Sábado 19 de Julio de 2008 > Carta de Lectores
Un negocio inoportuno

Si bien los directivos españoles del grupo Marsans están quejándose amargamente por los métodos utilizados por integrantes del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para obligarlos a desprenderse cuanto antes de su parte de Aerolíneas Argentinas y Austral, no pueden sino sentir cierto alivio por el probable desenlace de esta lucha prolongada por el control de empresas que aun cuando funcionaran de manera adecuada les supondrían un sinfín de problemas. Sucede que como consecuencia de la suba espectacular del precio de los combustibles y el peligro de que la economía mundial se precipite en una recesión, la aviación comercial está en crisis en todos los países del mundo. Se prevé que en los meses venideros varias líneas aéreas internacionalmente conocidas tendrán que abandonar el negocio, mientras que las sobrevivientes se verán constreñidas a despedir a muchos empleados, reducir la cantidad de vuelos y, desde luego, aumentar las tarifas. En América del Norte, Europa y Asia los inversores no quieren saber nada de un sector de perspectivas tan inciertas, pero, como ya es habitual, los estrategas del gobierno kirchnerista no parecen haberse dado cuenta de que acaban de ingresar atropelladamente en una zona de turbulencia en que hasta los más experimentados temen por el futuro. Puesto que, además de enfrentar los desafíos muy grandes que amenazan a todas las empresas del sector, incluyendo a las mayores y las más rentables, los españoles del grupo Marsans también han sido blancos de lo que tomaron por una campaña de hostigamiento encabezada por el secretario de Transporte y sindicalista Ricardo Jaime, sería natural que se felicitaran por salir con algunos rasguños de una situación en que, tal y como están las cosas, sólo les esperaban pérdidas abultadas.

Si nuestro gobierno se cree beneficiado por la estatización de Aerolíneas, es más que probable que haya cometido un error que podría costarle muy caro. Por estar en juego su propio prestigio y por haberse comprometido a "garantizar el servicio y las fuentes de trabajo", se resistirán por motivos políticos a permitir medidas parecidas a las tomadas por las grandes líneas aéreas del Primer Mundo para que sus empresas sigan operando. Dadas las circunstancias, pues, al gobierno de la presidenta Cristina le hubiera sido difícil elegir un momento menos oportuno para encargarse de una línea aérea que ya está plagada de problemas de todo tipo. Además de tener que aplacar a sindicalistas beligerantes que están acostumbrados a declararse en huelga por cualquier motivo sin que les importen los intereses de la empresa o de los pasajeros a quienes abandonan a su suerte, a los nuevos dueños les será necesario renovar una flota en que una proporción significante de los aviones sencillamente no está en condiciones de volar, lo que les costará muchísimo dinero si no quieren que se produzcan más desastres aéreos. No es un problema que han tenido que enfrentar los responsables de otra empresa aérea estatal, la fantasmal Líneas Aéreas Federales, porque hasta ahora no ha dispuesto de ningún avión, pero en los casos de Aerolíneas y Austral los funcionarios que reemplacen a los directivos actuales no podrán pasarlo por alto.

Aún no se ha establecido el valor del paquete accionario de Marsans, pero ya han comenzado las disputas en torno al monto que tendrá que pagar el Estado nacional, o sea, los contribuyentes, por el privilegio de "argentinizar" las empresas. Además, parecería que la deuda de Aerolíneas es decididamente menor que la suma, 900 millones de dólares, como dice Jaime para legitimar el pedido de intervención, ya que según la empresa es de apenas 240 millones exigibles por los proveedores, lo que no constituiría una cantidad demasiado onerosa para una empresa de sus dimensiones. De todos modos, en vista de la relación nada amistosa de los kirchneristas con el grupo Marsans, el traspaso de acciones previsto no resultará ser un trámite fácil, ya que los inversores españoles no vacilarán en ir al tribunal del Banco Mundial, el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), si se creen víctimas de otra jugada heterodoxa de parte de un gobierno que siempre se ha enorgullecido de su negativa a respetar las reglas.

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