Sorpresa e indignación en el núcleo duro del kirchnerismo. Miguel Pichetto, el sensibilizado jefe de bloque del PJ, había comparado elípticamente, al titular provisional del Senado con el traidor Judas, en una jornada parlamentaria cargada de dramatismo y sospechas. Euforia en los sectores del campo aposentados en los bosques de Palermo. El matar o morir planteado por el gobierno –reto aceptado por un campo indócil– para la polémica resolución 125 sobre retenciones móviles, tuvo su desenlace. Institucional, y no con violencia en las calles. Por fortuna. Nada quedó de la iniciativa que provocó un pleito de más de 4 meses y trabó el andamiaje de un país que –como dijo el senador Roberto Urquía, un cordobés K que osó votar en contra del matrimonio presidencial– está en condiciones de proveer alimentos a 400 millones de personas en el mundo, y todavía no resolvió los problemas de pobreza e indigencia en un territorio que alberga apenas a 40 millones de argentinos. Nadie es la sal de la tierra. Nadie, en algún momento de su vida, no lo es, escribió Jorge Luis Borges en uno de sus evangelios apócrifos. El fragmento 14 le calza a la perfección al vicepresidente Julio Cobos, expulsado de la UCR por haberse aliado a los K, en las elecciones de octubre de 2007. A pesar de la inocultable inquina de Cristina Fernández y su esposo Néstor Kirchner –hoy seguían pensando que el mendocino actuó sin ingenuidad y con intención espuria–, Cobos tuvo su pizca de gloria cuando le tocó desempatar una increíble votación de 36 a 36, en la que no hubo ausencias ni abstenciones. Venciendo sus dudas y contradicciones –según dijo– y enfrentando la mirada de rabia de Pichetto, esgrimió convicciones íntimas y machacó con la búsqueda del consenso. Paradójicamente manso, se enfrentó con la táctica fiera enarbolada desde la Rosada. Insólito. Más que insólito: a siete meses de gestión, con una economía que marcha viento en popa a pesar de la semi parálisis provocada por el pleito surgido del interior productivo, Cobos se pronunció en contra del Ejecutivo que él mismo integra. Curioso hasta el paroxismo. Hombres de extracción radical tuvieron la responsabilidad de marcar el rumbo a una administración peronista. José Pampuro, un ex duhaldista afincado hoy al lado de los Kirchner, fue confidente de Cobos. Y este ex gobernador, que se sigue reconociendo como yrigoyenistas, no interrumpió sus diálogos con el jefe de gabinete, Alberto Fernández. Fernández le transmitió a Cristina que no debía preocuparse: Cobos votaría a favor. No lo hizo. “Está armando un poder paralelo”, dijeron a este diario. Con tono tenue y quebradizo, el mendocino elaboró su discurso. Asestó (haya querido o no) un mazazo a la cabeza del kirchnerismo. Y les hizo abrir los puños a los dirigentes de las entidades agropecuarias que los habían cerrado para la pelea. ¿Habrá manos generosas tendidas y mentes frías, para alcanzar las soluciones? Arnaldo Paganetti |