándose.

Hay por lo menos dos generaciones de consumidores que en su vida vieron al bueno de Humphrey fumándose un pitillo antes de besar a una chica o golpear a un hampón. Éste es el motivo por el cual hay que quitarlo de la ecuación. Ellos fueron testigos de otra cosa.

Por ejemplo, vieron a Don Johnson mojando con la lengua la punta de un Lucky Strike sin filtro. A Mickey Rourke hacer de su cigarro una parte de su vestuario. A Sean Penn unido en un pacto de sangre con su tabaco negro. A Leonardo DiCaprio, como un policía encubierto, echando humo al borde del abismo. A Helena Bonham Carter, atractiva, fatal y viciosa en “El club de la pelea”.

Ninguna de estas visiones fue casual. Durante años los grandes estudios recibieron los beneficios de aceptar el humo en sus películas. Las transacciones económicas entre Hollywood y las tabacaleras son materia conocida. Hubo un tiempo en que el recurso publicitario estaba convenido por ambas partes de modo público y notorio: las compañías pagaban su cuota y los actores aparecían con una cajetilla entre las manos. Nadie lo ignoraba.

Esta historia de beneficios mutuos cambió en 1998 cuando, bajo la presión del Congreso, se firmó el Master Settlement Agreement. Entonces, las tabacaleras se comprometieron a dejar de pagar para que se incluyan sus productos dentro los filmes.

La idea original fue disminuir el nivel exposición de figuras destacadas en el acto de fumar puesto que según estudios independientes tiene una decisiva influencia sobre los jóvenes y adolescentes. Para las organizaciones sin fines de lucro, la ecuación es simple: si un galán de Hollywood fuma en una película que ven menores de 18 años, algunos de estos se verán condicionados a hacerlo por sí mismos. Un porcentaje de ese porcentaje, al cabo de unos años, morirá producto de su adicción.

Aunque oficialmente las empresas tabacaleras se habían negado a que la conducta de un personaje en un filme pudiera ocasionar algún tipo de daño, la firma del acuerdo sirvió para poner en evidencia su verdadero punto de vista. Para las compañías, poner su tabaco en pantalla es esencial y lo seguirá siendo. Diversos documentos que salieron a la luz como producto del compromiso demuestran que estas eran conscientes del poder que ejerce una luminaria del cine.

Un estudio del 2001, de la Facultad de Medicina de Dartmouth, reveló que el 85% de las 25 películas más taquilleras entre 1988 y 1997 contenían personajes fumando. Otro estudio realizado por la Asociación norteamericana del Pulmón (ALA), mostró que Phillip Morris distribuyó sus productos en más de 191 películas entre 1978 y 1988. ALA también difundió que R. J. Reynolds suministró gratuitamente tabaco por años a 188 estrellas del cine. Según Kori Titus, vocero de la organización, “enganchar con el tabaco a actores y directores era una forma de garantizar que apareciera en sus filmes”.

El American Journal of Public Health, publicó tiempo atrás una investigación donde se analizaban 50 películas estrenadas entre 1993 y 1997. Sus autores encontraron que fumaban el 38% de los actores masculinos y el 42% de las actrices.

En 1999, en la revista JAMA se dio a conocer un informe en el que sus autores revisaron 50 películas dirigidas al público infantil, producidas en Estados Unidos entre 1937 y 1997, a la captura de secuencias en que los personajes fumaran o bebieran alcohol. Hallaron que en 34 (68%) de esas películas, los personajes –ya sea caracterizados como buenos o malos– bebían y fumaban.

Pocos años atrás el profesor Hans-Juergen Wulff, especialista en cine de la Universidad de Kiel ofreció una conferencia en un congreso en Francfurt bajo el título “¿Por qué los héroes del cine están tan obsesionados con el tabaco? Según sus conclusiones fumar, en tanto herramienta de expresión “es prácticamente insustituible”.

Pensemos en todo lo que resignifica el cigarrillo dentro de la pantalla. La espera, el nerviosismo, el placer de un momento, la crisis de otro, un encuentro entre dos enamorados que se atenúa fumando.

