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ANÁLISIS: Presiones que dañaron | ||
Miguel Pichetto hoy es la cara más visible de la derrota oficial. | ||
Las cámaras devolvían esta madrugada el nudo de nervios en el que se había convertido el senador rionegrino Miguel Pichetto. No era para menos. Sobre él estaba depositado el peso de las ansiedades y furias del matrimonio Kirchner. Hoy es la cara más visible de la derrota oficial y, probablemente, uno de los primeros fusibles en estas horas.
Su poco tacto institucional días antes de la votación, dirigiendo denuestos hacia Cobos (sobre todo el expresado en una entrevista a “Río Negro”: “Si vota en contra del proyecto oficial tiene que irse del gobierno”) convirtieron la lesión que ya había entre los K y el vicepresidente en una herida abierta y sangrante.
A segundos del desempate, Pichetto acompañaba la mirada fulminante a Cobos con palabras airadas. No había bajado su presión, desde ese “tiene que irse”. La tácita admonición señalaba: “Si no votás con nosotros, sos un traidor”, como la explícita y grosera amonestación de Kunkel a Solá apenas terminó su discurso en Diputados.
En definitiva, como ha sido el pensamiento dominante del kirchnerismo.
Pichetto es visto hoy también, dentro del universo íntimo del matrimonio gobernante, como la gran frustración por no haber garantizado la “disciplina partidaria”, esa de la que se vanagloriaba el oficialismo. Perdió el comando del bloque como casi lo pierde Rossi en Diputados.
Hay que admitir, no obstante, que Rossi y los otros pivotes oficiales pudieron doblegar las conciencias de diputados como las de los rionegrinos Arriaga y Rossi, que terminaron siendo junto a Cuevas –rápidamente maleado por el gobernador Saiz- la llave para el triunfo a lo Pirro del oficialismo. Estas “borocotizaciones” evidentemente pesaron en el Senado y redujeron el margen de influenciables. La misma presidenta tuvo que ponerse al frente de la presión y no obtuvo casi nada a cambio. Semejante exposición reservada a operadores de las sombras, también la ha dejado en situación vulnerable.
A las 4 y 25 de la madrugada, el gesto de Miguel Pichetto lo decía todo.
Fue cuando el vicepresidente Julio Cobos hizo un esfuerzo extremo para evitar lo que, ya sabía, implicaba una profunda crisis institucional: Pidió un cuarto intermedio a fin de que las partes procuraran un consenso que no habían alcanzado en más de 120 días de conflicto.´
“Tengo instrucciones. Jesús le dijo a sus discípulos: ‘Lo que tengamos que hacer, hagámoslo pronto’. El debate está agotado, hay un empate y necesitamos que, como dice la ley, usted defina”. La sumisión que Pichetto mostró durante los últimos cinco años al poder kirchnerista tuvo así su máxima expresión. En lugar de reconocerse representante de una provincia, elige alinearse con el Poder Ejecutivo. “Tengo instrucciones”. Una frase que no debió ser pronunciada. | ||
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