Miércoles 16 de Julio de 2008 Edicion impresa pag. 2 y 3 > Nacionales
Clases media y media alta, sojeros y anti-K: el gran cóctel en Palermo

Eduardo Buzzi no olvida que desde lo político se forjó en el mentado y autodenominado "pensamiento nacional": peronismo. Y ahí abrevó en la ideas de Arturo Jauretche, ideario del que se sabe de memoria tramos enteros. Y ayer, aquel veterano radical devenido en peronista a partir del '45, le sirvió a Buzzi para calmar a la militancia de la Federación Agraria Argentina que lidera.

-Calma chicos. Como decía don Arturo: ¿qué importancia tiene saber por qué cauce bajará el aluvión y qué importancia tiene el cauce mismo? Dejemos que la gente venga, no nos preocupemos por el tiempo. Paciencia... paciencia.

Era el mediodía y Buzzi recorría la zona de Palermo que se preparaba para recibir a la resistencia anti K. Su militancia estaba ansiosa. "¿Cuántos, cuán-tos?", preguntaban serpenteando entre la dirigencia agraria que ultimaba detalles.

Cuatro horas después, la incertidumbre cedía paso a una realidad: una multitud ganaba y ganaba espacio.

Entre ellos, Juan Cisterna, que con sus 25 años y confesando ser peronista de tercera generación a las 16, caminando ligero por la avenida Sarmiento, llegaba al Monumento de los Españoles desde Vicente López. Arito en la oreja derecha, una bandera argentina con la franja roja y federal partiéndola al medio y en la espalda otra, con una leyenda: "No soy oligarca ni golpista; pero ustedes no son Evita ni Perón". Y a modo de remate, abajo: "Soy peruca, carajo".

Juan caminaba solo. Era él y lo suyo.

-Estoy podrido de que Kirchner me rete, me meta en lo que no soy. ¡Mierda! ¡A mí no me va a enseñar éste cómo ser peronista. ¡Mierda! ¡Grita, grita, grita, no sabe otra cosa que gritar!

Dos horas en uno de los únicos lugares plenamente alemanes que quedan en Capital -el sobrio "Herman" (Santa Fe y Armenia), Gonzalo García y seis compañeros levantaban campamento luego de media docena de cervezas.

-Somos sojeros de Rivadavia (norte bonaerense).

-Tierra de los hermanos Harguindeguy... el general -le dijo "Río Negro".

-Sí, sí, el hermano del general vive allá. Buen vasco, laburador... Radical, como nosotros. Ahí todos somos radicales. Pero claro, el partido está flojo. ¡Vamos a ver qué sale de todo esto! ¡Quién le dice que no se.... se les pueda hacer fuerza! -sentenció Gonzalo y partió rumbo a la concentración.

La convocatoria fue un éxito. Heterogénea. Abundaron las clases media y media alta porteñas -el acto se hizo en el corazón de su hábitat- pero no pasaron inadvertidos ni la izquierda ni los gremios que responden al nuevo socio de las entidades rurales: el polémico gastronómico Luis Barrionuevo.

Muy temprano, el Movimiento Socialista de los Trabajadores ganó el frente del palco con disciplina prusiana. A dos pesos, su militancia ofrecía "Alternativa", el semanario de la fuerza. La tapa muestra a Cristina con sombrero, lentes oscuros y bastón de ciego. Néstor la lleva del brazo. Caminan rumbo al borde de un acantilado.

Las banderas rojas de la izquierda daban vida con las celestes y blancas de la gente a un ballet de colores que tenía mucho de Unión Democrática del '45, pero más sincera... sin Braden como respaldo ni cheques del Jockey Club de La Plata financiando clandestinamente aquella campaña.

A las 16:30 la gente ubicada frente al palco se extendía por varias cuadras sobre Libertador en dirección sur. Formación compacta. Firme. No menos de 220.000 personas. Pocas o en todo caso desarticuladas consignas.

Mucha tranquilidad. Hasta los discursos, más una concentración para decir "existimos" que una convocatoria crítica al poder.

-¿Sabe por qué vengo? Mire, yo creo que el problema de este gobierno no es todo el gobierno sino Kirchner. Es una mentira que haya sufrido tanto durante la dictadura. Si hubiese sufrido tanto sería más prudente, más cauto. Pero no, es un de

saforado -comenta Inés, una docente de Lomas de Zamora con dos primos desaparecidos.

-¿Para gobernar hay que maltratar a la gente? Dígame, dígame -machacó Inés mientras acariciaba a Juan, un Rottweiler de 60 kilos con domicilio frente a la embajada de los EE. UU. Un Rottweiler muy atípico: bonachón. Borraba con ese estilo la fama dura de su raza.

Juan ignoraba a Inés. Sólo miraba hacia avenida Sarmiento cómo la oposición política tomaba cuerpo a metros de él.

Una oposición que ayer fue mucha.

CARLOS TORRENGO

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