Es hora de volver a Bogart ¿Alguien se lo imagina sin su prototípico cigarrillo? En “Casablanca” fuman todos los hombres, según ha explicado el experto Jan Sellmer. Es más, cualquier fanático podría asegurar que en las escenas claves del filme siempre hay un cigarrillo ocupando un fragmento de pantalla.

¿No perdería James Dean su halo de rebeldía al quitárlese de un plumazo el cigarrillo que carga en cada poster?

Hollywood es culpable, por supuesto. Pero la industria ha incorporado el cigarrillo como un increíble recurso expresivo.

Semanas atrás Sean Penn dio una señal definitiva. Como presidente del jurado se negó a dejar su hábito a un costado. No fue menor verlo en el centro de la mesa haciendo bromas a propósito del tema.

La historia del cine está atada al humo del cigarro. En el pasado reciente, el personaje interpretado por Nicolas Cage en “Corazón Salvaje”, Sailor, fuma como un descosido durante la mayor parte del filme, pero cuando su novia, Lula (Laura Dern), le anuncia que está embarazada, Sailor comienza a fumar de a dos por vez. También “Los humos del vecino” y “Cigarros”, dirigidas en parte por el escritor y fumador confeso, Paul Auster, hacen su propia apología del cigarrillo. En televisión, incluso, los personajes de James Spader y William Shatner, Alan y Denny respectivamente, fuman un grueso puro y toman un vaso de whisky cada fin de jornada.

Confirmando el pecado, días atrás salió a la venta un nuevo libro dedicado al fumador: “Smoking is bad”, producido por la revista GQ, en cuya portada descubrimos al siempre elegante Jeremy Irons, en patas y envuelto por el brazo sensual del humo de tabaco. Allí aparecen, entre otros, Mickey Rourke, Javier Bardem y Steve McQueen.

La relación cine-tabaco ha sido exagerada por la voracidad de una industria que hace dinero con la fantasía colectiva, ¿o es posible beber como lo hacen los personajes de “Entre copas” sin caer redondo antes de decir la primera línea de diálogo?

Este frenesí probablemente se vuelve cuerpo en millones de personas que no diferencian entre realidad y ficción. El cine no está en condiciones de establecer la frontera que divide lo conveniente de lo imposible ¿Debería fumar menos el personaje de Joaquín Phoenix, Bobby Green, en “Los dueños de la noche”? ¿Podemos imaginarnos a un dueño de una discoteca, como él, que no fume ni beba una gota de alcohol.

Tal vez sí, pero acá también vale la percepción de Phoenix sobre el Bobby que cuenta la historia.

En uno de los finales de películas más originales que se hayan visto, Tom Waits, en “Big Times”, deja pasar el tiempo adentro de una taquilla de cine fumándose uno de sus tantos cigarrillos. Al final, el artista se queda dormido frente a una cámara inmóvil que retrata como el humo se eleva hasta perderse de la pantalla junto a los títulos.

La semana pasada, el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, dejó en claro su punto de vista salomónico. Los niños deben ser advertidos de los riesgos del tabaco, pero Hollywood no puede recibir presiones para sacar los cigarrillos de las películas dirigidas a un público joven, aseguró Arnold. No está demás comentar que el actor, como Jack Nicholson, es un gran consumidor de puros cubanos.

El gobernador se parte de risa o espanto de sólo imaginar que Winston Churchill, pudiera ser caracterizado sin su habano. “Es ridículo, el decirles de pronto a los actores que no pueden fumar un cigarrillo en una película cuando interpretan a un personaje. Creo que sería ir demasiado lejos”, señaló.

De acuerdo o no con estas palabras, los principales estudios de Hollywood podrán anuncios contra el tabaco en millones de películas en DVD dirigidas a jóvenes, en las que se incluyen escenas de fumadores.

No es errado suponer que a los estudios ya no les preocupan demasiado los avisos contra el tabaco. Lo único que cuenta en este terreno es si los actores portan su cigarrillo y qué imagen reflejan a la audiencia. Si existe una verdad entre tantas mentiras, es que en las películas sobre todo fuman los triunfadores y los galanes.

POR CLAUDIO ANDRADE


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