Con la excepción de algunos oficialistas leales, escasean los especialistas que digan confiar en que una vez se haya superado el conflicto con el campo el crecimiento económico se reanudará con el vigor de antes. Si bien no hay ningún acuerdo sobre lo que sucederá en lo que queda del año actual, son cada vez más los convencidos de que el llamado "modelo productivo" que se instaló en el 2002 está por agotarse y que por lo tanto será necesario modificarlo radicalmente. El problema principal es la inflación que, según fuentes privadas, se ubica entre el 20 y el 30% anual, pero también está haciéndose sentir la falta de inversión de calidad, además, claro está, del cambio notable de expectativas que es atribuible sólo en parte al feroz enfrentamiento del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner con los ruralistas. La crisis política resultante, combinada con el temor difundido de que el país pronto experimente una de sus esporádicas tormentas económicas, ha creado una situación delicada, ya que de por sí la incertidumbre es suficiente como para frenar el crecimiento. Para colmo, el conflicto con el campo se agravó por culpa del gobierno justo cuando en el resto del mundo el panorama se oscurecía debido a las consecuencias negativas del embrollo crediticio que se inició en Estados Unidos para entonces trasladarse con rapidez a Europa, sacudón que se vio acompañado por una escalada fenomenal de los precios del crudo y de los alimentos. Es posible, pues, que estemos al borde de una recesión mundial que, entre otras cosas, nos privaría de aquel viento de cola que tanto contribuyó a la recuperación de la macroeconomía nacional luego del desplome caótico de la convertibilidad.
Por desgracia, las opciones frente al gobierno son limitadas. Aunque lo hiciera por motivos poco claros, ya ha permitido que el peso se apreciara ante el dólar estadounidense, bajando de 3,20 a aproximadamente 3,05, lo que ha alarmado sobremanera al lobby industrial que ya antes del conflicto con el campo reclamaba una nueva devaluación. Sin embargo, de elegir el gobierno dicha alternativa daría más ímpetu a la inflación, que no sólo está provocando una multitud de problemas económicos sino también agravando la pobreza de los muchos cuyos ingresos apenas les sirven para sobrevivir. Asimismo, el sistema sumamente complicado de subsidios con los que el gobierno ha procurado proteger a distintos sectores de los zarpazos de los mercados está mostrando grietas. Según se informa, por no contar con los fondos precisos se han atrasado los pagos a miles de productores agrícolas y a las empresas energéticas que, por no poder aumentar las tarifas en la Capital Federal y otros distritos urbanos, dependen del Fisco para continuar operando. En cambio, las empresas de transporte de pasajeros siguen cobrando, lo que es una suerte porque de lo contrario no estarían en condiciones de pagar los salarios. Para poder mantener el régimen de subsidios, el gobierno se ve obligado a seguir aumentando la recaudación, pero sucede que la mayor presión impositiva atenta contra el consumo, que es el motor principal del crecimiento.
Así, pues, está en apuros el "modelo" que se basa en un peso barato y por lo tanto "competitivo", los superávits gemelos fiscal y comercial, una dosis fuerte de proteccionismo, la apropiación del dinero generado por el campo y, si bien sus defensores no lo dicen, salarios por el suelo. Aunque se prolongara por mucho tiempo más la coyuntura internacional muy favorable que lo hizo viable, ya estaría empezando a crujir debido a sus limitaciones inherentes. Por desgracia, el esquema supuesto por la sustitución de importaciones sólo puede traer prosperidad si los beneficiados por la ayuda gubernamental aprovechan la oportunidad para incrementar la productividad invirtiendo mucho dinero en sus propias empresas, pero tal y como ha sucedido en otras ocasiones en que se ha apostado así a la industria nacional, parecería que la mayoría de los empresarios entendió muy bien que tarde o temprano el gobierno se vería obligado a modificar el rumbo y por lo tanto no sería de su interés hacer mucho más que tratar de sacar el máximo provecho de una oportunidad que acaso no se repetirá.