La huelga nacional de 24 horas realizada el miércoles en Perú fue apenas el primer "round" de una pelea de largo aliento, según se deduce de las afirmaciones de las partes.
El siguiente "round" ya está pactado para noviembre. Ese mes, según el secretario de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), Mario Huamán, se formará la "Asamblea de los Pueblos", que coordinará las protestas contra el gobierno de Alan García. Aunque Huamán dijo que la elección de noviembre es un homenaje a la insurrección independentista de Tupac Amaru, los analistas la relacionan más bien con que en ese mes se hará en Lima la Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, gran apuesta del gobierno de Perú y, de paso, gran ocasión para las protestas.
"Si la CGTP no pudo parar ni cinco por ciento del país, en noviembre parará al uno por ciento, porque nadie se suma a los perdedores", desafió hoy García, a quien las promesas del miércoles de recibir sin triunfalismo el aparente fracaso de la huelga parecen haberle durado sólo unas horas.
La "Asamblea", nuevo ropaje de la "Coordinadora Política Social" que con la CGTP a la cabeza organizó la huelga, será en la práctica una reunión de fuerzas sindicales, gremiales, regionales y políticas de izquierda, que enfrentará en las calles a García, quien tras llegar al poder con un discurso socialdemócrata de cambio mantuvo el esquema liberal-conservador. "La izquierda y el gobierno están polarizando al país y están disolviendo al centro", dijo hoy el analista Juan de la Puente. Y no sólo el centro parece desubicado en ese esquema, añadió, sino también algunas vertientes de la derecha y de la propia izquierda.
El parlamentario Mauricio Mulder, secretario general del Partido Aprista, de gobierno, dice que lo del miércoles fue un ensayo dentro de un supuesto plan de la izquierda para comenzar en el 2009 una fase "preinsurreccional".
Y los oficialistas no dudan de que tras esos presuntos planes hay gobiernos extranjeros, valga decir los de Venezuela y Bolivia. La huelga del miércoles puede verse desde distintas perspectivas.
Una primera mirada es favorable al gobierno: la mayoría trabajó en forma normal, en Lima y buena parte del país la protesta pasó casi inadvertida, y opositores visibles como el ex candidato presidencial Ollanta Humala optaron por el silencio y lucieron descolocados.
Pero los convocantes también tuvieron logros: Los Andes sureños y centrales y la Amazonía se paralizaron efectivamente y además, pese a disturbios en dos departamentos, a la muerte de una persona, a las heridas de 21 policías y a la detención de 216 revoltosos, la jornada fue menos violenta de lo que se temía, lo que desvirtuó comentarios de que era "proterrorista" y "desestabilizadora".
Perú es desde hace varios años un país líder en América Latina en crecimiento y sus cifras macroeconómicas, estimuladas por los buenos precios internacionales de los minerales que exporta, pueden ser miradas con envidia en la región.
El buen momento es reseñado día a día por García y sus voceros, que no paran de hablar del despegue. Sin embargo, el ciudadano común no siente en los bolsillos los efectos de la bonanza, lo que explica el malestar que se huele en las calles y se evidencia en las encuestas, más allá de que no se haga caso a los llamados a la protesta hechos por una oposición tanto o más desprestigiada que el gobierno.
Con tres años más de administración García por delante, las huelgas y protestas similares se mantienen como parte fundamental del arsenal de una oposición que apuesta por un modelo similar al de Venezuela sin recordar, como advierten desde la otra orilla, que el "chavismo" es inviable si no está acompañado por millones de "petrodólares".
GONZALO RUIZ
DPA