NUEVA DELHI/KABUL (DPA/Télam) - Debía ser un día alegre pero terminó en un baño de sangre. No fueron combatientes talibanes sino los invitados a una boda los que fueron bombardeados en un ataque aéreo de Estados Unidos el domingo pasado en la provincia de Nangargar, en el este de Afganistán.
A ese resultado llegó una comisión de investigación nombrada por el presidente Hamid Karzai. Sesenta y cuatro civiles, entre ellos 39 niños y mujeres, murieron, dijo ayer el jefe de la comisión, el legislador Burhanullah Shinwari. Para las tropas extranjeras, pero también para el gobierno de Karzai, las víctimas civiles de operaciones militares se convierten en un problema cada vez mayor.
Las tropas de la coalición liderada por Estados Unidos aseguran que en Nangarhar habían sido bombardeados extremistas. Pero tras la investigación de la comisión creada por Karzai, ningún afgano les cree. La credibilidad de los estadounidenses -y de otros países con tropas en el país- se vio fuertemente debilitada tras numerosas operaciones militares en las que perdieron la vida inocentes.
Si las investigaciones de la comisión están en lo cierto, este reciente ataque sería uno de los casos más graves con víctimas civiles desde la caída de los talibán hace seis años y medio. Sólo hasta mediados de mayo de este año unos 500 civiles fueron víctimas del conflicto en Afganistán, según el informador especial independiente de la ONU Philip Alston. Fuerzas de seguridad extranjeras y afganas fueron responsables de la muerte de unos 200 civiles.
Los insurgentes, en tanto, fueron los causantes de la muerte de unos 300 inocentes, según dijo Alston hace pocas semanas en Kabul.Pero mientras la población parece aceptar las víctimas de los ataques de los talibán con una especie de silenciosa indignación, la rabia por las operaciones militares desemboca muchas veces en protesta.
Para la propaganda de los talibán, cada afgano ultimado por tropas extranjeras en un instrumento importante en su campaña contra los "ocupantes". El caso más reciente -si los resultados de la investigación coinciden- no es el primero de ese tipo en Nangarhar. En marzo del año pasado, tropas de Estados Unidos lanzaron un ataque contra una multitud y mataron, según datos del gobierno afgano, a diez civiles. La rabia popular no se había aplacado aún cuando aviones de combate bombardearon pocos días después por error una vivienda en la misma provincia. Según fuentes afganas, murieron nueve inocentes, entre ellos, tres niños. Dos meses después, tropas estadounidenses en Nangarhar admitieron haber matado a un mujer y un joven. Manifestantes depositaron los cadáveres en una carretera y bloquearon la conexión con Pakistán. Gritaban "muerte a América" y "muerte a Karzai".
El presidente pide desde hace años a las tropas extranjeras que procedan con más cuidado. "No podemos aceptar más a las víctimas civiles en la forma en que ocurren", dijo Karzai a representantes de la OTAN en el 2007.
Muchos años después de la caída de los talibán, los afganos siguen sufriendo bajo "operaciones terroristas o como consecuencia de operaciones de la OTAN". La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad de Afganistán (ISAF) comandada por la OTAN y las tropas de la coalición liderada por Estados Unidos acusan a los talibán de utilizar a los civiles como escudos humanos y contribuir así intencionadamente a su muerte. Puede que eso sea cierto a veces. Pero como justificación de las víctimas civiles eso no es aceptado en Afganistán. Una y otra vez los oficiales invocan la lucha por los "corazones y las cabezas" de los afganos. Cada civil muerto -y eso lo saben los militares- es un revés muy duro en esa lucha.