BEATRIZ GENTILE (*)

Especial para "Río Negro"

a Sociedad Rural Argentina es sin dudas la expresión política, económica y cultural más consistente de lo que hoy suele denominarse "el campo". Las organizaciones nucleadas en ella conforman una estructura piramidal con un importante grado de cohesión interna: por casi tres décadas -de 1955 a 1983- apenas 24 personas concentraron el poder de decisión dentro de la entidad. Esto le otorgó una homogeneidad de criterios, una continuidad en la dirección y una capacidad de presión ausente en cualquier otra organización política o sindical.

Desde una particular visión de la historia argentina identificaron a los "propietarios de la tierra" con los "padres de la Patria"; fueron ellos quienes desde sus orígenes alimentaron a los argentinos posibilitando el desarrollo del país gracias a la inexistencia de un Estado "intervencionista". El problema se presentó cuando el agotamiento de la expansión agraria pampeana, en las décadas de 1930 y 1940, coincidió con el crecimiento de la actividad reguladora del Estado. Sin aceptar la crisis propia del modelo económico, la SRA condenó al Estado como el responsable del estancamiento productivo y de allí en más no abandonó nunca tal percepción, a pesar de la recuperación posterior generada dentro de los marcos impuestos por ese mismo Estado regulador.

De esta forma, la política fiscal siempre fue discutida por la corporación. La idea de un sector agrario dinámico y productivo "castigado" por impuestos que se destinan a un Estado burocrático e ineficiente generó una permanente reacción a todo instrumento regulador de política económica y un desprecio creciente por los gobiernos democráticos a los que nunca dejó de calificar de "demagógicos", "estatistas" o "populistas". En 1961 la entidad exponía en su Memoria que "las retenciones son la demostración de un tratamiento discriminatorio que vulnera las disposiciones acerca de la igualdad de las cargas públicas... y un elemento regresivo para incrementar la producción rural". En 1977, a un año de instalada la dictadura genocida del '76, la SRA expresaba públicamente en un periódico: "Hoy hace un año que el país se debatía en la más profunda de las crisis... la guerrilla apátrida y brutal ha sufrido rudos golpes y está en franca retirada. Ahora se dedica desde el exterior a atacar al país a través de la prensa izquierdista cínicamente hablando de los derechos humanos... La SRA reitera frente a los productores y la ciudadanía en general su apoyo a toda acción que signifique completar el proceso iniciado el 24 de marzo de 1976 para poder lograr así los fines propuestos, que en definitiva son los grandes objetivos nacionales".

¿Cuáles eran los "grandes objetivos nacionales" que apoyaba la SRA? ¿30.000 desaparecidos? ¿La patria financiera de Martínez de Hoz? ¿La desindustrialización? ¿Los más de 700 muertos de Malvinas? La SRA defendía lo que veía como el fin de "35 años de una lenta pero sistemática estatización socializante..." (sic), sin importar demasiado la forma en que se llevara a cabo.

Cuando el presidente Raúl Alfonsín lanzó el Plan Primavera, los presidentes de las organizaciones agropecuarias -Sociedad Rural Argentina, Confederación de Productores, Federación Agraria y Coninagro- coincidieron en que el plan era confuso y lamentable. "Nos obligan a rechazarlo en todos sus términos", dijo uno de ellos. El presidente les solicitó su apoyo hasta el mes de abril, en que prometía "un tipo de cambio único y libre". Los productores agropecuarios advirtieron que la liquidación de sus exportaciones según el tipo de cambio llamado comercial era un "impuesto encubierto". Abuchearon públicamente al presidente y rechazaron su propuesta.

Con Carlos Menem, en 1990, el sector pareció encontrar al fin un gobierno a su gusto. Lo felicitó por eliminar controles de precios y salarios, por liberalizar los mercados de cambio, por desregular y racionalizar el Estado con la privatización de algunas de sus empresas. Aplaudieron "...la reducción de retenciones y aranceles... y apoyaron las nuevas medidas..." de ajuste y disminución del gasto público, única manera de hacer viable la necesaria racionalización de la carga fiscal que hoy desestimula la actividad productiva en general". (Revista "Anales" Nº 79)

En definitiva, la consigna siempre fue la misma: menos Estado, más mercado, caiga quien caiga.

Resulta difícil encontrar novedoso el planteo actual de la SRA. Lo original de esta coyuntura es que este discurso residual, clasista y antidemocrático se instale en posibles buenas conciencias que dicen tener buenas intenciones mientras nos empujan a un mar de residuos tóxicos. O es peor aún, cuando este discurso encuentra eco en no tan buenas conciencias que alientan un jaque mate a la democracia desde una supuesta virtud cívica.

No todos somos el campo. Porque cuando ellos brindaron por el cáncer, nosotros prendimos velas y lloramos a escondidas. Porque mientras ellos reverenciaban a Videla, Massera y Agosti, a Rodolfo Walsh lo torturaban en 30.000 celdas oscuras. Porque cuando ellos abuchearon a Alfonsín nosotros lo defendimos en aquella Semana Santa. Porque mientras ellos comían en la orgía menemista, nosotros revolvíamos basurales. No todos somos el campo, porque el campo siempre fue de ellos.

(*) Doctora en Historia. Grupo de Estudios de Historia Social (Gehiso), Universidad Nacional del Comahue